Secretariado de Medios

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El Santo Padre preside la Santa Misa del Domingo de Ramos invitando a los fieles a no abandonar lo que realmente importa.

Como inicio de una Semana Santa peculiar, que viviremos en nuestros hogares, el Papa Francisco ha presidido la Eucaristía del Domingo de Ramos en una basílica de San Pedro de El Vaticano prácticamente vacía. El Pontífice ha iniciado su homilía asegurando que Dios nos sirvió “dando su vida por nosotros”, es decir, pagó un gran precio por nosotros por una razón: nos ama.

Francisco ha puesto ante nosotros la imagen de la traición que sufrió el Señor: la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. El objetivo es que seamos conscientes de que cuando alguien defrauda la confianza que depositamos en él, es algo “terrible”. Por ello, ha invitado a que seamos sinceros con nosotros mismos: Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas. Sabedor de nuestra debilidad e inconstancia, el Señor “nos curó” cargando con nuestra infidelidad y borrando nuestra traición para que podamos contemplar al Cristo Crucificado diciendo: Mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús.

En alusión al Evangelio, Francisco ha subrayado la frase de Jesús: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Una sentencia “dura” que, según ha asegurado, refiere al experimento de la soledad más absoluta del Señor. No obstante, un experimento que es una muestra más de su servicio a nosotros: Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos.

Ante la desolación que vivimos por la pandemia del coronavirus y con el sentimiento de abandono latente, Jesús nos dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene”, asegura el Papa.

Así, Francisco ha hecho referencia a la situación que atraviesa el mundo entero debido a la crisis provocada por el coronavirus y ha subrayado que es un drama que nos está obligando a tomar en serio lo que cuenta y a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Por eso, y ante la Semana Santa que hoy comenzamos, ha pedido que en estos días nos pongamos ante el Crucificado y contactemos con aquellos que sufren, están solos o necesitados.

Finalmente, el Papa ha enviado un mensaje a los jóvenes, puesto que hoy se celebra la XXXV Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano: Queridos jóvenes: Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás.

 

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La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española ha hecho pública una nota en relación a la situación de alarma que ha provocado la pandemia y con motivo de la celebración de la Semana Santa.

En la nota, los miembros de la Comisión Ejecutiva señalan que “queremos mostraros nuestro gran afecto y dirigiros con sencillez una palabra de ánimo y esperanza, apoyándonos confiadamente en Dios. Somos discípulos de un Dios que tiene entrañas: se conmovió por Lázaro, su amigo fallecido, por el hijo de la viuda o la hija del centurión, consoló a los tristes y curó a los enfermos y dio su vida en la Cruz para ofrecernos una vida nueva y eterna, como celebramos en la Semana que se inicia este Domingo de Ramos”.

En esta situación desconcertante, para la que nadie estaba preparado, los obispos señalan que “estamos viendo múltiples historias de santidad y variados ejemplos de entrega y heroísmo que muestran cómo el ser humano es capaz de superar grandes desafíos sirviendo a los demás con amor, generosidad, fortaleza y sacrificio”. Al mismo tiempo reconocen y agradecen “la entrega generosa de los profesionales de la salud plenamente volcados en la atención médica y humana a los enfermos, así como a los equipos de investigación que buscan soluciones a la pandemia. También queremos mostrar nuestra cercanía y apoyo a los ancianos y quienes viven en las residencias de mayores. A ellos, garantes de nuestra sabiduría e historia, debemos todo en nuestra vida y es el momento de devolver tanto amor y sacrificio. Nuestro agradecimiento a quienes se empeñan vivamente en cuidarles con cariño y esmero”.

En su nota, agradecen también a los sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos por su dedicación pastoral: celebrando la Eucaristía, atendiendo a las familias y a las personas que viven solas, acompañando a los enfermos; así como a los monasterios de vida contemplativa que mantienen viva la llama de la esperanza con su oración. En especial aprencian “la disponibilidad incansable de los presbíteros y agentes de pastoral para acompañar estos difíciles momentos y sostener a las familias en el duelo con esperanza cristiana“ en los cementerios y en los hospitales y se preguntan si, en estos momentos, “no sería posible producir en nuestro entorno más equipos de protección que, además de proteger al personal sanitario, permitiera la presencia de los familiares más cercanos y la debida asistencia espiritual”.

En lo que se refiere a la atención a los enfermos, los obispos recuerdan el mensaje de la Pontificia Academia para la vida que señala la igual dignidad de toda vida humana, y que el tratamiento a cada persona “no se puede basar en una diferencia en el valor de la vida humana y la dignidad de cada persona, que siempre son iguales y valiosísimas. La decisión se refiere más bien a la utilización de los tratamientos de la mejor manera posible en función de las necesidades del paciente… La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección”.

Al agradecimiento a todas las familias y los trabajadores de los diversos sectores “que hacen posible que nuestras vidas puedan seguir adelante”, los obispos de la Comisión Ejecutiva unen su preocupación por la situación de los “más vulnerables, empobrecidos y en riesgo de exclusión” para los que pide y agradece el apoyo de “benefactores, colaboradores y voluntarios por su generosa caridad”. Al mismo tiempo señalan “gran herida en el campo económico, laboral y social del país” y la necesidad de un “el esfuerzo por paliar con altura de miras y sin intereses particulares las consecuencias de esta pandemia que genera sufrimiento y pobreza. Para salir de esta crisis vamos a necesitar más que nunca la colaboración estrecha entre el sector público y el privado, entre las instituciones civiles y religiosas. Hacemos un llamamiento a una alianza de toda la sociedad y sus instituciones en favor de este gran proyecto común”, para lo que “ofrecemos nuestros recursos humanos y materiales para hacer frente a este desafío. Juntos podremos superarlo y vislumbrar el futuro con esperanza”.

Los obispos concluyen con “una llamada a la esperanza, fundada en la resurrección del Señor y en su promesa:

“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)”.

Descaragar texto completo de la nota 

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Mañana es Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa, que este año estamos llamados a vivirla y celebrarla en nuestros hogares, cumpliendo esta cuarentena. Nuestros templos están más vacíos que nunca, más en silencio que nunca, pero cada uno de nuestros hogares es una pequeña iglesia donde vivir la fe.

Para poder vivir la Pascua de este año de una manera activa y como ayuda de parroquias y comunidades, durante estos días, iremos compartiendo en la página web de la Diócesis unos materiales elaborados por las Delegaciones de Liturgia de las Diócesis de Astorga, Ávila, Burgos, Ciudad Rodrigo, León, Osma-Soria, Oviedo, Palencia, Salamanca, Santander, Segovia, Valladolid y Zamora… especialmente concebido para estos momentos y para vivirlo en familia.

Este material es un subsidio complementario de las celebraciones en directo, o cuando éstas no se pueden tener.

Desde las Delegaciones de Liturgia, antes de empezar aconsejan seguir estos sencillos pasos:

  • Buscar el momento adecuado (el Domingo de Ramos y Domingo de Pascua puede ser a mediodía, Jueves Santo y Sábado Santo por la tarde-noche previo a la cena y el Viernes Santo por la tarde.
  • Preparar un portátil, ordenador o smart tv para visionar el video del comienzo.
  • Ambientar el lugar (una vela encendida, una biblia abierta, un crucifijo o una imagen del Señor Jesús, un símbolo que haga referencia a la celebración del día tal como indicamos al comienzo de cada celebración).
  • Reunir a la familia, a quienes estáis en el mismo domicilio en la cuarentena en el salón u otro espacio de encuentro, que sea cómodo para orar (para el Domingo de Ramos, Viernes Santo y Domingo de Pascua).
  • El lugar adecuado para el Jueves Santo y el Sábado Santo será la mesa del lugar donde se come en ocasiones especiales.

El esquema de cada día es el siguiente:

  • Introducción (palabras de un adulto y visionado de un video)
  • Oración del padre o madre de familia
  • Lectura del Evangelio (con varios de la familia)
  • Oración de los fieles
  • Padrenuestro
  • Comunión espiritual
  • Oración final
  • Oración a María por el final de esta pandemia.

DESCARGAR MATERIALES: SEMANA SANTA EN FAMILIA

 

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Domingo de Ramos

 

Jueves Santo

Viernes Santo

Vigilia Pascual. Sábado Santo

Domingo de Pascua

 

La Semana Santa se inicia con el Domingo de Ramos. Jesús partió desde Betfagé, al otro lado del monte de los olivos, montado en una borriquilla hasta Jerusalén. Este itinerario se actualiza cada año en la llamada procesión de ramos, que, bendecidos, se guardan en las casas como recuerdo. Aún conservo yo palmas de los años pasados en Segovia.
Este año, debido a la pandemia, la procesión no se realizará litúrgicamente. Su simbolismo, sin embargo, no queda afectado por el virus. Podemos vivirlo interiormente. El Papa emérito Benedicto XVI distinguía en la peregrinación, sin separarlas radicalmente, la dimensión externa de la interna. Sin la interna, la externa queda devaluada. Lo mismo puede decirse de las procesiones: sin el camino interior hacia la conversión, lo externo puede resultar ineficaz. Rasgad el corazón, no las vestiduras, decían los profetas.
¿De qué manera puede realizarse esta procesión interior en el domingo de de Ramos? La liturgia de este día tiene dos aspectos inseparables: la procesión de Ramos, en la que Jesús es aclamado con vítores, presenta el triunfo de Cristo como rey pacífico que viene a establecer la paz sin servirse de medios violentos: Es la paz que se establece en el corazón de los hombres mediante la justicia, la humildad y la conversión del corazón. El pueblo lo aclama con cantos y reconoce su señorío. Pero, inmediatamente después, la liturgia proclama el evangelio de la pasión para indicar que la paz que trae Jesucristo es fruto de su pasión y muerte. Se cumple lo que dice Jesús a los discípulos de Emaús: es preciso que el mesías padezca para entrar en su gloria.
Pasión y gloria son inseparables en la vida de Jesús y del cristiano. Procesionar interiormente lleva consigo aceptar la pasión para disfrutar de la gloria. En este tiempo de pandemia podemos hacer este ejercicio espiritual. Todos, de una u otra manera, estamos sufriendo: bien por haber perdido un ser querido o conocido, bien porque vivimos en nuestra familia el sufrimiento de un contagiado, bien porque nos asalta el temor de ser futuras víctimas. Sufrimos también con quienes sufren en una solidaridad fraterna expresada de diversas maneras, con iniciativas nacidas del amor que restauran la imagen tantas veces negativa que tenemos del hombre. En este sentido, padecer con otros y por otros enaltece al hombre. Es parte de su dignidad. El Jesús crucificado por amor ha expresado como nadie que la compasión —padecer con— desvela las entrañas del Dios misericordioso y la dignidad del hombre que es compadecido. Por eso aplaudimos a quienes compadecen, como signo de nuestro respeto y admiración.
La gloria verdadera sólo viene de la entrega de uno mismo. La gloria de la que habla Cristo y el evangelio no es la que recibimos de los hombres. De esta gloria dice Jesús: «¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?» (Jn 5,44). Esta gloria que viene del único Dios es la que inunda a Jesucristo en su propia entrega: es la gloria del amor, que le lleva a la cruz para vencer la muerte y resucitar glorioso del sepulcro. Es la gloria de su servicio a la humanidad entregando la vida. Es la gloria del Siervo, que, aunque aparezca ultrajado y desfigurado, brilla con el esplendor de una belleza que no se queda en las apariencias sino que desvela el sentido último de la condición humana: entregar la vida por amor. Esa es la verdadera gloria, la que nadie nos puede arrebatar ni oscurecer, ni siquiera la muerte, porque es propio de Dios vencer hasta la misma muerte. Vivir esta pasión y gloria en el interior es realizar una verdadera procesión de ramos.

 

+ César Franco
Obispo de Segovia

Miércoles, 01 Abril 2020 16:32

REVISTA DIOCESANA ABRIL 2020

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Perdón sin sacerdote

Vivimos momentos de incertidumre. Nos encontramos aislados en casa sin poder realizar muchas de las actividades cotidianas. Y una de ellas es la confesión. Muchos fieles están habituados a recibir el sacramento del Perdón de forma habitual. Otros buscan confesar sus pecados para celebrar, con su alma limpia, la Pascua de la Resurrección del Señor. Pero, ¿cómo podemos hacerlo sin salir de casa?

Debido a las medidas de confinamiento establecidas tras el decreto de estado de alarma a causa de la pandemia del coronavirus, la mayoría de templos están cerrados o tan solo abren para celebrar la eucaristía, también a puerta cerrada. A pesar de ello, existen vías para poder confesarse.

En primer lugar, podemos hablar con nuestros párrocos a través del teléfono o las vías de comunicación más modernas. Algo que puede resultar sencillo si tenemos el contacto del sacerdote.

Pero, ¿y si no es posible? ¿cómo lo hacemos? El Papa Francisco nos daba las claves hace unos días. "Habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: Señor, he hecho esto, esto, esto,...Perdóname". Así lo subrayó el Santo Padre y lo recoge un Decreto de la Penitenciaría Apostólica, haciendo alusión al Catecismo de la Iglesia Católica: "Los fieles individuales que se encuentran en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, deben recordar que la contrición perfecta [...] y acompañada del votum confessionis, es decir, por el firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales".

Esto quiere decir que, si nos dirigimos al Padre con un corazón arrepentido y rezamos el acto de contrición -oración por la que pedimos perdón por nuestros pecadoso y y hacemos propósito de enmienda-, lograremos el perdón de nuestros pecados.

Además, cabe recordar que el Santo Padre, ante estas circunstancias excepcionales en las que nos encontramos, ha concedido la indulgencia plenaria a los enfermos del COVID19, así como a sus familiares y los trabajadores sanitarios.

*ORACIÓN PARA EL ACTO DE CONTRICIÓN
Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados y los aborrezco, porque al pecar, no sólo merezco las penas establecidas por ti justamente, sino principalmente porque te ofendí, a ti sumo Bien y digno de amor por encima de todas las cosas. Por eso propongo firmemente, con ayuda de tu gracia, no pecar más en adelante y huir de toda ocasión de pecado. Amén

Martes, 31 Marzo 2020 19:08

VIRGEN DE LA FUENCISLA, VALEDME

FUENCISLA

 

Nos encontramos en una situaión especialmente difícil ocasionada por la pandemia del coronavirus. No solo a nivel sanitario, sino también a nivel emocional. Cada día nos llegan informaciones desoladoras con cifras de contagiados y fallecidos que nos hacen palidecer. Cada día esperamos que no nos toque a nosotros, ni a los nuestros, porque el círculo se va estrechando.

Pero si algo podemos hacer los cristianos es confiarnos al Señor, ese que nunca suelta nuestra mano por muy complicado que sea el momento. Como dijo el Papa Francisco el pasado viernes día 27 en el momento de oración (convocado por él mismo) en la plaza de San Pedro de el Vaticano: "no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos".

En Segovia, tenemos como patrona a la Virgen de la Fuencisla. Cuando necesitamos consejo u oramos ante alguna dificultad, pedimos su intercesión. De hecho, en la antigüedad, ante desgracias o situaciones difíciles se la invocaba con una frase: «MADRE DE DIOS, VIRGEN DE LA FUENCISLA, VALEDME».

Atendiendo a la situación por la que atraviesa, no solo la capital, sino toda la provincia de Segovia, ahora más que nunca debemos recordar esas palabras e invocarlas en nuestras plegarias. Una llamada que también sirve de recuerdo a la herencia de nuestros abuelos y que el pueblo de Dios ha de recuperar.

La Residencia El Sotillo de Cáritas ha recibido de la Gerencia Territorial de Segovia en este día sábado, material para hacer frente a las dificultades que se han ocasionado en la misma como consecuencia de la epidemia que azota a todo el país.

Con todo este material, y el recibido el pasado miércoles 18 de marzo de 2020, podremos afrontar tan delicada situación a pesar de las 28 bajas de profesionales que se dan en el centro durante los últimos días.

Como director del centro Residencial El Sotillo quiero agradecer a la Gerencia Territorial de Segovia el envío de material que cubrirá durante un tiempo las necesidades de nuestros mayores y profesionales.

El director del centro y Cáritas Diocesana reconocemos el buen servicio que esta gerencia está prestando ante las grandes dificultades que pasan las residencias de ancianos de la provincia.

Nuestra misión es proteger a los mayores, las personas más vulnerables en esta crisis sanitaria con el único fin de cortar la entrada o circulación de este maldito virus. Conseguir dicho objetivo no sería posible sin la colaboración de todos.

 

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Caritas Diocesana de Segovia 

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 En la mañana de hoy, Cáritas diocesana de Segovia se ha puesto en comunicación con la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León y con la Subdelegación de Gobierno en Segovia. El motivo, informar de las dificultades con las que se encuentra la Residencia de Mayores de El Sotillo para poder llevar a cabo su misión de atender y proteger a los mayores, las personas más vulnerables en esta crisis sanitaria, y cortar la entrada o circulación del virus en la residencia.

Este objetivo se ve difícilmente lograble en estos momentos, puesto que no se dispone de Equipos de Protección Individual (EPI), tampoco de oxígeno, ni, sobre todo, del personal cualificado necesario para poder sustituir las numerosas bajas laborales que se han suscitado en los últimos días.
Ante esta situación de extrema gravedad por la falta de personal y de material de protección -sumada a la no provisión de éste por parte de la administración pública- y pensando en el bienestar de los mayores, la dirección del centro solicita a las autoridades pertinentes las siguientes medidas:
• La realización de las pruebas de detección de COVID-19 entre los residentes del centro.
• El traslado inmediato de positivos y personas aisladas del centro a estancias medias o lugares habilitados a tal fin.
• Y si llegara el caso, la asunción, por parte de la Gerencia de Servicios Sociales, de la gestión de este Centro, proveyendo todo el personal sanitario y medios técnicos fundamentales, o la intervención de la UME y personal sanitario del ejército en el contexto de la asunción de la responsabilidad por parte de la Administración Pública.
Actualmente la situación, aunque en estos momentos ningún anciano está infectado, es límite debido a las bajas de personal. El centro ha informado a los familiares de los residentes y mantiene la esperanza de que las administraciones puedan cursar las ayudas que desde Cáritas diocesana se han solicitado y que hasta el momento han sido desoídas.

El milagro de la resurrección de Lázaro constituye un puente entre la primera y la segunda parte del evangelio de Juan. La primera parte, llamada «libro de los signos», es un conjunto de milagros a través de los cuales Jesús manifiesta su identidad. Las bodas de Caná, la multiplicación de los panes, el ciego de nacimiento permiten a Jesús hablar de sí mismo con el admirable lenguaje de los signos: él es el vino nuevo de la salvación, el pan bajado del cielo, la luz del mundo que nos permite ver el horizonte trascendente de las cosas. Con el milagro de la resurrección de Lázaro, se llega al clímax de las afirmaciones de Jesús: Yo soy la resurrección y la vida. Ninguna afirmación puede superar a esta que nos habla de Cristo como Absoluto, como el Día último en que resucitarán los muertos.
La segunda parte del evangelio de Juan se llama «libro de la gloria» porque presenta la muerte y resurrección de Jesús a la luz la «gloria» con la que Dios mismo se manifiesta en su propio Hijo. Cuando, al mandato de Cristo de quitar la losa del sepulcro, Marta responde que su hermano lleva ya cuatro días enterrado y huele mal, Jesús replica: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios». La enfermedad y muerte de Lázaro servirá, como dice Jesús a sus discípulos, «para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
¿En qué sentido? Es claro en todo el relato que Jesús desea acrecentar la fe de los suyos y sembrar la fe en quienes aún no creen en él. Entre los judíos, había quienes creían en la resurrección de los muertos, al final de los tiempos, y quienes la negaban, como los saduceos. El milagro de la resurrección de Lázaro manifiesta el ser mismo de Jesús: el es la resurrección y la vida. Pero paradójicamente, este milagro, que suscita la fe en muchos judíos, se convierte en el hecho que provoca la reunión del Sanedrín que decide darle muerte. Así lo dice proféticamente el sumo sacerdote Caifás: «Conviene que uno muera por el pueblo». Y desde aquel día decidieron darle muerte.
Queda aún sin esclarecer una cuestión ya aludida: ¿en qué sentido el milagro de la resurrección revela la gloria de Dios en Jesús? En primer lugar, por el hecho mismo: el poder de resucitar a un muerto sólo pertenece a Dios, que manifiesta así su gloria, su soberanía sobre la vida y la muerte. Pero hay todavía otro motivo latente en el relato. La resurrección de Lázaro anuncia y prefigura la definitiva resurrección —la de Cristo— que hace de su muerte una muerte gloriosa, pues gracias a ella, Jesús atraerá todas las miradas hacia él, es decir, será reconocido como el vencedor de la muerte. Por eso puede decir a Marta: «el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
La fe en Cristo nos introduce ya aquí, en este mundo, en el ámbito definitivo de la Vida. Creer en él y vivir para siempre son las dos caras de una misma realidad. Este evangelio, por tanto, nos dispone a vivir el misterio pascual de Cristo con la esperanza de la vida inmortal, aunque pasemos por el trance de la muerte física. Como a Marta, Jesús nos pregunta: ¿Crees esto? La fe en la resurrección no es una ilusión sin cumplimiento, ni un anhelo sin plenitud: es la señal que define al cristiano, la verdad contundente del Credo que sostiene las demás verdades como la clave de bóveda. Sin la resurrección no hay cristianismo, no hay Cristo. El cristiano afronta la muerte con la serenidad de quien vive ya en la Vida, de quien ha sentido, según dice el poeta J.A. Peñalosa, que «Dios besó al pecador en la mejilla», cuando su Hijo tomó nuestra carne y puede, por tanto, afirmar: «y muerte no es morir si estoy contigo».

 

+ César Franco
Obispo de Segovia