NUESTRA SEÑORA DE LA FUENCISLA VUELVE A CASA CON EL CARIÑO DE LOS SEGOVIANOS

Hoy es el día de Nuestra Señora de La Fuencisla, patrona de Segovia y su tierra. Fue ayer, domingo 24 de septiembre, cuando celebramos su fiesta litúrgica. Cuando el día comenzaba a despuntar, los más madrugadores rezaron el Rosario de la Aurora desde los Jardines de San Roque hasta la S.I. Catedral, donde se celebró  la última novena de los jóvenes. Ya a las once de la mañana tuvo lugar la Eucaristía Solemene, presidida por el Obispo de la Diócesis, Mons. César Franco, acompañado por su predecesor y Obispo emérito, D. Ángel Rubio, miembros del Cabildo y sacerdotes diocesanos. 

En un día tan especial, don César quiso aprovechar su homilía para poner de relieve dos valores: la fidelidad, y la obediencia, ambos inherentes a la figura de María. Sobre la obediencia, aseguró que, aunque legales, no todas las leyes son justas, puesto que en ocasiones atentan contra la naturaleza de la persona, sus derechos humanos o su integridad. Principios, todos ellos, defendidos por la doctrina moral cristiana. En este sentido, el prelado remarcó que Cristo nos enseña la obediencia a Dios, incluso hasta la muerte. Igual que su madre, María, es maestra en obediencia, cumpliendo su ministerio de madre y de Virgen obediente y fiel. 

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En cuanto a esta segunda virtud, la fidelidad, monseñor Franco lanzó numerosas preguntas: ¿Fidelidad a quién? ¿Hay fidelidad a la palabra dada? ¿A los compromisos contraídos en la vida conyugal, sacerdotal? ¿Al cumplimiento de las leyes? ¿A los padres, a los maestros? ¿Al orden público? ¿De qué fidelidad hablamos? De una fidelidad a uno mismo, a los intereses y a la conciencia propia. «María es fiel a la palabra del Señor desde su 'hágase en mí tu palabra' hasta el momento de postrarse al pie de la Cruz». Así, el Obispo aseguró, María manifiesta su fidelidad, y por eso es madre de todo el pueblo cristiano.

 

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Don César puso de manifiesto que, si tenemos devoción a la Virgen, en su advocación de La Fuencisla, «no es para celebrar cultos solemnísimos. De nada sirven, por solemnes que sean, si no nos enesñan a vivir». A renglón seguido, quiso remarcar que la iglesia puede quedarse vacía pero, mientras haya personas fieles a Cristo, aunque sean pocas, «su ley pervivirá hasta el fin de los tiempos». Asimismo, una iglesia puede estar llena, pero alejado el corazón de sus fiejes. «Que no pueda decirse esto de los segovianos», subrayó. 

Finalmente, Mons. Franco elevó a María como espejo de fidelidad y obediencia pidiéndole, como Señora y Madre de la fe: «concédenos la gracia de ser como tú, fieles y obedientes por encima de todo».

 

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Ya por la tarde, la S.I. Catedral acogía el Santo Rosario, pidiendo por diferentes intenciones en clave de familia y vida. Tras él, se producía el traslado de la imagen de Nuestra Señora de vuelta hasta su santuario. Lo hacía en procesión, acompañada por miembros de las cofradías de la ciudad, movimientos de laicos, autoridades municipales y alumnos de la Academia de Artillería. Y escoltada por el Sr. Obispo, el Obispo emérito, miembros del Cabildo, el vicario general y otros sacerdotes. A lo largo del recorrido, la imagen de Nuestra Señora fue aplaudida y vitoreada por los segovianos, especialmente a su salida de la Catedral y a su llegada a la plaza del Azoguejo, donde la esperaban cientos de devotos. 

Fue allí donde se produjo la despedida oficial con desfile de los alumnos de la Academia de Artillería, danzas a cargo del «Grupo de Coros y Danzas Emperador Teodosio» y, como broche final, la despedida de don César. Tras el adiós, la imagen de La Fuencisla continuó, ya en romería, su camino hacia el Santuario de las Peñas Grajeras, al que accedió a través del arco en su honor preparado por los integrantes del grupo «Emperador Teodosio». La patrona de Segovia ya se encuentra de vuelta en su Santuario, donde ahora comienza el novenario de los Sexmos. 

A continuación reproducimos íntegramente las palabras de Mons. César Franco en su despedida a Nuestra Señora de La Fuencisla: 

 

«Madre y Señora nuestra, Virgen de la Fuencisla:

Al terminar los actos de tu fiesta, tus hijos de Segovia se reúnen junto a tu imagen para decirte adiós. En realidad, a una madre nunca se le dice adiós, sino hasta pronto, hasta luego… Tu santuario, desde donde nos das el agua de tus raudales y la miel de tus panales, está muy cerca, y la piedad y afecto nos empujan a visitarte para pedir gracias y acoger tu mirada de vida y dulzura. Gracias, madre, por tu visita anual a la catedral de Segovia y porque nunca abandonas a ninguno de tus hijos. Acoge nuestras últimas súplicas.

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            Te pedimos, madre, como hace siempre la Iglesia desde sus orígenes, por nuestras autoridades civiles y militares, para que busquen siempre el bien común y ejerzan su cargo con prudencia, rectitud y sabiduría y gocen de la estima del pueblo. Te pedimos también por todos los que realizan servicios públicos, para que encuentren siempre la colaboración ciudadana y el respeto que merecen. Tú, que eres madre y maestra, bendice a los educadores para que sepan trasmitir a las nuevas generaciones los valores del espíritu que nos enseñan a mirar el futuro más allá de la enfermedad y de la muerte.

            Mira, Señora, las necesidades de las familias en estos tiempos de crisis económica. De modo especial a los que no tienen techo ni trabajo; a quienes viven sin recursos estables o muy reducidos; a quienes, al borde de la marginalidad, solicitan ayudas para vivir con la dignidad de personas humanas y puedan mirar el futuro con esperanza. Atiende de modo especial las necesidades de los pobres, emigrantes y refugiados y que los países más prósperos y desarrollados abran con generosidad sus corazones a quienes no pueden ser mirados bajo ningún criterio de discriminación, sino como hermanos de una misma familia humana.

            Reina de la paz, alcánzanos de tu Hijo, la paz del corazón y la paz entre los pueblos. Protege a los países que viven en guerra, como en Ucrania, y ablanda el corazón de los violentos que entienden el poder como privilegio propio o de modo excluyente sin respetar la legítima autonomía de los pueblos. Que Europa cumpla su vocación especial de ser cuna de los derechos humanos y generadora de unidad.

            Mira, Señora, a España, nuestra patria, para que los intereses personales o partidistas no se antepongan jamás al bien común de todos los ciudadanos, iguales ante la ley, y el diálogo, basado en los principios éticos que fundamentan el sistema democrático, alcance la concordia en el respeto a las leyes que el pueblo se ha dado y que garantiza bienes esenciales como la paz, la concordia, la unidad de los diversos pueblos y la fraternidad entre todos los españoles.

            Por último, Señora, mira a tu Iglesia, que te llama Madre. La Iglesia de Segovia y la Iglesia universal. Si al pie de la cruz, tu Hijo te constituyó madre de todos los creyentes, no es necesario hablarte de nuestras necesidades, pues las conoces bien. Confirma a las familias en la estabilidad y en el amor de todos sus miembros. Que desaparezca toda violencia familiar. Bendícenos con vocaciones al matrimonio cristiano, a la vida consagrada y misionera, al ministerio sacerdotal. Cuida de los ancianos y de los que consumen su último tamo de la vida en soledad. Que la caridad sea la seña de los cristianos, y la verdadera piedad crezca en el corazón de los que son tus hijos.

            A comienzos de octubre el Papa ha convocado el sínodo de obispos en Roma. Es un acontecimiento trascedente para toda la Iglesia. Que sus participantes se dejen llevar por el aliento del Espíritu y, con obediencia al Vicario de Cristo, orienten sus aportaciones al bien total de la Iglesia, a su edificación en santidad y justicia, y la impulsen a la misión de modo que se cumpla el deseo de Cristo: «Hay otras ovejas que no son de este redil, también a estas las tengo que traer y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor».

Madre y Señor de la Fuencisla, ruega por nosotros. Amén.»