Mi experiencia de esta JMJ 2016 ha sido muy gratificante, muy enriquecedora. Ya viví la JMJ en Madrid, pero no ha tenido nada que ver con esta. En primer lugar porque hemos viajado al extranjero, y hemos visitados diversos y espectaculares lugares turísticos del entorno de Polonia. Gracias a ese largo viaje realizado en autobús, creo que nos ha ayudado a estar aun más unidos como familia y como iglesia. Hemos conocido a mucha gente nueva que han pasado a formar parte de nosotros, incluido religiosos y religiosas. Nos han mostrado que son personas tan sencillas y con el mismo espíritu que nosotros, los jóvenes. Muy agradecido a toda la gente que nos ha acompañado en este bonito viaje, sin dejar indiferentes a las familias que nos han acogido, sin su caridad nada habría sido posible. Y por su puesto gracias a nuestro querido Papa, por enseñarnos tantas sabias palabras; por enseñarnos a vivir y a ser personas realizadas y activas.

Gracias a todos y a cada uno de vosotros.

Nos vamos, pero volveremos.

Después de mucho esfuerzo y sacrificio tanto a nivel personal como de grupo, 50 jóvenes de la diócesis de Segovia, al mismo tiempo que otros dos millones del resto del mundo, nos pusimos en camino con destino a Polonia, el país de San Juan Pablo II. Tras tres días de viaje durante los que fuimos acogidos en Francia y Alemania por el Instituto Secular de Notre Dame de Vie llegamos a nuestro primer destino: un pequeño pueblo llamado Babienica, perteneciente a la diócesis de Gliwice. Allí nos esperaban las que serían nuestras familias de acogida durante los Días en las Diócesis. Con una mezcla de entusiasmo e incertidumbre llegamos a nuestras nuevas casas y una vez allí, experimentamos en nuestra propia piel como las familias de Babienica ponían en práctica una de las obras de misericordia corporales “acoger al peregrino” con el mayor cariño y entrega posible. Nos dieron lo mejor que tenían y emplearon su tiempo de vacaciones en que nosotros disfrutáramos de la estancia con ellos, guiados indudablemente por su fe. Se trataba de una comunidad tan diferente y a la vez tan similar a la nuestra que era inevitable sentirse como en casa. Empezamos a ver entonces como la humanidad y la fe son capaces de romper con cualquier barrera construida con base en la tradición, la cultura o el idioma. Rezamos juntos, compartimos cantos y bailes, experiencias e inquietudes y llegamos a sentir un profundo cariño hacia esas personas que no nos habían dado todo con los ojos cerrados, pero con el corazón abierto. Durante estos días aprovechamos para visitar el Santuario de la divina misericordia, afianzando así nuestro conocimiento sobre el lema de la JMJ, Cracovia y su catedral, Auschwitz y Katowice, disfrutando ya del magnífico ambiente de la JMJ. La despedida de la comunidad de Babienica fue amarga, puesto que la familia se separaba y ya sabíamos lo complicado que sería volver a verla junta, aunque sin duda, la fe que nos unió, hará que las familias de Babienica estén siempre en nuestros corazones y nosotros en los suyos.

Nos pusimos en camino hacia Czestochowa donde nos reunimos con 8.000 jóvenes llegados de toda España. En el Santuario de Jasna Gora celebramos juntos la eucaristía, dando así comienzo a la Jornada Mundial de la Juventud y demostrando que los jóvenes españoles queríamos compartir con el resto nuestra fe con el resto del mundo.

Durante los días de la JMJ estuvimos alojados en Bochnia, una ciudad cercana a Cracovia cuyo alcalde entregó las llaves de la ciudad a los españoles, para que nos sintiéramos, una vez más, como en casa. Eucaristías, catequesis, festivales, visitas a las minas de sal, encuentros con nuestro obispo… fueron preparando nuestros corazones para nuestro primer encuentro con el papa. En la celebración de bienvenida, aunque bajo la lluvia, sentimos el calor de todos los jóvenes que habían viajado hasta Polonia con el mismo objetivo que nosotros.  Pues el objetivo final de la JMJ no es ver al papa, el papa móvil o hacer el mejor selfie, sino escuchar con atención lo que tiene que decirte, llevártelo a tu vida y con ello crecer en la fe y el amor a Cristo Jesús, compartiéndolos con millones de jóvenes de todo el mundo.  Ondeaban las banderas, que reflejaban el orgullo que sentían los jóvenes por sus países, sin ápice de competencia, poniendo el énfasis en aquello que nos unía y nos había llevado hasta allí, Cristo y nuestra fe, no en lo que nos diferencia.

Al día siguiente en el Viacrucis seguía lloviendo, pero no nos importaba, seguimos corriendo entre la multitud para conseguir llegar, pero Dios estaba de nuestra parte y a pesar de las dificultades conseguimos disfrutar de ambas celebraciones y volver a casa a descansar.

Afrontamos con las pilas recargadas la recta final de nuestra peregrinación. Tras varias horas de espera y calor conseguimos subirnos al tren rumbo a la estación más próxima al Campus Misericordiae. La marcha a pie se nos hizo mucho más llevadera gracias a la generosidad de la gente polaca que durante toda la tarde nos mojó con mangueras y nos dio agua. Finalmente llegamos al sitio que nos habían asignado, el recinto era mucho más grande lo que nos parecía desde el tren y estaba abarrotado de jóvenes seguidores de Jesús. Una vez más pudimos constatar que no estamos solos, porque hay al menos 2 millones de jóvenes que, como nosotros, confían en Jesús. Al caer la tarde, durante la vigilia pudimos disfrutar de momentos de oración y reflexión  todo ello en un clima incomparable de silencio respetuoso y admiración. La noche fue corta y en la mañana del domingo celebramos la eucaristía, la fiesta de la iglesia católica, universal, joven, unida en el Campus Misericordiae. Al final de la eucaristía el Papa Francisco clausuró la JMJ de Cracovia, una JMJ que no dejará indiferente a nadie y que seguirá todos los días de mi vida, porque, como dijo el Papa, el mundo y la iglesia necesitan menos jóvenes de sofá y más jóvenes con las zapatillas puestas, dispuestos a cambiar las cosas, jóvenes como nosotros. Tocaba emprender el viaje de vuelta a la vida cotidiana y empezar a contar lo vivido en Polonia

En definitiva, tras esta magnífica experiencia puedo decir más segura que nunca que confío en Jesús y que NO TENGO MIEDO.

test alba 2Como joven de 21 años he de decir que ha sido muy gratificante la experiencia. Previamente estuve en la de Madrid en 2011 y creí que nada iba a superar aquellos días en Cuéllar con los peregrinos de que allí se quedaron. ¡Cuán equivocada estaba!

Esta jornada me ha ayudado a ver que hay muchas familias capaces de dar todo aquello que poseen a totales desconocidos pero en los que confían por el mero hecho de ser peregrinos y haber viajado hasta su país por seguir a Cristo. 

En mi caso, estuve en dos pueblos distintos, con dos familias totalmente diferentes, pero con las que el inglés se volvió imprescindible para comunicarnos. En Babienica, el primer destino, me sentí una hermana más en aquella casa. Cada vez que llegábamos a casa la hija mayor, Julka, nos preguntaba siempre si necesitábamos comer o beber y en seguida nos lo ofrecía. El último día estuvo lleno de emociones ya que Julka se despedía de nosotros entre lágrimas pensando que nunca más nos volvería a ver. Esto no fue así ya que, cuando estábamos en el segundo pueblo, Bochnia, hicimos una excursión a Cracovia y nos volvimos a encontrar. Fue tan gratificante ver que al cruzarte por la calle con miles de personas ella fuera capaz de distinguirnos y venir como loca a abrazarnos... El mejor recuerdo que conservaré de estos días sin duda.

La segunda familia constaba de un matrimonio y dos hijos. El padre a penas estuvo en casa pero la madre se desvivía porque no nos faltara de nada. Lo niños al principio fueron muy tímidos y sentían vergüenza por nuestra presencia en su casa pero cuando fueron pasando los días hasta nos llevaron a su habitación para que viéramos sus juguetes. Recuerdo una conversación que tuve con la madre en la que me dijo que no sabía cómo pagarnos todo lo que le estábamos aportando a su familia, que era algo de lo que siempre estaría agradecida. ¿Nosotros estábamos aportando a su familia? ¡Eran ellos los que nos daban todo lo que tenían, un techo, un lugar donde dormir, comida...!test alba 4

Todo esto se juntó con los tres días de autobús de ida y tres de vuelta con la diócesis de Segovia. Había muchos amigos a los que ya conocía y con los que ya simpatizaba pero nunca hubiera imaginado que congeniaría con tanta gente y menos en dichas condiciones, donde el cansancio hacía mella en nuestro carácter.

Me llevo muchos gratos recuerdos que espero no olvidar nunca, ya que me ayudarán a crecer como persona y a empatizar con gente de distintos caracteres a mí. Desde luego, no me arrepiento de haber asistido a esta JMJ en Cracovia. 

Gracias a Dios, este verano he tenido la oportunidad y la suerte de poder disfrutar de una experiencia inolvidable, de estas que se te quedan marcadas para toda la vida, que te hace crecer como persona, te hace ver que no tienes que tener miedo de tu Fe, tu religión, que millones de personas más creen como tú y que ninguna tiene miedo de demostrarlo.

Han sido unos días impresionantes, ver como unas familias sin conocerte de nada, te tratan como reyes, como si verdaderamente fueras su hijo es algo que te llena.

A pesar del miedo que tenía, ya que no sabes que familia te va a tocar, no sabes si vas a poder comunicarte con ellos, si te gustará la comida de otro país, adaptarte a sus horarios y costumbres, puedo decir que nada de eso importa, no te importa tener que llegar cansada a casa, o tener que levantarte al día siguiente a las seis de la mañana , porque sabes que vas a disfrutar del día, que te da igual que llueva, que haga un calor horroroso o que no puedas casi ni andar por tu dolor de rodilla, Dios te da fuerzas y logras llegar a donde te propones.

Y entonces en ese momento te planteas que si eso es así en un camino, ¿por qué no va serlo en tu vida?.

Este viaje me ha ayudado mucho a reflexionar, a encontrarme a mi misma, pensar en lo bueno que tengo en mi vida y a lo mejor comenzar a deshacerme de aquello que me hace tropezar.

No hay palabras para describir estos quince días, ha sido todo risas, alegría y mucha fuerza para afrontar el año que viene por delante; además de que he tenido la suerte de estar con un grupo de personas fantástico, que sin conocer antes de nada, sabes que nunca las vas a olvidar y que si algún día vuelves a reencontrarte con ellas, recordareis juntos las horas que hemos pasado en un autobús, las canciones que cantábamos, y además sabes que te lo vas a pasar bien con ellos.

Y lo mas importante de este viaje es que nos hemos dado cuenta ,o al menos yo, que ninguno de nosotros somos jóvenes sofás, si no que tenemos puestas las zapatillas y estamos dispuestos a recorrer el mundo si hace falta por defender aquello en lo que creemos. 

Mi primera jornada mundial de la juventud, difícil de definirla brevemente, ha sido demasiada especia, quizá  por ser la primera o por el significado que tiene estas jornadas, el acudir a la llamada del Santo Padre como peregrinos siguiendo la cruz de Cristo.

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Tanto la primera parte en Babienica, como la segunda ya en Bochnia son claros ejemplos de abrir nuestro corazón a los demás, y compartir con ellos todo lo que tenemos, el llegar a una casa de gente totalmente desconocía, que lo único que tenemos en común es nuestro Dios y ver cómo te acogen, como te reciben y se preocupan en todo momento de cómo estas es maravilloso, el poder compartir con ellos la experiencia vivida, el intercambiar  con ellos curiosidades de nuestro país y por supuesto hablar de nuestras culturas, totalmente distintas, es muy enriquecedor a nivel personal, el idioma no ha sido un impedimento para la convivencia, ha sido un reto superado. No podre olvidar nunca el trato que nos han dado las familias polacas, estaré eternamente agradecido.

test juan 2Esta peregrinación ha sido muy especial para mí por poderla hacer con gente a la que tengo mucho cariño y que considero buenos amigos, también he conocido a gente nueva, y que espero seguir manteniendo el contacto con ellos durante muchos años, que el buen grupo de jóvenes que hemos formado los de Segovia, guiados por nuestro obispo no se quede en esta jornada, si no que, como dice nuestra Papa Francisco, nos pongamos los playeros y salgamos a la calle, somos los jóvenes de la Iglesia Católica, y somos muchos, se nos tiene que ver y oír.