Este domingo de Pascua la Iglesia nos invita a mirar a Cristo, el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas. He pedido a los sacerdotes que en las eucaristías anuncien mi propósito de abrir el seminario menor para aquellos muchachos que sientan la llamada de Cristo a ser sacerdotes o, al menos, estén dispuestos a discernir si les llama. Segovia sólo tiene en la actualidad un seminarista mayor. Quiere decir que en los años que vienen no serán ordenados sacerdotes al servicio de nuestras comunidades. Además, los sacerdotes envejecen y en breve muchos llegarán a la edad de jubilación sin encontrar relevo. Bastarían estas razones para empeñarnos en abrir caminos y desarrollar iniciativas que respondan a este grave problema diocesano. Pero hay más razones para confiar en el Señor y fiarnos de sus palabras: rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies. ¿Cuáles son esas razones? 1. Cristo no deja de llamar al ministerio sacerdotal. Llamó a los apóstoles y sigue llamando. Su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo conlleva la llamada al sacerdocio que le hace presente como Buen Pastor de su pueblo. Hay que acompañar a niños, jóvenes y adultos en el discernimiento de esta llamada del Señor que quiere hacer de ellos «otros Cristos». ¡Invitemos a las nuevas generaciones a escuchar a Cristo! 2. Entregar la vida a Cristo, sirviendo a los hermanos como sacerdotes, es una tarea hermosa, trascendente, llena de sentido, en la que los llamados encontrarán la plena realización de sus deseos de hacer de su vida un «signo» del amor de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. Así lo vemos en el Papa Francisco y en tantos pastores de la Iglesia que viven entregados a servir a Cristo en los hermanos. ¡No basta con admirarlos, hay que seguir sus huellas! 3. El hombre de hoy, y nuestra sociedad, necesita testigos de la trascendencia, profetas de la verdad y de la justicia, misioneros de la paz, servidores de la misericordia, pregoneros de la alegría, buenos samaritanos que carguen con las dolencia de los hombres, apóstoles del perdón y ministros de la eucaristía que Cristo ha querido expresamente dejar en sus manos. ¡No dejemos huérfanos de tanta riqueza a los hombres de hoy! 4. Las comunidades cristianas no pueden sobrevivir sin sacerdotes que las sostengan con la palabra, los sacramentos y la gracia de Cristo. Es imprescindible el ministerio sacerdotal para que toda la Iglesia sea el pueblo sacerdotal, vivificado por el Espíritu que ha sido dado a los apóstoles y colaboradores para que se edifique la Iglesia y la salvación de Cristo llegue a todos los hombres. ¡Valoremos la gracia del ministerio sacerdotal! 5. A pesar de sus deficiencias y pecados, Cristo está presente en sus sacerdotes como hermano y padre de los pobres, consolador de los que sufren, animador de los desesperados, defensor de los marginados, amigo de los pecadores y médico de los heridos y agonizantes. El sacerdote es signo vivo de esperanza y testigo de la vida eterna. ¡No seamos indiferentes ante el sufrimiento de los hombres! 6. Las nuevas generaciones necesitan abrirse a la belleza de seguir a Cristo dejando todo por él y compartir con él su propia misión redentora. ¡Demos testimonio los que somos sacerdotes de que nada es comparable con esta misión! 7. El hombre está hecho para amar y ser amado. Y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que hizo Jesús como Buen Pastor. Estoy seguro de que no faltarán quienes, contemplando a Cristo, descubran que están llamados a ser como él y entregar la vida como pastores que reflejen su rostro en medio de los hombres. + César Franco Obispo de Segovia.