Nos encontramos en una situación de emergencia sanitaria originada por la pandemia del COVID19, el coronavirus. Por este motivo, desde la dirección de la Residencia Cáritas el Sotillo quieren informar a todas las familias de los residentes que, tanto por parte de la dirección como de todos los trabajadores, están empleando todos los medios de que disponen a su alcance para sacar adelante el trabajo.
En el centro atraviesan una situación delicada respecto a las bajas de personal ya que cuentan con una veintena de bajas. Afortunadamente, la mayoría de ellas han sido cubiertas gracias a un gran esfuerzo, dedicación y trabajo. Además, cada trabajador dispone de EPI (Equipo de Protección Individual) para poder desarrollar su labor con la máxima seguridad.
En cuanto a los residentes, todos ellos han sido aislados en sus habitaciones como medida preventiva y diariamente se les practica un control de constantes (saturación y temperatura). Cabe destacar que, a pesar de que en el último mes se han producido tres fallecimientos, NINGUNO ha dado positivo en COVID19.
El protocolo de comunicación con las familias se desarrolla a través del departamento de enfermería, teniendo en cuenta que cualquier incidencia que pueda acaecer será comunicada durante la tarde al familiar responsable del residente. Así, si no se recibe ninguna llamada, se entenderá que todo está dentro de la “normalidad”.
Los responsables del centro entienden el golpe emocional que supone la falta de contacto con los seres queridos, pero destacan que lo primordial es la atención asistencial a los residentes que allí viven. Tanto la dirección como el departamento de enfermería y terapia ocupacional atienden los cientos de llamadas que reciben diariamente. Por este motivo, inciden en que es de vital importancia no saturar las líneas y recomiendan que solo llame un familiar por residente.
La pandemia del COVID19, el coronavirus, continúa haciendo estragos no solo en nuestro país, sino a nivel mundial. En esa misma dimensión, la internacional, es donde la Iglesia está demostrando su comunión más que nunca. Así, esta semana hay planteadas tres citas.
El Papa Francisco nos invita a una oración del Padrenuestro el próximo miércoles día 25, día de la Anunciación del Señor, a las 12.00 horas del mediodía.
Ese mismo día, el miércoles 25, los fieles españoles estamos llamados a rezar el rosario junto a nuestros vecinos de la Iglesia portuguesa. Tras él, se procedderá a la consagración de la Península Ibérica y sus islas al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, a la que se tiene una devoción arraigada en tantas diócesis.
Además, el viernes día 27 de marzo, el Santo Padre ha llamado a la oración conjunta tras la que impondrá la bendición Urbi et Orbi desde San Pedro del Vaticano.
Dado que debemos permanecer en nuestros hogares, todas estas citas podrán seguirse a través de TRECE en la televisión y COPE en la radio. Asimismo, las redes sociales oficiales retransmitirán estos actos.
La situación que atravesamos a nivel global a causa del coronavirus ha dado lugar al aplazamiento y cancelación de actividades y eventos en todos los ámbitos, también en el seno de la Iglesia. Así, la Santa Sede, con fecha 19 de marzo de 2020, ha publicado un decreto en relación a la celebración del Triduo Pascual.
Dicho decreto también hace referencia a la celebración eucarística de la Misa Crismal con las siguientes palabras textuales: "El Obispo, valorando el caso concreto en los diversos países, tiene la facultad para posponerla a una fecha posterior".
Por este motivo, el Obispo de Segovia, D. César Franco, ha decidido aplazar la celebración de la Misa Crismal en la Diócesis. A su debido tiempo, se comunicará del día dicha celebración, siguiendo las indicaciones de la Conferencia Espiscopal Española y con el fin de que puedan participar de ella tanto los sacerdotes que renuevan sus compromisos sacerdotales como el resto de los fieles de la diócesis.
La Santa Sede ha hecho público un Decreto de la Penitenciaría Apostólica mediante el que concede indulgencias especiales a los fieles en la actual situación de pandemia a causa del coronavirus. Aquí puede leer el texto oficial:
Se otorgan Indulgencias especiales a los fieles afectados por la enfermedad de Covid-19, comúnmente conocida como coronavirus, así como a los trabajadores de la salud, los miembros de la familia y todos aquellos que, en cualquier capacidad, incluso con oración, los cuidan.
“Alégrate en la esperanza, constante en la tribulación, perseverante en la oración” (Rom 12,12). Las palabras escritas por san Pablo a la Iglesia de Roma resuenan a lo largo de la historia de la Iglesia y guían el juicio de los fieles ante cada sufrimiento, enfermedad y calamidad.
El momento presente en el que toda la humanidad está amenazada, amenazada por una enfermedad invisible e insidiosa, que desde hace mucho tiempo ha entrado fuertemente en la vida de todos, está marcada día tras día por temores angustiados, nuevas incertidumbres y sobre todo un sufrimiento físico generalizado y moral.
La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, siempre ha tenido ayuda para los enfermos de corazón. Como lo indicó san Juan Pablo II, el valor del sufrimiento humano es doble: «Es sobrenatural, porque está enraizado en el misterio divino de la redención del mundo, y también es profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, el su humanidad, su dignidad, su misión” (Carta Apostólica Salvifici doloris, 31).
Incluso el papa Francisco, en los últimos días, ha expresado su cercanía paterna y ha renovado la invitación a rezar sin cesar por los pacientes con coronavirus. Para que todos los que sufren a causa de Covid-19, precisamente en el misterio de este sufrimiento, puedan redescubrir “el mismo sufrimiento redentor de Cristo” (ibid., 30). Esta Penitenciaria Apostólica, ex auctoritate Summi Pontificis, confiando en la palabra de Cristo el Señor y considerando con espíritu de fe que la epidemia actualmente en curso, que se vivirá en términos de conversión personal, otorga el don de Indulgencias bajo las siguientes condiciones.
La Indulgencia Plenaria se otorga a los fieles afectados por el coronavirus, sometidos a un régimen de cuarentena por disposición de la autoridad de salud en hospitales o en sus propios hogares si, con el alma separada de cualquier pecado, se unen espiritualmente a través de los medios de comunicación para la celebración de la Santa Misa, la recitación del Santo Rosario, la práctica piadosa del Vía Crucis u otras formas de devoción, o si al menos recitan el Credo, el Padre Nuestro y una invocación piadosa a la Santísima Virgen María, ofreciendo esta prueba en un espíritu de fe en Dios y la caridad hacia nuestros hermanos y hermanas, con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), tan pronto como sea posible para ellos.
Trabajadores de la salud, miembros de la familia y aquellos que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, exponiéndose al riesgo de contagio, ayudan a los pacientes con coronavirus de acuerdo con las palabras del Divino Redentor: «Nadie tiene amor más grande que esto: dar vida por sí mismos amigos» (Jn 15, 13), obtendrán el mismo don de la indulgencia plenaria en las mismas condiciones.
Además, esta Penitenciaria Apostólica otorga voluntariamente la indulgencia plenaria en las mismas condiciones con motivo de la epidemia mundial actual, incluso a aquellos fieles que ofrecen una visita al Santísimo Sacramento o la adoración eucarística, o la lectura de las Sagradas Escrituras durante al menos media hora, ya sea la recitación del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o la recitación de la Coronilla de la Divina Misericordia, para implorar al Dios Todopoderoso el cese de la epidemia, el alivio para aquellos que están afligidos y la salvación eterna de cuántos ha llamado el Señor a sí mismo.
La Iglesia reza por aquellos que encuentran imposible recibir el sacramento de la Unción de los Enfermos y el Viático, confiando a todos y cada uno a la Misericordia divina en virtud de la comunión de los santos y concede la Indulgencia Plenaria al fiel en el momento de la muerte, siempre que haya estado debidamente dispuesto y haya recitado habitualmente algunas oraciones durante la vida (en este caso, la Iglesia compensa las tres condiciones habituales requeridas). Para lograr esta Indulgencia, se recomienda el uso del crucifijo o la cruz (cf. Enchiridion indulgentiarum, n.12).
La Santísima Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, Salud de los Enfermos y Ayuda de los Cristianos, nuestra abogada, quisiera ayudar a la humanidad sufriente, rechazando de nosotros el mal de esta pandemia y obteniendo todo el bien necesario para nuestra salvación y santificación.
Este decreto es válido a pesar de cualquier disposición contraria.
Dado en Roma, desde la sede de la Penitenciaría Apostólica, el 19 de marzo de 2020.
Mauro Card. Piacenza, penitenciario mayor
Lea y descargue el documento oficial de la Penitenciaría Apostólica
Como en cada diócesis, el bien pasatoral de la misma requiere del obispo la constitucion de un Consejo Presbiteral, esto es, un conjunto de sacerdotes que, como representación del presbiterio, ayuden al Obispo en el gobierno de la diócesis que le ha sido encomendada.
En la Diócesis de Segovia, el Consejo Presbiteral que a día de hoy asiste a D. César fue constituido el 16 de marzo de 2015, por lo que se cumplen los cinco años de duración previstos. Sin embargo, todo el país se encuentra bajo el estado de alarma a causa del coronavirus, por lo que toda reunión queda cancelada. Asimismo, D. César considera preferible que el nuevo Consejo quede constituido tras la celebración de la asamblea presbiteral.
Por este motivo, ha decretado la prolongación sine die y hasta pasada la asamblea presbiteral del actual Consejo tal y como está constituido actualmente.
Nadie que desee hacer algo malo lo hace a plena luz. Busca la oscuridad. Se esconde de toda mirada. El mal se identifica con las tinieblas. En su diálogo con Nicodemo, Jesús le dice: «Todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz» (Jn 3,20-21). El milagro de Jesús, al curar al ciego de nacimiento, dramatiza esta contraposición entre la luz y las tinieblas. En este «signo» —dice H. Schürmann— «somos introducidos en el centro de la gran contienda entre la luz y las tinieblas que constituye el acontecimiento decisivo del mundo, un acontecimiento dramático en el que paulatinamente en un pobre ciego se va haciendo la luz al paso que en los “judíos”, que representan la humanidad ciega todo se vuelve paso a paso cada vez más tenebroso».
Si leemos con atención el evangelio de este domingo (Jn 9,1-41) descubriremos la maestría del evangelista al contraponer la luz que el ciego recibe de Cristo —desde la física a la espiritual— con las tinieblas en que sus oponentes se van hundiendo con tal de no reconocer que Jesús ha realizado un milagro. La clave para entender este relato, que escenifica la afirmación de Jesús —«Yo soy la luz del mundo»— se nos ofrece en las palabras que le dice al ciego de nacimiento: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos» (Jn 9,39).
Como hemos dicho, el ciego —que recibe la gracia de la curación física cuando Cristo le unge los ojos con el barro hecho con su saliva y el polvo de la tierra y le envía a la piscina de Siloé para que se lave— se abre progresivamente al conocimiento de Cristo. Primero reconoce que «ese hombre que se llama Jesús» es un profeta, después afirma que, si le ha sanado, es señal de que viene de Dios, y, por último, termina llamándole «Señor», título reservado a Dios en el Antiguo Testamento, y haciendo una profesión de fe —«Creo, Señor»— postrado ante Cristo.
Este proceso de la oscuridad a la luz contrasta con el de los dirigentes judíos que, obstinados en no reconocer la mesianidad de Jesús, se hunden progresivamente en la oscuridad de su ceguera espiritual. Niegan lo más obvio: que aquel ciego ha sido curado. Y, para justificar este hecho, se atrincheran en su «ciencia teológica», considerando al ciego como un ignorante, amenazándole con expulsarlo de la sinagoga y afirmando que Cristo es un pecador. Más aún, ellos afirman que «ven», es decir, conocen la verdad. Por eso les reprocha Jesús: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece» (Jn 9,41).
Este relato evangélico se utilizó en la iglesia primitiva para una de las catequesis que los catecúmenos recibían precisamente en la Cuaresma como preparación del bautismo, que recibió el nombre de «iluminación» al otorgar la luz de Cristo. Lo explica muy bien san Pablo, en su carta a los Efesios, cuando dice: «Antes sí erais tinieblas, pero ahora sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz […] sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas» (Ef 5,9). La vocación profética del cristiano le urge a denunciar el mal en cualquiera de sus formas. Pero esta denuncia no se hace sólo con palabras, sino con una vida que refleja la luz de Cristo. San Pablo se dirigía a paganos que se habían bautizados; hoy podría dirigirse a nosotros con las mismas palabras pues necesitamos que la luz ponga al descubierto muchas obras oscuras que exigen denuncia. También hoy necesitamos esta exhortación: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará» (Ef 5,14).
+ César Franco
Obispo de Segovia
La Diócesis de Segovia continúa siendo fiel a las restricciones y recomendaciones de las autoridades tras el decreto del estado de alarma vigente para todo el país.
Por este motivo, informamos:
• El Archivo Diocesano, la Librería Diocesana y la Escuela de Teología permanecerán cerrados el tiempo que dure esta situación excepcional.
• Las oficinas del Obispado, ubicadas en la C/ Seminario, 4, permanecerán abiertas en horario de 10.00 a 14.00 horas tan solo para trámites urgentes con servicios mínimos.
Finalmente, nos unimos a la Conferencia Episcopal en su invitación a la oración por quienes permanecen en casa y para hacer llegar, a quienes sirven y trabajan, la ayuda del Señor y el agradecimiento de la Iglesia. Asimismo, llamamos a que, tras el rezo diario del Ángelus, digamos juntos estos días la oración del Papa Francisco para esta pandemia.
Una vez más la Iglesia de Segovia hace suyas las recomendaciones de los expertos en beneficio de los ciudadanos. Las disposiciones que siguen deben acogerse como medidas cuyo objetivo final es el bien común, la lucha contra la pandemia del COVID-19 y la prevención de la salud.
Al secundar las indicaciones de las autoridades sanitarias deseamos que esta emergencia sanitaria pase lo antes posible y se vuelva a la normalidad. En este sentido, agradecemos el esfuerzo y la entrega del personal sanitario, que trabaja pensando más en los pacientes que en ellos mismos.
Así, a la espera de que se puedan establecer nuevas pautas, por el momento nuestros templos permanecerán abiertos para que podamos orar y vivir nuestro habitual encuentro con el Señor. El Obispo y su Consejo confían en que los fieles sabrán acoger estas medidas, algunas de ellas dolorosas, con un sentimiento de fraternidad cristiana y responsabilidad para evitar la propagación de esta pandemia.
Las siguientes disposiciones han de agregarse a las ya publicadas en sendos comunicados de los pasados días 6 y 12 de marzo.
• Hacemos nuestras las recomendaciones de Conferencia Episcopal Española, por lo que pedimos que la Eucaristía se celebre a puerta cerrada. Podrá acudir un grupo reducido de fieles, explicándoles que la misa se celebra y ofrece por la superación de esta crisis epidémica.
• En caso de que se celebre la Eucaristía con fieles, respetar las indicaciones de no superar un tercio del aforo y guardar la distancia interpersonal preventiva de al menos un metro. Aunque los niños no suelen padecer esta enfermedad, se debe evitar que acudan a la Eucaristía puesto que son los mayores transmisores de la misma.
• En cuanto a las celebraciones litúrgicas (misas funerales y exequias, etc) se aconseja que las exequias sean acompañadas exclusivamente por los familiares más cercanos. Pospóngase la celebración pública de sacramentos como bodas y primeras comuniones.
• En los lugares que sea posible y se estime oportuno, invitamos a que los templos permanezcan abiertos como signo de que Dios está presente en el mundo en los momentos de sufrimiento.
• Dispensa a los fieles de la Diócesis, y los que en estos momentos permanezcan en ella, del precepto de la eucaristía dominical y otros días preceptivos (CIC, c. 87 y c. 1245; Catecismo Iglesia Católica, 2181).
• El museo Splendor Fidei, ubicado en el Palacio Episcopal, cierra sus puertas temporalmente.
• Las visitas turísticas a la S.I. Catedral quedan clausuradas desde hoy, sábado 14 de marzo. El culto diario seguirá celebrándose con normalidad de lunes a sábado con la misa de las 10.00 horas en la Capilla del Santísimo y, los domingos, a las 11.00 y 12.30 horas.
• Las oficinas de la sede del Obispado, ubicadas en la C/ Seminario, 4, de la capital, realizarán servicios mínimos, por lo que recomendamos que se evite acudir a ellas si no es para trámites urgentes.
• La Casa de Espiritualidad y el Seminario Diocesano permanecerán cerrados hasta nuevo aviso. Siguiendo las directrices de la Junta de Castilla y León, las entradas y salidas a la residencia sacerdotal quedan limitadas.
La evolución de la pandemia ocasionada por la propagación del COVID-19 ha llevado a las Juntas de Cofradías de Semana Santa de Castilla y León a atender las indicaciones realizadas por las instituciones sanitarias y eclesiásticas. En este sentido, las actividades públicas organizadas por las Cofradías y Hermandades quedan suspendidas, tanto durante la Cuaresma como en la próxima Semana Santa.
Por último, reiteramos nuestra petición de elevar oraciones a Dios, por intercesión de la Virgen y nuestros santos patronos, para que esta pandemia se supere lo antes posible, los enfermos se recuperen y asista a los profesionales sanitarios, así como al personal de servicio público, a los que agradecemos de manera especial su gran esfuerzo y abnegada entrega en esta crisis.
Desde el Obispado entendemos que el buen sentido de todos nuestros párrocos y los responsables de las celebraciones sabrá adecuar estas indicaciones a las circunstancias particulares.
En tiempos de tribulación el Señor sigue presente y nos acompaña con palabras de ánimo al mismo tiempo que nos envía a cuidar y alentar a quienes nos rodean. Constantemente nos saluda: “paz a vosotros”.
La emergencia sanitaria que estamos sufriendo con el coronavirus Covid-19, pone en primer plano la preocupación máxima por la gravedad de la situación creada en todos los lugares y actividades, que sigue experimentando un crecimiento exponencial.
Junto a esta razonable preocupación, deseamos indicar las medidas necesarias, algunas de carácter extraordinario, siguiendo los consejos y las decisiones que desde el Gobierno, el ministerio de Sanidad y las comunidades autonómicas se están indicando. Agradecemos la entrega generosa de tantas personas que están ayudando en esta crisis, cada cual desde su responsabilidad.
Como cristianos, queremos vivir estos momentos con toda nuestra responsabilidad ciudadana, con la solidaridad fraterna hacia las personas afectadas, y con la confianza en el Señor que en tiempos de prueba nunca nos deja de su mano, sino que sostiene nuestra esperanza y nos invita a la conversión.
Esta situación global es signo también de los vínculos que nos unen y que fundan la llamada a la solidaridad en el cuidado a las personas más débiles y necesitadas de ayuda, enfermos mayores y solos.
También hemos de disponernos a un nuevo y exigente ejercicio de fraterna solidaridad ante las consecuencias económicas y sociales que se temen como consecuencia de este problema global. Este momento de gran necesidad puede ser, esperamos, ocasión para fortalecer, entre todos, la solidaridad y el trabajo en favor de un objetivo común.
Las medidas que hemos de estar dispuestos a poner en práctica han de ayudarnos a no contraer la enfermedad y así no ser la causa de que otros cercanos a nosotros se contagien. Por ello estamos llamados a realizar esfuerzos y renuncias aunque resulten dolorosas. Especialmente los jóvenes están llamados a colaborar y dar testimonio de fraternidad.
Por ello, hacemos un llamamiento a seguir las indicaciones de los responsables de la salud para evitar el avance acelerado de la enfermedad con las medidas higiénicas y evitando contactos que faciliten el contagio. Estas recomendaciones estarán vigentes hasta que lo determinen las autoridades sanitarias y se pueden resumir en:
“Aplicar medidas higiénicas como el lavado de manos frecuente con agua y jabón o con solución hidro alcohólica, taparse al toser con pañuelo desechable inmediatamente o en el pliegue del codo, así como la limpieza de superficies que hubieran podido ser salpicadas con tos o estornudos. En cualquier caso, se recomienda evitar lugares concurridos en los que no sea posible mantener la distancia de seguridad interpersonal de, al menos, un metro.
Se recomienda salir de casa lo menos posible.
Se deben suspender las catequesis presenciales. Es importante animar a continuar la catequesis en familia para lo cual las parroquias han de ofrecer orientaciones y recursos. También se suspenden las charlas, encuentros formativos, actos de devoción, conciertos, conferencias o eventos de carácter similar en templos y dependencias diocesanas.
Mientras dure esta situación de emergencia recomendamos seguir la celebración de la Eucaristía en familia por los medios de comunicación. Debido a su vulnerabilidad, es aconsejable que las personas con enfermedades crónicas, ancianas, debilitadas o con riesgo potencial, y quienes conviven con ellas, se abstengan de acudir a la celebración de la Eucaristía. A todos se nos está recomendando salir de casa lo menos posible.
Las celebraciones habituales de la Eucaristía pueden mantenerse con la sola presencia del sacerdote y un posible pequeño grupo convocado por el celebrante. En caso de celebraciones abiertas al pueblo recomendamos evitar la concentración de personas, siguiendo las instrucciones citadas en el apartado 2. Durante este tiempo cada Obispo puede dispensar del precepto dominical a quienes no participen presencialmente en la Eucaristía por estos motivos.
Con respecto a la celebración de funerales y exequias, se recomienda que participen únicamente los familiares y personas más allegadas manteniendo las mismas prevenciones que en los apartados anteriores. Pospónganse en la medida de lo posible las demás celebraciones. Las procesiones de este tiempo han de suprimirse.
De manera extraordinaria, se recomienda recibir la comunión en la mano. Los celebrantes y quienes distribuyen la comunión y preparan los objetos litúrgicos deben extremar el cuidado en la desinfección de las manos. Debe de omitirse el rito de la paz o expresarse en un gesto que evite el contacto físico.
El sacramento del perdón podría celebrarse en espacios o ámbitos que aseguren la intimidad y la distancia de seguridad recomendada por las autoridades sanitarias. Los presbíteros estamos llamados a ofrecer medios para preparar la celebración en casa, tiempo y espacios adecuados para ofrecer la Misericordia a quien la solicite en este singular tiempo cuaresmal.
Más que nunca hemos de abrirnos a contemplar el Misterio desvelado en la Cruz gloriosa de Jesucristo. Las medidas presentes y futuras nos obligan a mantener distancias. Cultivemos la cercanía de la oración. Oremos unos por otros, por quienes están padeciendo la enfermedad, por sus familiares y amigos, por el personal sanitario, así como por quienes trabajan por la contención en la propagación del virus.
Esta situación nos convoca a una creatividad pastoral para ayudarnos unos a otros a vivir la Cuaresma y la Semana Santa de una manera nueva. Los pastores somos especialmente convocados a una nueva entrega y creatividad en la manera de acompañar al Pueblo de Dios. Como ha dicho hoy el Papa Francisco: “Que el pueblo de Dios se sienta acompañado por los pastores y el consuelo de la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración”.
En este itinerario cuaresmal, carente de algunos signos litúrgicos comunitarios y de las expresiones de la devoción popular en la calle, estamos llamados a un camino aún más arraigado en lo que sostiene la vida espiritual: la oración, el ayuno y la caridad. Que los esfuerzos realizados para contener la propagación del coronavirus se acompañen del compromiso de cada fiel para el bien mayor: el cuidado de la vida, la derrota del miedo, el triunfo de la esperanza.
Los templos pueden permanecer abiertos para la oración personal e invocar al Señor los dones de la sabiduría y fortaleza para vivir este momento.
Mostramos nuestra disposición a colaborar responsablemente en todo lo necesario para el control de esta pandemia atendiendo a las indicaciones de las autoridades sanitarias, especialmente la concreción del estado de alarma, por lo que estos criterios podrán ser actualizados en la medida en que evolucionen los acontecimientos y surjan nuevas medidas por parte de las Administraciones públicas.
Esta es una circunstancia en la que elevar nuestra mirada al Señor desde la fragilidad del nuestra humana condición recordada el Miércoles de ceniza. En este inesperado desierto que atravesamos, se despertará una mirada a Dios y una mayor acogida y solicitud por los hermanos, especialmente por los enfermos y los más faltos de alegría y confianza.
En la oración de Laudes y Vísperas, así como en las preces de la Santa Misa, se eleven oraciones al Señor y al cuidado de la Santísima Virgen, para que nos sostengan en la esperanza a todos, alivien a los que sufren las consecuencias de este virus, mientras encomendamos al buen Dios a los fallecidos, pidiendo para ellos el eterno descanso.
Hagamos nuestra la oración que el Papa Francisco nos invita a rezar en estos momentos:
“Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos con la voluntad del Padre y a hacer lo que nos diga Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas, que estamos en la prueba, y líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.
Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española
Madrid, 13 de marzo, viernes de Cuaresma de 2020