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«QUEREMOS SEGUIR SIENDO CORAZÓN ORANTE PARA IMPULSAR VUESTRAS MANOS, SEGUIREMOS SIENDO FARO»

Pag.5 Hermanas Corpus

 

Somos un Convento de Hermanas Clarisas, conocidas como las Hermanas de Corpus, ya que nuestra Iglesia tiene como titular al CORPUS CHRISTI, y nuestra vida se ha desarrollado siempre en torno a la Adoración Eucarística.

      Todas y cada una de nosotras, las hermanas, que conformamos este convento, sentimos la llamada del Señor a seguirle cada día, porque solo quien te ha dado todo puede pedírtelo todo cada día… En palabras de nuestra Madre Santa Clara, "Ama totalmente a quien totalmente se entrego por tu amo”. A veces, nuestra vida puede ser desconocida incluso para los miembros de la propia Iglesia, por eso hoy, queremos traspasar los muros de nuestro convento y dar unas pinceladas torpes con estas letras para reflejar en papel, algo de lo que es nuestra vida. Aunque no es una vida para comprender racionalmente sino para entender la a la Luz del Espíritu.

      En la Iglesia la dimensión contemplativa y la activa se entrelazan sin que se las pueda separar. Pero a nosotras se nos llamo a vivir exclusivamente en esa vida de contemplación. Como signo de la unión exclusiva de la Iglesia Esposa con su Señor, como signo de la Oración de Jesús al Padre. En una búsqueda que comporta la búsqueda constante de Dios. Somos buscadoras de Dios, testimoniando en  nuestro mundo que Dios existe y es, que es real, que es VIVIENTE, que es PERSONAL que es providente, e infinitamente bueno, AMOR…que es santo. De tal modo que el fijar la mirada y el Corazón en Él, viene a ser nuestro lugar en la Iglesia, "solo Dios basta".

      Queremos ser para todos hoy como ese pequeño faro, desgastado por los años, pues muchas de nuestras hermanas son mayores, pero un faro que sigue alumbrando en medio de la noche de nuestro mundo a todos los que bregan en las barcas en medio de la tormeta, las olas, el vendaval, del sufrimiento, del sinsentido, de las tormentas…, un faro que no tiene luz propia sino la que absorbe y de la que empapa en la intimidad con Dios para ser ese intrumento que dirija a todos en el mar de este mundo, en medio de la oscuridad a la meta segura, Dios, para ser el aliento que les invite a seguir remando mar adentro,  porque el puerto es seguro. Sosteniendo con nuestra oración y vida a todos los que bregan en este mar de la vida, de día y de noche

      Somos ese farillo luminoso en alto, solo aparentemente colocado al azar. Señal que ayuda a ver el rostro de Dios en medio de los afanes de cada día y dando a esos afanes sentido desde Dios, para no olvidar lo que somos, hijos de Dios, de dónde venimos, a donde vamos y en quien vivimos. La Trinidad. Sosteniendo esas barquillas o tablas en el agua. Pero nuestra vida reclama como toda opción cristiana radicalidad santa, porque nosotras, Sino bebemos en el manantial de Dios, sino nos empapamos de ello no podemos ser espejo ni señal para los demás.

       Adoramos, alabamos, a la Santísima Trinidad, comunión de amor, donde nos queremos sumergir, para alabar a Dios por sí mismo, sin más. Para dar gloria a Dios por si mismo y recordar a todos la centralidad de Dios, de la Palabra, y poniendo ante Él a todos los hombres, sosteniendo a todos los miembros sufrientes del mundo y de la iglesia, gastando y desgastando nuestra vida en la llama de Amor de la Trinidad para ser destello de esa comunión de vida que es.

      Nosotras buscamos a Dios durante toda la vida. Somos mendigas, hermanas pobres de Santa Clara, mendigas del amor, mendigas del "AMOR que no es amado", buscadoras en todo del Amado en su Palabra. Como respuesta con nuestra vida claustral, del amor a Dios que se entrego sin reservas, como respuesta de amor gratuito, a su inmenso amor sobre el hombre, la Creación, la redención. Este sentido de intimidad, no significa aislamiento, ni apropiación individualista de la Palabra. No… no es egoístamente para nosotras mismas, sino para derramarlo traspasando los muros con el silencio sonoro. El cristiano escucha la Palabra, pero como miembro del cuerpo que es la Iglesia. Cada uno la recibe, pero para utilidad común por ello.

      A la luz de esto, nosotras, monjas del Corpus, hermanas contemplativas en clausura, revivimos y continúanos en la Iglesia la obra de María. Acogiendo al Verbo en la fe y en el silencio de adoración, nos ponemos al servicio del misterio de la Encarnación y, unidas a Jesucristo en su ofrenda al Padre, nos convertimos en colaboradoras del misterio de la Redención. Así como María, con su presencia orante en el Cenáculo, custodió en su corazón los orígenes de la Iglesia, así al corazón amante y a las manos juntas de las hermanas, se confía el camino de la Iglesia siendo espejos del Esplendor de la Gloria y lo vivimos de una manera particular en un recinto como expresión especial de pertenecer sólo a Él, signo profético de la clausura es una llamada al cristiano de hoy al hombre de hoy a reconocer la propia necesidad de concentrarse en Dios y en Cristo. De modo que nosotras, pobres criaturas, dirigidas y absortas en Dios, podemos vivir únicamente para alabanza de su gloria y para los demás. Aunque de esto se habrán dicho muchas cosas…

      No se ingresa en la clausura para buscar un refugio o para huir de las dificultades del mundo, sino para acoger, para participar más profundamente de la vida de los hombres, de sus más secretas y desconocidas aspiraciones, de su dolor. Como en medio del sufrimiento que está comportando esta pandemia, en nuestro ahora.

      Las «hermanas pobres de santa clara», desde el «claustro» de su interioridad, a ejemplo de María (cf. 3 CtaCl 19), se hacen acogida, morada e icono del Dios del amor; del Dios Trinidad y este testimonio se «refleja» y se proyecta al mundo entero. Como esperanza, consuelo, aliento de la misericordia de Dios.

      Es decir, ante la cultura de nuestros días, que ha invadido los espacios interiores del hombre proclamamos con nuestra vida , queremos ser puente entre los sentidos y el corazón, puente levadizo a la hora de comunicarse con Dios sin interferencias, pero abatible y llano al volver con la respuesta para el hombre y estar cercanas y solildarias con los hombres y mujeres de nuestra época, por ello la fraternidad devuelve ese sentido de familia Universal que como Hermanas Franciscanas clarisas queremos decir que es posible.

      Queremos ser una llamada permanente a correr la aventura de la fe, viviendo el radicalismo evangélico, ser testigos del Resucitado desde y en la oración, dedicadas solo a Dios, con alegría y sencillez traspasada por la Resurrección por todos y para todos. Siendo mujeres de nuestro tiempo aunque en esta particular vocación. 

      Ante tanto dolor y sufrimiento en este tiempo de pandemia, ante tanto amor, solidaridad y esperanza…queremos seguir siendo corazón orante para impulsar vuestras manos. Id y proclamad el Evangelio, nosotras seguiremos siendo faro.

      Gracias por vuestro cuidado amoroso , respeto y ayuda a la vida contemplativa claustral. Os lo agradecemos.

Madre María Rocío A osc
Hermanas Clarisas Convento del Corpus Christi Segovia