(Domingo en el que se celebra la Jornada mundial del migrante y refugiado) Un año más la iglesia y ciudad de Segovia celebra la fiesta de su patrona, la Virgen de la Fuencisla, después de una novena concurrida en la santa iglesia catedral. Los segovianos se han postrado con fe y devoción ante la «fuente que mana vida y dulzura». Han podido beber del manantial de sus virtudes desgranadas en la predicación del P. Salvador Ros, prior carmelita descalzo del convento de san Juan de la Cruz. Este domingo celebramos su fiesta con la alegría de hijos que siempre necesitan el amparo de la madre. En el himno de la Virgen, decimos que es manantial de «de vida y dulzura». Dos realidades que el hombre necesita experimentar cada día, pues la vida se torna con frecuencia en una dura prueba, que nos convierte en huérfanos y desamparados. De esto saben mucho los emigrantes y refugiados, muchos de ellos niños, jóvenes y ancianos, que esperan siempre la acogida de la «madre». Hoy precisamente celebramos la Jornada mundial del migrante y del refugiado, por lo que pedimos a María sus propias entrañas de Madre para atender las dramáticas y urgentes necesidades de estos colectivos, cada vez más numerosos. María sabe de ambas situaciones porque tuvo que salir de su tierra y refugiarse en Egipto con José para proteger al Hijo de Dios, fruto de sus entrañas. La Iglesia es Madre porque tiene en María su realización más perfecta. Lo femenino en la Iglesia está representado de forma eminente con dos palabras que Jesús utiliza para hablar de María: Mujer y Madre. Siempre ha llamado la atención que, en el evangelio de san Juan, Jesús se dirija directamente a María en dos ocasiones llamándola «Mujer». En Caná de Galilea, durante una fiesta de bodas, y en el Calvario, cuando pendía de la cruz. Jesús llama a María «mujer» porque en ella se cumple la realización de lo que fracasó en Eva y porque es el anuncio de la mujer nueva que brota de la redención de Cristo, la Hija de Sión que encarna las promesas de una vida nueva, en la que el pecado no tiene cabida. La desobediencia de Eva encuentra su contrapartida en el Ave con que el arcángel saluda a María. Llamándola mujer, en Caná y en el Calvario, Jesús anuncia que María encarna una maternidad nueva, la espiritual, llamada a congregar en torno a Cristo los hijos de Dios dispersos. María es la mujer sensible a las necesidades de los hombres, como manifestó en Caná. Y es la mujer que acoge, sin discriminar a nadie, a toda persona necesitada. Por eso, María es, no solo la plena realización de la Iglesia, sino el modelo de todo cristiano, que está llamado a participar también de su maternidad —toda la Iglesia es madre—, viviendo sus propias actitudes de comprensión, acogida y ayuda. Todos estamos llamados a ser «madres» de otros, en la medida en que los socorremos y abrimos nuestra casa a quienes necesitan salir de la orfandad, del desamparo, e incluso de la amenaza de la muerte. El lema de esta Jornada de migrantes y refugiados no puede ser más expresivo: «Hacia un nosotros cada vez más grande». La caridad hace posible pasar del yo al nosotros de forma que nadie se encuentre sin familia, sin casa ni patria. La familia de los hijos de Dios ensancha su capacidad de acoger y amar cada vez que mira a un hombre como hermano y se desvive por atenderle por participar de su propia carne. Así hizo el Hijo de Dios al compartir nuestra sangre y carne (cf. Heb 2,14). Que la fiesta de la Fuencisla nos convierta en manantiales de vida y dulzura, como ella, de forma que ofrezcamos a los demás lo que tan gratuitamente hemos recibido de Dios a través de María. Entonces la alabaremos no solo con los labios, sino con el corazón. + César Franco Obispo de Segovia.