Secretariado de Medios

Secretariado de Medios

Nadie que desee hacer algo malo lo hace a plena luz. Busca la oscuridad. Se esconde de toda mirada. El mal se identifica con las tinieblas. En su diálogo con Nicodemo, Jesús le dice: «Todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz» (Jn 3,20-21). El milagro de Jesús, al curar al ciego de nacimiento, dramatiza esta contraposición entre la luz y las tinieblas. En este «signo» —dice H. Schürmann— «somos introducidos en el centro de la gran contienda entre la luz y las tinieblas que constituye el acontecimiento decisivo del mundo, un acontecimiento dramático en el que paulatinamente en un pobre ciego se va haciendo la luz al paso que en los “judíos”, que representan la humanidad ciega todo se vuelve paso a paso cada vez más tenebroso».

Si leemos con atención el evangelio de este domingo (Jn 9,1-41) descubriremos la maestría del evangelista al contraponer la luz que el ciego recibe de Cristo —desde la física a la espiritual— con las tinieblas en que sus oponentes se van hundiendo con tal de no reconocer que Jesús ha realizado un milagro. La clave para entender este relato, que escenifica la afirmación de Jesús —«Yo soy la luz del mundo»— se nos ofrece en las palabras que le dice al ciego de nacimiento: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos» (Jn 9,39).
Como hemos dicho, el ciego —que recibe la gracia de la curación física cuando Cristo le unge los ojos con el barro hecho con su saliva y el polvo de la tierra y le envía a la piscina de Siloé para que se lave— se abre progresivamente al conocimiento de Cristo. Primero reconoce que «ese hombre que se llama Jesús» es un profeta, después afirma que, si le ha sanado, es señal de que viene de Dios, y, por último, termina llamándole «Señor», título reservado a Dios en el Antiguo Testamento, y haciendo una profesión de fe —«Creo, Señor»— postrado ante Cristo.
Este proceso de la oscuridad a la luz contrasta con el de los dirigentes judíos que, obstinados en no reconocer la mesianidad de Jesús, se hunden progresivamente en la oscuridad de su ceguera espiritual. Niegan lo más obvio: que aquel ciego ha sido curado. Y, para justificar este hecho, se atrincheran en su «ciencia teológica», considerando al ciego como un ignorante, amenazándole con expulsarlo de la sinagoga y afirmando que Cristo es un pecador. Más aún, ellos afirman que «ven», es decir, conocen la verdad. Por eso les reprocha Jesús: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece» (Jn 9,41).
Este relato evangélico se utilizó en la iglesia primitiva para una de las catequesis que los catecúmenos recibían precisamente en la Cuaresma como preparación del bautismo, que recibió el nombre de «iluminación» al otorgar la luz de Cristo. Lo explica muy bien san Pablo, en su carta a los Efesios, cuando dice: «Antes sí erais tinieblas, pero ahora sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz […] sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas» (Ef 5,9). La vocación profética del cristiano le urge a denunciar el mal en cualquiera de sus formas. Pero esta denuncia no se hace sólo con palabras, sino con una vida que refleja la luz de Cristo. San Pablo se dirigía a paganos que se habían bautizados; hoy podría dirigirse a nosotros con las mismas palabras pues necesitamos que la luz ponga al descubierto muchas obras oscuras que exigen denuncia. También hoy necesitamos esta exhortación: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará» (Ef 5,14).

 

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

 

 

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“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Josué 1,9)

La Diócesis de Segovia continúa siendo fiel a las restricciones y recomendaciones de las autoridades tras el decreto del estado de alarma vigente para todo el país.


Por este motivo, informamos:
• El Archivo Diocesano, la Librería Diocesana y la Escuela de Teología permanecerán cerrados el tiempo que dure esta situación excepcional.
• Las oficinas del Obispado, ubicadas en la C/ Seminario, 4, permanecerán abiertas en horario de 10.00 a 14.00 horas tan solo para trámites urgentes con servicios mínimos.

Finalmente, nos unimos a la Conferencia Episcopal en su invitación a la oración por quienes permanecen en casa y para hacer llegar, a quienes sirven y trabajan, la ayuda del Señor y el agradecimiento de la Iglesia. Asimismo, llamamos a que, tras el rezo diario del Ángelus, digamos juntos estos días la oración del Papa Francisco para esta pandemia.

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“Animo, soy yo, no tengáis miedo” (Mt 14, 27)

Una vez más la Iglesia de Segovia hace suyas las recomendaciones de los expertos en beneficio de los ciudadanos. Las disposiciones que siguen deben acogerse como medidas cuyo objetivo final es el bien común, la lucha contra la pandemia del COVID-19 y la prevención de la salud.

Al secundar las indicaciones de las autoridades sanitarias deseamos que esta emergencia sanitaria pase lo antes posible y se vuelva a la normalidad. En este sentido, agradecemos el esfuerzo y la entrega del personal sanitario, que trabaja pensando más en los pacientes que en ellos mismos.

Así, a la espera de que se puedan establecer nuevas pautas, por el momento nuestros templos permanecerán abiertos para que podamos orar y vivir nuestro habitual encuentro con el Señor. El Obispo y su Consejo confían en que los fieles sabrán acoger estas medidas, algunas de ellas dolorosas, con un sentimiento de fraternidad cristiana y responsabilidad para evitar la propagación de esta pandemia.

Las siguientes disposiciones han de agregarse a las ya publicadas en sendos comunicados de los pasados días 6 y 12 de marzo.

LUGARES DE CULTO

• Hacemos nuestras las recomendaciones de Conferencia Episcopal Española, por lo que pedimos que la Eucaristía se celebre a puerta cerrada. Podrá acudir un grupo reducido de fieles, explicándoles que la misa se celebra y ofrece por la superación de esta crisis epidémica.
• En caso de que se celebre la Eucaristía con fieles, respetar las indicaciones de no superar un tercio del aforo y guardar la distancia interpersonal preventiva de al menos un metro. Aunque los niños no suelen padecer esta enfermedad, se debe evitar que acudan a la Eucaristía puesto que son los mayores transmisores de la misma.
• En cuanto a las celebraciones litúrgicas (misas funerales y exequias, etc) se aconseja que las exequias sean acompañadas exclusivamente por los familiares más cercanos. Pospóngase la celebración pública de sacramentos como bodas y primeras comuniones.
• En los lugares que sea posible y se estime oportuno, invitamos a que los templos permanezcan abiertos como signo de que Dios está presente en el mundo en los momentos de sufrimiento.
• Dispensa a los fieles de la Diócesis, y los que en estos momentos permanezcan en ella, del precepto de la eucaristía dominical y otros días preceptivos (CIC, c. 87 y c. 1245; Catecismo Iglesia Católica, 2181).

INSTITUCIONES DIOCESANAS

• El museo Splendor Fidei, ubicado en el Palacio Episcopal, cierra sus puertas temporalmente.
• Las visitas turísticas a la S.I. Catedral quedan clausuradas desde hoy, sábado 14 de marzo. El culto diario seguirá celebrándose con normalidad de lunes a sábado con la misa de las 10.00 horas en la Capilla del Santísimo y, los domingos, a las 11.00 y 12.30 horas.
• Las oficinas de la sede del Obispado, ubicadas en la C/ Seminario, 4, de la capital, realizarán servicios mínimos, por lo que recomendamos que se evite acudir a ellas si no es para trámites urgentes.
• La Casa de Espiritualidad y el Seminario Diocesano permanecerán cerrados hasta nuevo aviso. Siguiendo las directrices de la Junta de Castilla y León, las entradas y salidas a la residencia sacerdotal quedan limitadas.

CUARESMA Y SEMANA SANTA

La evolución de la pandemia ocasionada por la propagación del COVID-19 ha llevado a las Juntas de Cofradías de Semana Santa de Castilla y León a atender las indicaciones realizadas por las instituciones sanitarias y eclesiásticas. En este sentido, las actividades públicas organizadas por las Cofradías y Hermandades quedan suspendidas, tanto durante la Cuaresma como en la próxima Semana Santa.

Por último, reiteramos nuestra petición de elevar oraciones a Dios, por intercesión de la Virgen y nuestros santos patronos, para que esta pandemia se supere lo antes posible, los enfermos se recuperen y asista a los profesionales sanitarios, así como al personal de servicio público, a los que agradecemos de manera especial su gran esfuerzo y abnegada entrega en esta crisis.

Desde el Obispado entendemos que el buen sentido de todos nuestros párrocos y los responsables de las celebraciones sabrá adecuar estas indicaciones a las circunstancias particulares.

“Animo, soy yo, no tengáis miedo” (Mt 14, 27)

 

En tiempos de tribulación el Señor sigue presente y nos acompaña con palabras de ánimo al mismo tiempo que nos envía a cuidar y alentar a quienes nos rodean. Constantemente nos saluda: “paz a vosotros”.

1.- Preocupación y responsabilidad

La emergencia sanitaria que estamos sufriendo con el coronavirus Covid-19, pone en primer plano la preocupación máxima por la gravedad de la situación creada en todos los lugares y actividades, que sigue experimentando un crecimiento exponencial.

Junto a esta razonable preocupación, deseamos indicar las medidas necesarias, algunas de carácter extraordinario, siguiendo los consejos y las decisiones que desde el Gobierno, el ministerio de Sanidad y las comunidades autonómicas se están indicando. Agradecemos la entrega generosa de tantas personas que están ayudando en esta crisis, cada cual desde su responsabilidad.

Como cristianos, queremos vivir estos momentos con toda nuestra responsabilidad ciudadana, con la solidaridad fraterna hacia las personas afectadas, y con la confianza en el Señor que en tiempos de prueba nunca nos deja de su mano, sino que sostiene nuestra esperanza y nos invita a la conversión.

Esta situación global es signo también de los vínculos que nos unen y que fundan la llamada a la solidaridad en el cuidado a las personas más débiles y necesitadas de ayuda, enfermos mayores y solos.

También hemos de disponernos a un nuevo y exigente ejercicio de fraterna solidaridad ante las consecuencias económicas y sociales que se temen como consecuencia de este problema global. Este momento de gran necesidad puede ser, esperamos, ocasión para fortalecer, entre todos, la solidaridad y el trabajo en favor de un objetivo común.

2.- Caridad activa para no exponernos al contagio ni ser cauce del contagio a otros.

Las medidas que hemos de estar dispuestos a poner en práctica han de ayudarnos a no contraer la enfermedad y así no ser la causa de que otros cercanos a nosotros se contagien. Por ello estamos llamados a realizar esfuerzos y renuncias aunque resulten dolorosas. Especialmente los jóvenes están llamados a colaborar y dar testimonio de fraternidad.

Por ello, hacemos un llamamiento a seguir las indicaciones de los responsables de la salud para evitar el avance acelerado de la enfermedad con las medidas higiénicas y evitando contactos que faciliten el contagio. Estas recomendaciones estarán vigentes hasta que lo determinen las autoridades sanitarias y se pueden resumir en:

“Aplicar medidas higiénicas como el lavado de manos frecuente con agua y jabón o con solución hidro alcohólica, taparse al toser con pañuelo desechable inmediatamente o en el pliegue del codo, así como la limpieza de superficies que hubieran podido ser salpicadas con tos o estornudos. En cualquier caso, se recomienda evitar lugares concurridos en los que no sea posible mantener la distancia de seguridad interpersonal de, al menos, un metro.
Se recomienda salir de casa lo menos posible.

3.- Medidas en relación a la catequesis, actividades formativas y celebración de la Iglesia

Se deben suspender las catequesis presenciales. Es importante animar a continuar la catequesis en familia para lo cual las parroquias han de ofrecer orientaciones y recursos. También se suspenden las charlas, encuentros formativos, actos de devoción, conciertos, conferencias o eventos de carácter similar en templos y dependencias diocesanas.

Mientras dure esta situación de emergencia recomendamos seguir la celebración de la Eucaristía en familia por los medios de comunicación. Debido a su vulnerabilidad, es aconsejable que las personas con enfermedades crónicas, ancianas, debilitadas o con riesgo potencial, y quienes conviven con ellas, se abstengan de acudir a la celebración de la Eucaristía. A todos se nos está recomendando salir de casa lo menos posible.

Las celebraciones habituales de la Eucaristía pueden mantenerse con la sola presencia del sacerdote y un posible pequeño grupo convocado por el celebrante. En caso de celebraciones abiertas al pueblo recomendamos evitar la concentración de personas, siguiendo las instrucciones citadas en el apartado 2. Durante este tiempo cada Obispo puede dispensar del precepto dominical a quienes no participen presencialmente en la Eucaristía por estos motivos.

Con respecto a la celebración de funerales y exequias, se recomienda que participen únicamente los familiares y personas más allegadas manteniendo las mismas prevenciones que en los apartados anteriores. Pospónganse en la medida de lo posible las demás celebraciones. Las procesiones de este tiempo han de suprimirse.

De manera extraordinaria, se recomienda recibir la comunión en la mano. Los celebrantes y quienes distribuyen la comunión y preparan los objetos litúrgicos deben extremar el cuidado en la desinfección de las manos. Debe de omitirse el rito de la paz o expresarse en un gesto que evite el contacto físico.

El sacramento del perdón podría celebrarse en espacios o ámbitos que aseguren la intimidad y la distancia de seguridad recomendada por las autoridades sanitarias. Los presbíteros estamos llamados a ofrecer medios para preparar la celebración en casa, tiempo y espacios adecuados para ofrecer la Misericordia a quien la solicite en este singular tiempo cuaresmal.

4.- Unidos en la oración. Tiempo de creatividad espiritual y pastoral

Más que nunca hemos de abrirnos a contemplar el Misterio desvelado en la Cruz gloriosa de Jesucristo. Las medidas presentes y futuras nos obligan a mantener distancias. Cultivemos la cercanía de la oración. Oremos unos por otros, por quienes están padeciendo la enfermedad, por sus familiares y amigos, por el personal sanitario, así como por quienes trabajan por la contención en la propagación del virus.

Esta situación nos convoca a una creatividad pastoral para ayudarnos unos a otros a vivir la Cuaresma y la Semana Santa de una manera nueva. Los pastores somos especialmente convocados a una nueva entrega y creatividad en la manera de acompañar al Pueblo de Dios. Como ha dicho hoy el Papa Francisco: “Que el pueblo de Dios se sienta acompañado por los pastores y el consuelo de la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración”.

En este itinerario cuaresmal, carente de algunos signos litúrgicos comunitarios y de las expresiones de la devoción popular en la calle, estamos llamados a un camino aún más arraigado en lo que sostiene la vida espiritual: la oración, el ayuno y la caridad. Que los esfuerzos realizados para contener la propagación del coronavirus se acompañen del compromiso de cada fiel para el bien mayor: el cuidado de la vida, la derrota del miedo, el triunfo de la esperanza.

Los templos pueden permanecer abiertos para la oración personal e invocar al Señor los dones de la sabiduría y fortaleza para vivir este momento.

5.- Colaboración y revisión de criterios

Mostramos nuestra disposición a colaborar responsablemente en todo lo necesario para el control de esta pandemia atendiendo a las indicaciones de las autoridades sanitarias, especialmente la concreción del estado de alarma, por lo que estos criterios podrán ser actualizados en la medida en que evolucionen los acontecimientos y surjan nuevas medidas por parte de las Administraciones públicas.

Esta es una circunstancia en la que elevar nuestra mirada al Señor desde la fragilidad del nuestra humana condición recordada el Miércoles de ceniza. En este inesperado desierto que atravesamos, se despertará una mirada a Dios y una mayor acogida y solicitud por los hermanos, especialmente por los enfermos y los más faltos de alegría y confianza.

En la oración de Laudes y Vísperas, así como en las preces de la Santa Misa, se eleven oraciones al Señor y al cuidado de la Santísima Virgen, para que nos sostengan en la esperanza a todos, alivien a los que sufren las consecuencias de este virus, mientras encomendamos al buen Dios a los fallecidos, pidiendo para ellos el eterno descanso.

Hagamos nuestra la oración que el Papa Francisco nos invita a rezar en estos momentos:

“Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos con la voluntad del Padre y a hacer lo que nos diga Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas, que estamos en la prueba, y líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.

Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española

Madrid, 13 de marzo, viernes de Cuaresma de 2020

 

La Diócesis de Segovia, pensando en el bien general de la población, es consciente de la realidad que existe en nuestro país con motivo de la extensión del coronavirus Covid-19. Por ello, compartiendo la preocupación común, llamamos al compromiso y la responsabilidad de todos.
A tenor de la evolución de los acontecimientos y, siguiendo las recomendaciones tanto de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León como del Ministerio de Sanidad, el Obispado de Segovia ha decidido actualizar las recomendaciones para toda la Diócesis. Decisiones que se irán modificando a medida que las autoridades trasladen nuevas directrices.
De esta forma, las medidas cautelares adoptadas por responsabilidad y pensando en el bien general de todos los ciudadanos y que se suman a las ya anteriormente transmitidas son las siguientes:
• Todos los actos correspondientes a la Visita Pastoral del Obispo de la Diócesis, Don César A. Franco, quedan aplazados.
• También se aplazan, por el momento, los actos preparados para la celebración del Día del Seminario. Evento que, previsiblemente, tendrá lugar el fin de semana en el que se celebra la Jornada Mundial por las Vocaciones, en el mes de mayo.
• Durante la Cuaresma, tienen lugar numerosas celebraciones penitenciales en las parroquias. Por este motivo, se recomienda la confesión individual y que ésta tenga lugar en habitaciones amplias o colocando en los confesionarios los medios oportunos para evitar el contagio por fluidos.
• Las catequesis quedan suspendidas de forma presencial. No obstante, se delega esta tarea en los padres para que, por el momento, sean ellos quienes se conviertan en catequistas de sus hijos en el ejercicio de la transmisión de la fe. Por este motivo, invitamos a los párrocos a que puedan facilitarles las indicaciones y el material necesario para este fin.
• Asimismo, recomendamos que se supriman los grupos de vida ascendente, asambleas parroquiales, …
• Aconsejamos que las personas mayores o pertenecientes a grupos de riesgo eviten acudir a las celebraciones eucarísticas en las parroquias y opten por seguirlas a través de otros medios como radio o televisión.
• Quedamos a la espera de lo que la Conferencia Episcopal Española pueda decir en base al requerimiento que la Junta de Castilla y León le ha trasladado en referencia a los actos de la Semana Santa.
• Reiterar las recomendaciones sanitarias de mantener una higiene correcta, lavarse las manos de forma continuada, evitar estornudar y toser al aire y ponerse en contacto con el personal cualificado si se detectan síntomas preocupantes.
Desde el Obispado se insta a los párrocos a que, en la Oración de los Fieles o en otro momento, inviten a hacer una oración por el fin del coronavirus, el fortalecimiento de los asistentes sanitarios, así como por la diligencia de todos.
Finalmente, dada la importancia de la situación en la que nos encontramos, llamamos a evitar la desinformación y la propagación de bulos. Por ello, conminamos al uso de los canales y fuentes oficiales de comunicación.

La Cuaresma es un tiempo oportuno para encontrarnos con Dios cara a cara. Así se encontró la samaritana con Cristo. Este pasaje del cuarto evangelio es un magnífico relato de lo que significa la sed de Dios que hay en el hombre, quiera éste o no quiera. Somos sedientos de Dios. Basta un momento para que esa sed estalle como torrente de agua viva en el interior del hombre. Es sabido la importancia que la filosofía moderna da al deseo que habita en el hombre y le impulsa a buscar la felicidad plena. Sin saberlo, la samaritana buscaba ser feliz, es decir, buscaba la verdad.
Jesús le pide agua porque estaba cansado del camino y, seguramente, sediento. La mujer se sorprende, dada la enemistad entre judíos y samaritanos y comienza un diálogo con Jesús sobre el agua: la del pozo y la que sólo puede dar Jesús. Aparece aquí lo que llaman los estudiosos el malentendido joánico, que establece dos planos de comprensión sobre una misma palabra: el agua. Agua física y agua del Espíritu. Jesús se las apaña para llevar a la samaritana a su terreno: el del deseo de Dios. Y, poco a poco, le descubre que el agua verdadera es la que quita la sed para siempre —el deseo colmado— y que a Dios sólo se le rinde culto en el Espíritu y la Verdad, dos términos que se refieren a Jesús en el cuarto evangelio. Sólo Jesús da el Espíritu; sólo Jesús es la Verdad.
La samaritana ha entrado en el terreno de Jesús, se deja llevar por él, reconoce que su vida no es auténtica, que ha tenido cinco maridos y el de ahora no es suyo. En una palabra, se ha dejado iluminar por la Verdad. Y Jesús se la revela de modo inefable: cuando ella le pregunta sobre el mesías, Jesús dice: «Yo soy, el que habla contigo». Jesús no sólo le dice que es el mesías, sino que, al utilizar la expresión «Yo soy», se está refiriendo al nombre de Dios y es como si dijera: El Dios que es está aquí. Así lo explica Le Guillou. Jesús revela por primera vez su identidad a una mujer, que es no sólo un habitante de Samaría, sino el símbolo de la humanidad y del mundo. Y, revelándose, despierta en la mujer el deseo de Dios, manantial de agua viva. Por eso, se olvida del cántaro y corre presurosa a contar a sus vecinos lo sucedido.
Mientras tanto, han venido los discípulos. Extrañados de que hable con una mujer a solas, no se atreven a preguntar sobre la conversación que se traían. Y, como Jesús no había comido, le ofrecen lo que han comprado en el pueblo. Jesús rechaza el alimento y, jugando de nuevo con el simbolismo de las palabras, dice que él tiene un alimento que ellos no conocen. El hambre de Jesús se ha saciado con el agua que ha dado de beber a la samaritana. ¡Qué atractivo es este Jesús sediento y hambriento del deseo de los hombres! Los discípulos se preguntan si alguien le ha traído de comer. Y Jesús da la clave de lo sucedido: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra» (Jn 4,34). E invita a sus discípulos a levantar los ojos y a contemplar los campos que están dorados para la siega. Esos campos dorados son los samaritanos que acogerán a Jesús por el testimonio de la mujer, escucharán su palabra, lo verán cara a cara y creerán en él como el Salvador del mundo. Jesús se ha servido de la samaritana para anunciar en el pueblo que él es la Verdad, la que ansía conocer el hombre en lo más profundo de su ser. El es el agua viva que hace brotar en el interior del creyente una fuente que salta hasta la vida eterna. Es el Salvador que nos introduce en el ámbito de Dios para darle verdadero culto y adorar con una vida nueva al mismo que nos hizo para él. El Jesús sediento y hambriento nos ha despertado a la sed y al hambre de Dios diciéndonos quién es Él.

 

+ César Franco
Obispo de Segovia.

El Obispado de Segovia quiere lanzar un mensaje de calma ante la alarma suscitada en los últimos días en torno al virus COVID-19, el coronavirus. Asimismo, en línea con las directrices del Ministerio de Sanidad y la Consejería del ramo de Castilla y León, el Obispado quiere trasladar una serie de recomendaciones cuya última finalidad es prevenir posibles riesgos para la salud pública del conjunto de la ciudadanía.


Es por este motivo por el que, correspondiendo a la expresa solicitud de las autoridades sanitarias que se han dirigido al Sr Obispo solicitando nuestra colaboración, se recomienda que en todas aquellas celebraciones que se lleven a cabo durante las próximas semanas se evite, en la medida de lo posible, el contacto físico sustituyéndolo por otro tipo de señales de respeto en aras de mantener la cautela.


Asimismo, el Obispado se suma y comparte las indicaciones referidas por el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello:

  • • Conveniencia de retirar el agua bendita de las pilas en iglesias y otros lugares de devoción
    • Posibilidad de ofrecer otro gesto de paz en la eucaristía diferente al tradicional abrazo o estrechamiento de mano, como puede ser una inclinación de cabeza
    • Que las personas que distribuyen la comunión durante la eucaristía se laven las manos antes y después de este servicio
    • Que las muestras de devoción hacia las imágenes tan propias de este tiempo de Cuaresma y en la próxima Semana Santa puedan ser sustituidas por otras como la inclinación o la reverencia, facilitando con ello una mayor rapidez que evite aglomeraciones


Por tanto, y reiterando el llamamiento a la tranquilidad, el Obispado remite a las recomendaciones sanitarias de mantener una higiene correcta, lavarse las manos de forma continuada, no estornudar ni toser al aire y ponerse en contacto con el personal cualificado si se detectan síntomas relacionados con la enfermedad.

Jueves, 05 Marzo 2020 12:01

REVISTA DIOCESANA MARZO 2020

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En el segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia proclama el evangelio de la transfiguración de Jesús. El hecho es narrado por Mateo con mucha sobriedad mediante el uso de dos metáforas: «Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mt 17,2). No tenemos espacio para explicar en qué pudo consistir el hecho, pues nos interesa sobre todo entrar en su significado. El narrador nos ofrece dos claves. En primer lugar, todo sucede después de haber anunciado Jesús a sus discípulos que será ejecutado en manos de sus enemigos. Tal anuncio provoca desconcierto entre los suyos, pues no entendían que el Mesías tuviera que padecer. Pedro, incluso, se planta ante Jesús para decirle que tal cosa no debe suceder. Jesús reprende duramente a Pedro, llamándole Satanás, y diciéndole que no se interponga en su camino. La otra clave que ofrece el evangelio es el mandato de Jesús de no contar nada de lo que han visto hasta que resucite de entre los muertos.
Es claro que el milagro de la trasfiguración tiene una finalidad pedagógica, dado que los tres discípulos que lo vieron son los que, en Getsemaní, verán a Jesús acechado por la angustia de la muerte. Se trata, pues, de iluminar la muerte. Por eso, los discípulos no deben decir nada hasta que Jesús resucite de entre los muertos, pues será la resurrección el hecho que ilumine el sentido de los padecimientos y muerte de Jesús e, incluso, el milagro de la transfiguración que, en cierto sentido, es como un anuncio escenificado de la resurrección. El rostro resplandeciente de Cristo y los vestidos luminosos son dos imágenes muy expresivas para revelar la trasformación del cuerpo de Cristo.
Lo más importante de este relato tiene mucho que ver con una afirmación de Albert Camus, premio Nobel de Literatura, quien decía que la admiración por los evangelios termina cuando llegamos a la página sangrienta de la cruz. Si pudiéramos arrancar esa página haríamos el evangelio más amable, ¿no es verdad? Son muchos los que no encuentran sentido al dolor y al sufrimiento humano. Incluso utilizan el sufrimiento como argumento para negar la existencia de Dios. En su libro, «¿Por qué el Dios del amor permite que suframos?», el teólogo G. Greshake, intenta responder a esta pregunta que siempre se hará el hombre apelando precisamente a la compasión de Dios, que ha querido, en su Hijo Jesús, asumir el dolor del hombre abriéndole al mismo tiempo a la esperanza de la resurrección.
En una sociedad materialista como la nuestra, hablar de la muerte o confrontarse con ella resulta algo indecente, lo que el sociólogo estadounidense G. Gorer ha llamado «pornografía de la muerte». Es preferible no pensar en ella, evadirse de todo sufrimiento y privar así de sentido las vidas de muchas personas probadas por el dolor, que, con tanta frecuencia lo asumen con toda entereza y dignidad. Dios también está ahí, de manera misteriosa pero real. Lo dice Jesús cuando se identifica con los que sufren. Su máxima identificación aparece en la cruz. El judío E. Wiesel cuenta que fue testigo presencial de este suceso en Auschwitz: «Los SS ahorcaron a dos hombres y un chico ante toda la gente del campo reunida. Los hombres murieron rápidamente; la lucha del chico con la muerte duró una media hora. ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está?, preguntó alguien detrás de mí. Cuando después de largo rato seguía el chico retorciéndose en la horca, oí que aquel hombre volvía a exclamar: ¿Dónde está Dios ahora? Y oí una voz en mí que decía: ¿Qué dónde está? Ahí está […] pendiendo de la horca».
Clavado en la cruz, Cristo ha asumido todo sufrimiento humano y, sin ningún discurso, ha dado la clave de lo que sólo podemos entender a la luz de la resurrección.

 

+ César Franco
Obispo de Segovia