Secretariado de Medios

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En la mañana de hoy ha sido inaugurada la exposición internacional «Los milagros eucarísticos en el mundo», creada y diseñada por el joven beato Carlo Acutis. Una muestra que recoge más de un centenar de milagros explicados en 166 paneles y que puede visitarse en las capillas de La Piedad y San Andrés de la Catedral, así como en la parte de la nave del Evangelio que discurre a lo largo de estas dos capillas.

            Emilio Montero ha sido el encargado de traer esta exposición a la Diócesis, proveniente de Valencia, aunque ya ha pasado por otras Diócesis españolas y más de 11.000 parroquias, catedrales, y espacios expositivos alrededor del mundo. Él ha sido el encargado de presentar «con gran satisfacción» esta muestra creada por el joven Carlo Acutis, cuyo amor a la Eucaristía, como ha recordado, le llevó a estudiar todos los milagros eucarísticos producidos en el mundo. Un muchacho experto en informática que, a lo largo de dos años y medio de trabajo, creó una página web en la que se recogen, con fotografías y textos, los detalles de esos milagros.

Exposicion Acutis 05web            El comisario de esta muestra ha asegurado que la finalidad es «incrementar el amor a la Eucaristía» con un recorrido por una selección de esos más de 130 milagros que «aunque no están todos —sí todos los de España— sí están representados todos los países», mostrando su convencimiento de que será «una experiencia muy positiva para todo el que la quiera visitar».

            Montero ha detallado que hay análisis científicos de las diferentes reliquias que evidencian «que es sangre humana del grupo AB —el mismo de la síndone de Turín y el sudario de Oviedo— y que parecía extraída a una persona en ese mismo momento». Finalmente, ha querido reseñar la continuidad en los milagros «con esa transformación del pan y el vino en cuerpo y sangre».

            Por su parte, el Obispo de Segovia, Monseñor César Franco, ha mostrado su alegría por tener esta muestra en la Catedral porque la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, y todo lo que sea explicarla, conocerla y «saber que es un milagro fundamental que celebramos todos los días, pero que no nos damos cuenta de su trascendencia» demuestra que es un «misterio de fe que puede ser constatado por la ciencia».Exposicion Acutis 04web

            Asimismo, el Obispo ha afirmado que gracias a esta muestra podemos conocer mejor a este beato italiano, experto en informática —«un santo de estos tiempos modernos», le ha definido— y amante de la Eucaristía y por la Virgen que pueden ser ejemplo para muchos jóvenes hoy en día.

            Don César recordado también el milagro de la Catorcena de Segovia, recogido en la muestra de la Catedral a petición del propio Emilio Montero, y que posiblemente se agregue a la exposición en su itinerancia posterior. Finalmente, el Obispo ha situado a Segovia, junto con otros lugares que han albergado la muestra, como pioneros en la nueva apologética que señala el Papa Francisco para la evangelización.

Visitas

La exposición está abierta al público desde hoy hasta el próximo 5 de junio de lunes a jueves en horario de 10 a 19 horas, y de viernes a domingo en horario de 10 a 21 horas. El acceso es libre para todos los visitantes, con posibilidad de hacer visitas guiadas para grupos previa reserva en el teléfono 921 460 963 en horario de 10 a 13 horas.

Carlo Acutis

Carlo Acutis fue un joven estudiante italiano y gran aficionado a la informática, conocido por estudiar y documentar los milagros eucarísticos en el mundo y hacer un catálogo en un portal web. Antes de cumplir 15 años fue diagnosticado de Leucemia, enfermedad de la que fallecería en octubre de 2006. Por deseo del propio joven fue enterrado en Asís, donde fue beatificado en 2020 tras la atribución de un milagro por su intercesión.

La Iglesia celebró el 10 de mayo la fiesta de san Juan de Ávila (1499-1569)., patrono del clero español. Muchos calificativos se han usado para designar a esta figura insigne de la iglesia española: predicador, confesor, padre espiritual, misionero, doctor, teólogo, reformador de la Iglesia. En todos estos ámbitos, san Juan de Ávila sobresale de forma eminente por su profunda vida evangélica, su austeridad de vida y su celo apostólico, que le llevó a desear ir a América como misionero. Su camino, sin embargo, estaba en España y, más concretamente, en Andalucía, donde ejerció su ministerio con tanta dedicación que se le ha llamado «apóstol de Andalucía».

            La liturgia, en la oración colecta de la Eucaristía, le llama, sin embargo, «maestro ejemplar» para el pueblo cristiano. Todo lo que hizo —estudio, predicación, fundaciones, dirección de almas— tenía como horizonte el pueblo cristiano, convencido como estaba de que sólo la reforma del pueblo cristiano podía dar a la Iglesia su verdadero rostro, el de la santidad. Para alcanzar este fin, comprendió que, sin sacerdotes ejemplares, celosos y abnegados, la suerte del pueblo cristiano peligraba. En este sentido, se adelantó al concilio de Trento, como lo muestran sus Memoriales, en el afán de la reforma del clero, y sintoniza perfectamente con el Concilio Vaticano II cuando afirma que la santidad del clero es elemento necesario para la edificación del pueblo cristiano: «Aunque la gracia de Dios puede realizar la obra de la salvación, también por medio de ministros indignos, sin embargo, Dios prefiere, por ley ordinaria, manifestar sus maravillas por medio de quienes […] por su íntima unión con Cristo y su santidad de vida, pueden decir con el apóstol: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal. 2, 20)» (PO 12).

            Los escritos de san Juan de Ávila ponen de relieve la mayor preocupación de quien ha sido llamado con toda razón por el historiador Hubert Jedin «reformador de la Iglesia», en el sentido más literal de la expresión. Para llevar adelante la reforma, de la iglesia y del clero, utilizó dos instrumentos de raíz evangélica. El primero fue la palabra. El epitafio lacónico de su tumba —messor eram (fue sembrador)— apunta a la predicación como medio para instruir y consolar al pueblo. La palabra predicada con sabiduría y fortaleza echa raíces en el corazón de los fieles y produce la conversión, como ocurrió de forma inmediata con san Juan de Dios en Granada cuando escuchaba su predicación. Preparar la predicación, orarla antes de proclamarla, es una lección que nos ha dejado a quienes somos sembradores de la palabra.

            El segundo medio es la dirección de almas, hermosa expresión que san Juan de Ávila ha engrandecido con su magisterio sobre la paternidad espiritual, que tiene en san Pablo su fundamento: «Por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (1 Cor 4,15). No puede expresarse con más claridad la relación entre Palabra de Dios y paternidad espiritual, que no es una expresión meramente alegórica, sino que entraña un realismo que solo entienden quienes dedican su vida a engendrar y alumbrar la vida eterna en sus fieles. Por ello, no debemos celebrar su fiesta solo los sacerdotes por ser nuestro patrono particular, sino todo el pueblo de Dios. Solo así mostraremos que nuestro sacerdocio ministerial y el sacerdocio bautismal de los fieles son inseparables, viven de una positiva dialéctica que pone de relieve la súplica que elevamos a Dios en la liturgia del santo maestro ejemplar: «Haz que también en nuestros días crezca la Iglesia en santidad por el celo ejemplar de tus ministros».

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MISA

 

BODAS DE PLATA. 25 años

Germán Eugenio Huayaney
Henri Thipamba

BODAS DE ORO. 50 AÑOS

Ángel Miguel Alonso
Ángel Galindo
José Antonio Velasco

BODAS DE DIAMANTE. 60 AÑOS

Ildefonso Asenjo

BODAS DE PLATINO. 65 AÑOS

Jesús Sanz
Rafael San Cristóbal
Esteban Tejedor
Lorenzo Gómez

 

Con la solemnidad que merece y las ganas de reunirse y celebrar tras dos años de pandemia que tanto han limitado. Así han celebrado hoy los sacerdotes de la Diócesis a su patrón, san Juan de Ávila. La iglesia del Seminario ha sido el escenario en el que, bajo la mirada de la imagen del santo —y sus reliquias—, se ha celebrado la Eucaristía con la que se ha rendido homenaje a quienes hoy celebran sus bodas sacerdotales, pero también a todo el presbiterio de la Diócesis.

     Arropados por sacerdotes, familiares, amigos y feligreses, los ocho presbíteros homenajeados han concelebrado la Eucaristía, presidida por Mons. César Franco. Una celebración que también ha contado con la presencia de D. Ángel Rubio, obispo emérito.

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     En su homilía, don César ha querido destacar que los sacerdotes son «luz, sal y ciudad edificada en un lugar visible» y debemos dar gracias por ellos, porque, aunque algunos de ellos incluso han superado los años de jubilación «aquí están, fieles, prestando sus servicios a pesar de las dificultades». El Obispo ha hecho referencia a un encuentro previo a la misa, en el que los homenajeados han recordado anécdotas de todos estos años de servicio, no sin alguna laguna ocasionada por la edad y la acumulación de vivencias.

     En este punto, ha querido resaltar que, a pesar de todo ello, hay algo común en sus testimonios y todos recuerdan: «el amor de Dios, la llamada, el origen de su vocación en familia cristiana, su tiempo de Seminario, la vida y la compañía de los hermanos sacerdotes». Y es que, como ha apuntado don César, las experiencias de Dios permanecen para siempre, pues se guardan en la memoria del alma, más firme que la del cerebro. Como muestra, el Obispo ha recordado que, ya en su vejez, su madre no recordaba quién era, pero en cuanto iniciaba un «Dios te salve…» ella continuaba rezando el Ave María completo. Precisamente, lo que hoy celebramos, «la memoria de la fe».

     Aludiendo a la figura de san Juan de Ávila, Mons. Franco ha querido resaltar que fue un «ejemplo para los sacerdotes y para el pueblo», un gran reformador que entendió que la Iglesia no podría cambiarse si no lo hacían sus ministros. El «apóstol de Andalucía» propuso la renovación del clero, entendiendo que de ahí vendría la reforma de la Iglesia, predicando a los fieles para que fueran santos, puesto que así surgirían las vocaciones al ministerio. Don César ha hecho referencia al epitafio que aparece en la tumba de san Juan de Ávila: «fue sembrador», para subrayar que la predicación de la Palabra es el instrumento que «se nos ha dado para ser pastores del Pueblo de Dios».

     San Juan de Ávila, ha rememorado, «se dejó la vida en la dirección de espíritus», en el acompañamiento espiritual ya que entendía que una forma de ser pastor, «la única forma», es siendo padre. Una hermosa lección la de este santo para el pueblo y los sacerdotes porque, «¿quién no quiere que la Iglesia sea mejor, más limpia, más santa, más justa y más fraterna?». Ahí, ha aseverado don César, está el papel del sacerdote, quien, con su predicación verdadera, su enseñanza continua y su tarea de paternidad hace que los hijos crezcan. «Solo con los instrumentos de san Juan de Ávila seriamos maestros ejemplares para el pueblo. Ese pueblo santo, justo, caritativo que queremos tener, crecería porque Dios es fiel a sí mismo», ha afirmado el Obispo, agregando que, igual que ha traído a los sacerdotes hasta este día «nos acompañará siempre en esta tarea tan bella que ha puesto en nuestras manos y que, en palabras del propio santo, no se puede comparar con el ministerio de los ángeles».

     Finalmente, ha pedido a sus hermanos homenajeados que el Señor les de consuelo y alegría, «porque Él os ha llamado para ser lo que sois», pidiendo también al Padre que premie sus fatigas. Para los más mayores, ha pedido que aleje de ellos toda duda, toda sombra de escepticismo y de pensamiento que les haga creer que la vida puede con nosotros. «Alegraos profundamente en el Señor, que os ha llamado para ser sus ministros, que la Virgen os acompañe en vuestra vida y no olvidéis que ella, siempre es Madre», ha concluido don César.

Agradecimientos

Ángel Miguel Alonso, rector del Santuario de la Fuencisla y canónigo de la S.I. Catedral, ha sido el encargado de hablar en nombre de los homenajeados. «Hay veces que los labios deben callar para que el corazón hable». Con estas palabras ha comenzado una intervención en la que ha recordado ha sus hermanos sacerdotes que el Señor «cuenta con nosotros, quiere que le acompañemos ¡qué bien que siempre nos digan ‘sois del grupo de Jesús’!», para agregar que en la tarea que se les ha encomendado, a veces difícil, tienen garantizada su compañía.

    ANGEL MIGUEL Alonso ha destacado que los presbíteros no son alumnos, sino «discípulos conectados a Cristo para que pase la corriente de Dios a nosotros». Palabras de agradecimiento para don César, «por su cercanía y preocupación por los sacerdotes», y para don Ángel, por querer participar de esta fiesta. Pero también agradecimiento a los profesores y educadores que les ayudaron en su camino al sacerdocio con sus enseñanzas. Y, en especial, a sus padres y familias, que «respetaron la libertad de poder elegir esta maravillosa vocación». Con los hermanos ancianos y enfermos presentes en sus oraciones, ha querido agradecer a las religiosas, familiares y amigos por la colaboración en las respectivas parroquias.

     Finalmente, ha parafraseado al Papa emérito, Benedicto XVI, para decir que san Juan de Ávila es el mejor compañero y terminar con un «¡Viva san Juan de Ávila!» que ha sido replicado con un clamoroso «¡viva!» de sacerdotes y congregados en la iglesia del Seminario.

Experiencia de gracia compartida 

Antes de la Eucaristía, los sacerdotes homenajeados han querido compartir con sus hermanos las anécdotas que recuerdan con más cariño de todos estos años de ministerio. El más joven de todos, German Huayaney, nació en Lima, donde, procedente de una familia cristiana, pronto decidió que quería ingresar al Seminario. Recuerda que, de todos los que postularon y después ingresaron, pocos fueron los que finalmente alcanzaron la meta de recibir la Ordenación Sacerdotal.

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     Algunos recuerdan, como Ángel Miguel Alonso, cómo en su pueblo natal —Fuente el Olmo de Íscar—, vieron ordenarse a varios sacerdotes (incluido su hermano Julio) en poco tiempo, todo un logro teniendo en cuenta la escasez de habitantes de la localidad. Otros, como Rafael San Cristóbal, rememoran que no sabían como decir a sus padres que querían ir al Seminario, aunque el decir a su madre «han venido en el coche de línea los seminaristas», le sirvió para que ella le contestara con un «¿y tú quieres ir?» que le pondría en bandeja el ‘sí’. También Ildefonso Asenjo recuerda el miedo que tenía para decirles a sus padres que quería ir al Seminario, con una silla vacía a la hora de la comida en una mesa que compartían ocho hermanos y los padres, se dieron cuenta de que algo le pasaba a ‘Fonsito’ quien, cuando contó lo que quería, no tuvo problema para recibir la aceptación de su familia «siempre que vaya tu hermano (gemelo)». «Fonsito que haga lo que quiera, pero yo no voy a ir», asegura que dijo su gemelo entonces.

     Vivencias compartidas las del Seminario, que aquí en Segovia y en Vitoria enseñaron a Ángel Galindo y a José Antonio Velasco a valorar la importancia de la vida en comunidad, a tener muy presentes a los compañeros y a recordar las enseñanzas de quienes les instruían, algunas de ellas atesoradas con gran valor en la memoria y el corazón. Como las que guarda Jesús Sanz de toda una vida, 65 años, dedicado al servicio a la Iglesia, o las de Lorenzo Gómez, quien, en sus tiempos como capellán de Policía y Guardia Civil, vivió los años más duros del terrorismo de ETA, recibiendo incluso una lección de una madre que enterraba a su hijo quien, al oírle decir que estaban enterrando con pena a uno más ella contestó: «uno más no, es mi hijo».

Toda una vida de esfuerzo y dedicación por la que todo el Pueblo de Dios damos gracias, pidiendo al Padre que siga enviando obreros a su mies.

 

Los párrocos de la Diócesis, entre sus labores pastorales, trabajan por mantener los templos que les son encomendados. Precisamente fruto de la iniciativa de la parroquia de Villacastín, con Juan García Gorgojo a la cabeza, se inició la restauración de una talla de San Francisco de Asís, ubicada en la iglesia de San Sebastián, a finales del pasado año 2021. Un trabajo que se encargó a Clara Delgado, restauradora madrileña afincada en Vegas de Matute.

La sorpresa llegaría para Clara cuando, trabajando en la restauración de la imagen del santo en su taller, encontró bajo el pie izquierdo una firma y una fecha dañadas pero reconocibles: Francisco Salzillo, año de 1763.

 

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En la maña de hoy, la iglesia de San Sebastián ha servido de escenario para presentar un hallazgo de especial relevancia para la parroquia y para el patrimonio no solo diocesano, también el provincial. El párroco de Villacastín ha querido subrayar que, a iniciativa del Consejo de Economía y animados por algunos devotos, llevan varios años restaurando diferentes piezas de la parroquia como las de san Antonio o san Roque. De esta manera, «con los pocos fondos con los que contamos mantenemos nuestro patrimonio», ha asegurado el sacerdote, agradeciendo la colaboración del Ayuntamiento, en este caso, y de las instituciones en general.

García Gorgojo ha detallado que fue el año pasado cuando se decidió restaurar la talla de san Francisco que, ubicada en un pequeño retablo en la nave del Evangelio, llegó a la iglesia desde el desaparecido convento de Franciscanos a raíz de la Desamortización de Mendizábal. «Nosotros no sabíamos nada, yo recuerdo que cuando la vi pensé: “¡Qué talla más bonita!”», recuerda el párroco, para agregar que cuando la restauradora reveló el hallazgo de la firma procedieron a hacer un trabajo más consistente dada su relevancia. El párroco se ha felicitado porque ahora, «cuando la gente venga a disfrutar de esta hermosa iglesia, también podrá disfrutar de este san Francisco de Asís de Salzillo», mostrando su curiosidad por descubrir por qué esta talla del escultor murciano está en Villacastín.

Restauración

Por su parte, Clara Delgado ha sido la encargada de detallar las claves de la restauración, llevada a cabo en su taller. «Cuando Juan me propuso restaurar esta pieza, sabíamos que era bastante buena, pero no imaginábamos que tendría este calibre», ha asegurado en primer lugar. La restauradora ha explicado el proceso que ha seguido, afirmando que la gran capa de polvo que tenía la talla impedía apreciar lo que había debajo.

Tras una primera limpieza del polvo superficial «fue cuando apareció el tesoro: Francisco Salzillo y se intuye el año 1763», ha asegurado Clara, que también ha detallado su trabajo de sellado y reconstrucción de las grietas. Con lo que ha encontrado, su hipótesis es que como Salzillo era murciano, la madera no estuviera preparada para la humedad de Villacastín, lo que, junto a la introducción de polvo en las grietas, ayudó a mermar su estado de conservación.

Lo que más había sufrido era el Cristo que lleva el santo en la mano, puesto que va volado y tan solo unido a la mano por un vástago. «Una vez estabilizado todo se estuca, para realizar la reintegración cromática final», ha agregado Clara. En su presentación, ha ido combinando imágenes del «antes y después» del estado de la talla, lo que permite comprobar el profundo trabajo de limpieza y restauración realizado.

En cuanto a la firma, el proceso seguido ha sido el de restauración cromática, puesto que «no se puede reproducir» la del escultor murciano. Como curiosidades de la pieza, Clara ha destacado tres: los ojos de cristal «como si fueran una bombilla»; la rocalla, hecha de roñas —corteza de los pinos— pegadas, enteladas y policromadas; y el cinturón del santo «incrustado con un clavo» que no se puede quitar. «Está todo hecho de una pieza», detalles que demuestran que es un Salzillo, «una joya» para la parroquia, el pueblo y la provincia por su envergadura. Una imagen que «se queda para la posteridad restaurada», sabiendo que es un «verdadero tesoro», ha concluido la restauradora.

Finalmente, el vicario de Medios de Comunicación Social, Juan Cruz Arnanz, ha sido el encargado de agradecer —en nombre de D. César, ausente tras su positivo en Covid—, a la comunidad cristiana de Villacastín «el esfuerzo que han hecho para poder restaurar esta bella talla».
El vicario de Comunicación ha resaltado que la Iglesia «como propietaria de estos bienes, hace un gran esfuerzo por custodiar y conservar estas obras de arte cuya finalidad es la evangelización» para agregar que el apoyo y la colaboración de las instituciones municipales, provinciales y regionales es muy importante para que este tipo de tareas sean posibles.

Antecedentes

Con este hallazgo se confirma la teoría expuesta por José Miguel Sánchez Peña quien, en su artículo «Nuevas aportaciones a la obra de Salzillo» publicado en 1986 en IMAFKONTE, ya atribuía al escultor murciano la talla de san Francisco de Asís de Villacastín.

Con esta, ya son dos las imágenes de Francisco Salzillo presentes en la Diócesis, puesto que el Claret cuenta con una pequeña imagen de un Niño Jesús proveniente del Convento de San Gabriel de la Orden de San Francisco, según recogía Juan de Vera en «Una talla de Salcillo en Segovia» en Estudios Segovianos de 1949.

Francisco Salzillo

El escultor barroco Francisco Salzillo es considerado como el imaginero más representativo del siglo XVIII en España, y uno de los más destacados del Barroco. El murciano dedicó su labor artística a la temática religiosa, transmitiendo con su estilo los cambios de la época.

Su obra es el resultado de la influencia paterna, el también escultor e imaginero Nicolás Salzillo, de quien heredó el influjo de escultores italianos, franceses y españoles. De él también heredó, como rasgo significativo de su trabajo, la disposición de las manos en algunas de sus obras. Entre su producción, destaca también el Belén, sobresaliendo por su calidad artística y la representación de la realidad de la época. Marcado por el Barroco italiano, destacó con su trabajo desde muy pronto con un estilo propio que creó escuela.

Con hondo pesar no pude celebrar, a causa del COVID, la Eucaristía de despedida de las monjas cistercienses de Santa María y San Vicente el Real, cuyo monasterio, acostado en la ribera del Eresma, en línea con San Juan de la Cruz, el Parral de los Jerónimos, la iglesia de la Veracruz y el Santuario de la Fuencisla ofrece de Segovia una fisonomía mística, heredera de grandes tradiciones espirituales que marcan la historia del Occidente cristiano. Perdemos el Císter, arraigado en la regla de san Benito y reformado por monjes, entre los que destaca san Bernardo de Claraval, que retornaron a las fuentes del ora et labora y a la austeridad tanto artística como litúrgica que se había descuidado por los benedictinos de Cluny.

            Pero quiero hablar sobre todo de sus cuatro monjas que aún habitan el monasterio, ancianas y cargadas de virtudes, que viven su partida como si las arrancaran de raíz de la bendita tierra que han trabajado y amado como una herencia recibida de Dios. La obediencia les conduce al final de sus vidas a otro hogar. Marchan con dolor y esperanza, con nostalgia de su vida escondida en este pequeño paraíso, testigo de la ofrenda de sus vidas, de su plegaria y silencio, de su hospitalidad fraterna, que echaremos de menos los segovianos. Recuerdo la primera vez que celebré la Eucaristía con esta comunidad, cuyo número ascendía entonces a once monjas. Junto al altar, estaba el báculo de la abadesa mitrada (no sé si queda alguna en España con este rango). Bromeé con la madre diciéndole que su báculo era más alto que el mío y le pregunté si eso significaba competencia con mi autoridad. Sonrió como hacen los ángeles y me comentó que ella no lo usaba. En el Císter la autoridad pertenece a Cristo. Ahora, la abadesa ha tenido la gentileza de regalarme el báculo de su toma de posesión, que usaré como recuerdo de la autoridad de las mujeres en la Iglesia (apenas recordada hoy), que se expresa en el servicio y amor mutuo, el cuidado fraterno de la comunidad y la diligencia en la oración y el trabajo que ha hecho del Císter un modelo indiscutible de humanidad y vida en común.

            Desde que la obediencia les dio a conocer el cierre del monasterio he tratado más con estas monjas y he percibido mejor su espiritualidad y virtudes, su extraordinario desprendimiento de los bienes de este mundo, y su deseo de consumar sus vidas fieles al camino de santidad que encontraron en su juventud. Una de ellas, que está ciega, vive acogida en las Hermanitas de los Pobres, porque los carismas se hermanan fácilmente en la caridad. Su rostro rebosa la luz interior del Císter y, aunque no ve, te mira con una ternura indecible, y con la sonrisa de quien todo lo tiene en el Dios que la ama y sostiene.

            Se nos van las monjas cistercienses y, aunque muchos no lo entiendan, Segovia es más pobre sin ellas. Perdemos un hogar de oración y mística pegada a la tierra. Perdemos una tradición de siglos. Nos quedamos sin un reclamo hacia Dios, como la campana que toca a maitines y a las horas canónicas. Hasta el final, cansadas de ordenar y limpiar para dejar todo en orden, han luchado por dilatar su partida. Han podido celebrar el Triduo Sacro y contemplar la ciudad de Segovia desde sus celdas con la oración que nunca nos faltará mientras vivan en el agitado Madrid donde seguirán su camino de santificación. Para mí son santas y lo digo con el orgullo del pastor que conoce a sus ovejas, aunque no tanto como las conoce Cristo, el único que puede entrar en su secreto jardín interior.

Gracias, hermanas, por su entereza, sabiduría, sencillez, obediencia y humildad. Gracias por el testimonio de su vida. ¡Que Dios provea y vuelvan a sonar las campanas que nos inviten a adorar a Dios!

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El director de Cáritas Diocesana de Segovia, Ángel Anaya, ha sido el encargado de inaugurar la nueva sede de la entidad junto al vicario general de la Diócesis de Segovia, Ángel Galindo —en nombre del Obispo, Mons. César Franco, positivo en Covid—. Un acto que se ha desarrollado en el antiguo convento de las hermanas de la Tercera Orden (conocidas como las Juaninas), lugar donde Cáritas ha centralizado todos sus servicios asistenciales.

Durante su intervención, el director de Cáritas Diocesana de Segovia ha subrayado que la razón de ser de la entidad es el servicio a los demás. Por ello, esta «nueva andadura que comienza con la nueva sede no es casualidad, sino que permitirá mantener vivo el espíritu del servicio a los más necesitados». Este cambio va a permitir congregar más servicios y mejorar los existentes, así como atender a un mayor número de personas. «Todos, empleados y voluntarios, entendemos este edificio como un instrumento para poder atender más y mejor a todos los que lo necesitan», ha destacado Anaya.

El director de Cáritas ha dado paso a la hermana María Soledad, de las juaninas, presente en la inauguración. Una intervención emocionada en la que ha agradecido que el convento siga vivo, y siga siendo «casa de Dios para los más necesitados».  

Por su parte, el vicario general de la Diócesis, Ángel Galindo, ha querido recordar que fue al principio de la pandemia cuando, tras el anuncio de la marcha de las juaninas y, con el deseo de mantener este convento, se propuso a Cáritas su uso como sede, entendiendo que el lugar donde se encontraban no permitía atender tanta demanda de asistencia. Asimismo, ha destacado que Cáritas representa la «función solidaria de la Iglesia abierta a todos, creyentes y no creyentes», para concluir deseando que la entidad, desde su nueva sede, siga haciendo «mucho bien a esta ciudad y esta provincia con ese espíritu gratuito, solidario y fraternal» que le caracteriza.

Tras las intervenciones y la bendición, trabajadores, voluntarios y representantes institucionales han acompañado a Ángel Anaya en el recorrido por las instalaciones para conocer, de primera mano, la sede con la que Cáritas ha logrado subsanar la dispersión y los problemas de espacio, lo que se traduce en una mejora sustancial en la atención que presta a los usuarios.

Viernes, 29 Abril 2022 11:53

REVISTA DIOCESANA MAYO 2022

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Los cuatro Evangelios terminan con relatos de apariciones de Jesús a los suyos. Aunque no narran el hecho de la resurrección, las apariciones confirman que Jesús ha vencido la muerte. Está vivo y se manifiesta a los suyos. Con frecuencia, sin embargo, la idea que se tiene de la resurrección es la de un alejamiento de los suyos en un mundo que no tiene relación con el nuestro. Nada más ajeno a la realidad. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Ya el hecho de que diga «yo estoy», en presente, es significativo. La resurrección no aleja a Cristo de los suyos, sino que establece una relación más estrecha que la de su vida terrena. Así lo indica el final de Marcos: «Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban» (Mc 16,20). Jesús, no solo está con los suyos, sino que coopera en su trabajo.

Esta relación de Cristo con su Iglesia es descrita de modo magistral en el Evangelio de este domingo. Se trata de la última aparición de Jesús en el Evangelio de Juan. Al aparecerse en Jerusalén, Jesús había pedido a los discípulos que fueran a Galilea para verlo. Juan describe este encuentro en Galilea, junto al lago de Tibieríades, donde Jesús había llamado a los primeros discípulos. Los siete apóstoles que estaban allí son sorprendidos por un visitante que les pide pescado para comer. Al responderle que no han pescado nada durante la noche, el visitante les dice que echen la red a la derecha y encontrarán, como así fue. Juan reconoce entonces que se trata de Jesús y Pedro se tira al mar para llegar el primero a la orilla. Los demás llegan a la orilla con una red llena de peces. Concretamente, ciento cincuenta y tres. Pero, cuando llegan a la orilla, ven unas brasas encendidas y sobre ellas un pez y pan. Se trata, sin duda, de una evocación de la Eucaristía; por ello, nadie pregunta a Jesús quién es, porque sabían que era él.

Con este relato tan elocuente, Jesús ha retornado a Galilea, que es como decir que la historia allí empezada continúa también allí. No ha salido de la vida de los suyos, ni de su trabajo ordinario, la pesca. Al hacer el milagro, evoca el que ya hizo cuando llamó a Pedro también después de otra pesca milagrosa. Y Pedro, al arrastrar la red llena de peces hacia la orilla, está cumpliendo su misión: llevar la iglesia, simbolizada en la red, hacia Cristo, su cabeza. Hasta el número de peces —ciento cincuenta y tres— significa la totalidad de los pueblos que creerán en Jesús. Todos caben en la red sin que esta se rompa, porque la iglesia, a pesar de los cismas, es una unidad indestructible. Todo cuadra, por tanto, en la vida de Jesús y en la de la Iglesia. Jesús encomienda su Iglesia a Pedro, pero no desparece de ella, sino que sigue presente haciendo la eucaristía y caminando por delante de los suyos. Así lo sugiere claramente el final del relato. Después de haber examinado a Pedro tres veces sobre el amor, Jesús le dice la palabra clave: Sígueme. Y en pos de Jesús, avanza Pedro seguido por Juan. Hermosa escena en la que, con Cristo a la cabeza, Pedro y Juan siguen sus huellas ante un horizonte abierto, donde, a diferencia de otras apariciones, como la de Emaús, no se dice que Jesús desaparezca. ¡Cómo va a desaparecer si es la cabeza de la Iglesia! Resucitar no significa abandonar este mundo, sino reconducirlo hacia la plenitud. No es difícil imaginar la escena: Jesús camina delante, hacia la plenitud de la historia futura. Detrás van los apóstoles, con la conciencia clara de que Él vive, no ha desaparecido ni lo hará nunca. Está presente.

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En las apariciones del Resucitado, que narran los Evangelios, Jesús quiere dejar claro que posee la misma identidad de quien vivió entre los hombres y murió en la cruz. Mucha gente se pregunta la razón por la que, en algunas apariciones, los testigos no lo reconocen enseguida. Hay una razón teológica y otra pedagógica. En cuanto a la teológica, es obvio que el cuerpo de Jesús ha sufrido una transformación radical sin dejar de ser el mismo. Su cuerpo ha pasado a la gloria de Dios y esto significa que su forma de existir ha cambiado radicalmente. Ya no está sometido a las leyes de espacio y de tiempo y su naturaleza humana se ha perfeccionado haciéndose «espiritual». Lo espiritual no debe entenderse en sentido etéreo, fantasmal, como el de algunas películas de ficción. San Pablo habla de cuerpo «celeste», «espiritual» o pneumático, es decir, el cuerpo que ha alcanzado la perfección a la que Dios nos ha destinado desde la creación. Santo Tomás de Aquino, apoyado en los textos bíblicos, resumía las cualidades del cuerpo resucitado con estas palabras: claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza. Algunas de estas cualidades se describen en los evangelios cuando Jesús aparece y desaparece de repente, atraviesa las puertas y los sitios cerrados o se habla de metáforas relacionadas con la luz, como el relámpago que precede a la remoción de la losa del sepulcro (cf. Mt 28,3), o la aparición a Saulo de Tarso en el camino de Damasco (Hch 9,3).

            En cuanto a la razón pedagógica por la que Jesús no es reconocido de inmediato, como sucede en la aparición a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y en el lago de Galilea, los teólogos argumentan de la siguiente manera: las apariciones del Resucitado no son descubrimientos de los discípulos, sino iniciativa de Jesús, que se hace ver. Es Jesús quien desea mostrarse a los suyos en el momento determinado, porque la fe en su resurrección es un don, una gracia que él concede. Su presencia, por tanto, es revelada por él mismo y esto explica esa especie de «juego» que consiste en manifestarse poco a poco, como en un crecimiento hacia la fe que culmina con el reconocimiento de su persona cuando él lo decide. Se puede decir que Jesús, para llevar a los suyos a la fe, utiliza pedagógicamente el método de la revelación progresiva de sí mismo.

            Esta pedagogía de Jesús se sirve, además, de la memoria de la vida anterior. Cuando se aparece a María Magdalena, el momento de la revelación final sucede cuando Jesús pronuncia el nombre de María. En los discípulos de Emaús, Jesús recurre a la fracción del pan, gesto inolvidable para los suyos. En la aparición junto al lago de Galilea, Jesús evoca la pesca milagrosa de su vida pública con otra pesca semejante. Y cuando se aparece a los apóstoles y a Tomás, según leemos en el Evangelio de hoy, Jesús les muestra las señales de la pasión en las manos y el costado. Este es el principio de identidad de su propio cuerpo, que, aunque ha sido trasformado en cuerpo «celeste» o glorioso, sigue siendo el mismo y puede ser reconocido como tal. Por ello, la resurrección confirma que se trata del Crucificado. Esto lo dice muy bien san Juan en el Apocalipsis, que también leemos hoy. Cuando Jesús Resucitado se le revela en la isla de Patmos, le dice: «No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo» (Apc 1,17-18). No se puede explicar mejor el misterio de la Resurrección. Es lo mismo que dicen los ángeles a las mujeres cuando encuentran vacío el sepulcro: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado» (Lc 24,5-6).

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La vicaría general apela al «sentido común» y a la vulnerabilidad para su uso durante las celebraciones litúrgicas y las reuniones

 

Dos años después de la orden recogida en el Boletín Oficial del Estado que obligaba al uso de mascarillas en España, el Consejo de Ministros ha aprobado una nueva disposición publicada en el BOE con fecha de 20 de abril. En virtud de la misma, queda eximida la obligatoriedad de utilizarlas en espacios interiores, entre los que se encuentran los templos y lugares de culto.

Desde marzo de 2020, muchas han sido las restricciones que han alterado el orden habitual de las celebraciones litúrgicas por lo que, la no obligatoriedad legal del uso de mascarillas en interiores permite que los actos de culto en las iglesias retomen el pulso y las costumbres previas a la crisis sanitaria.

No obstante a lo anterior, la vicaría general de la Diócesis de Segovia apela al «sentido común» y prudencia de párrocos y fieles, siendo conscientes de que la pandemia todavía no ha llegado a su fin. Es por esto por lo que se recomienda el uso del gel hidroalcohólico a la entrada de los templos, así como en los presbiterios, para que los sacerdotes lo utilicen antes de la distribución de la comunión.

MASCARILLAS4Asimismo, se recomienda el uso de las mascarillas en aquellas situaciones en la que se tenga contacto prolongado con personas a distancia menor de 1,5 metros. Igualmente, se aconseja la utilización de mascarillas en celebraciones en las que el número de fieles sea elevado. De igual manera, es recomendable su uso en las catequesis y reuniones de grupos parroquiales, puesto que congregan a un buen número de personas en espacios reducidos.

En todo caso, la utilización de mascarillas será obligatoria durante la celebración del Sacramento de la Penitencia tanto para el sacerdote como para el fiel siempre que se realice en confesionario o a distancia inferior a metro y medio. En el caso de residencias de mayores, capellanías de hospitales y velatorios se atenderá a las prescripciones establecidas en cada lugar.

La vicaría general apela a la prudencia y al cuidado de los fieles en situación de mayor riesgo, llamando al «uso responsable» de las medidas de contención en todos los espacios de culto y de reunión de fieles, y deja en manos del buen juicio de los párrocos la decisión del uso o no de las mascarillas en aquellos templos en los que hay espacio suficiente para guardar la distancia recomendable.

Ángel Galindo García
Vicario General