Lunes, 20 Septiembre 2021 11:13

«Por una iglesia sinodal: comunión, participación y misión» Carta pastoral para el curso 2021-2022

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Queridos diocesanos:

El curso 2021-2022 se nos presenta con esperanza y al mismo tiempo con incertidumbre. Parecen dos términos incompatibles pero no lo son. La esperanza es propia del creyente que mira el futuro con la confianza puesta en Dios. La incertidumbre es típica del hombre que no domina el tiempo y desconoce, por tanto, cuál será su devenir. Estamos viviendo una pandemia con olas sucesivas y nos falta certeza sobre su duración y consecuencias últimas.

            En este contexto la propuesta de un Plan Diocesano de Pastoral para el próximo curso parece una aventura arriesgada. No obstante, nuestra responsabilidad de Iglesia diocesana nos impide quedarnos con los brazos cruzados esperando tiempos mejores. Confiamos en el Señor y avanzamos en nuestro camino.

            En este curso próximo tenemos algunos acontecimientos que nos ayudarán sin duda a vivir con esperanza y entusiasmo la misión que Cristo con confía.

  • El Papa Francisco ha convocado un Sínodo de Obispos con el sugerente tema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». El Papa nos urge a participar en la consulta a nivel de diócesis y será parte de nuestro quehacer pastoral. Si hacemos bien esta reflexión redundará en beneficio de las demás acciones programadas en el plan diocesano de pastoral para este curso.
  • En noviembre está prevista, si Dios lo permite, la asamblea presbiteral en la que llevamos trabajando hace tiempo. Será una ocasión importante para que el presbiterio tome conciencia de su imprescindible misión en la revitalización de la vida cristiana de nuestro pueblo y en la llamada que debemos hacer a los laicos a asumir sus responsabilidades en la Iglesia.
  • Con la alegría propia de la salvación de Cristo, celebraremos el Año Jubilar Henarense, que supondrá una renovación de la piedad popular mariana y de su proyección en la vida diaria de nuestras familias. Nos impulsará a realizar las acciones pastorales con la confianza que aprendemos de María, modelo de creyente.
  • Los obispos españoles hemos sido convocados por el Papa Francisco a la visita ad limina apostolorum. Los obispos de la Provincia eclesiástica de Valladolid nos encontraremos con el Santo Padre a comienzos de enero de 2022. Es una ocasión extraordinaria para estrechar los lazos con la sede de Pedro y vivir la comunión de nuestras iglesias con el Vicario de Cristo. El informe que presentaremos de la diócesis nos ayudará a descubrir nuestras fortalezas y debilidades y a caminar en la dirección que nos marque el Papa.

Estos acontecimientos forman parte del Plan Pastoral de este curso, que, con ocasión de la pandemia, nos ha parecido obligado que debía prorrogar el del curso anterior, el último del trienio para el que fue elaborado. Dado que la pandemia nos impidió realizar la programación prevista, hemos pensado, después de consultar con los diversos consejos, delegaciones y secretariados, poner el acento en acciones que quedaron en suspenso y señalar otras que, tanto a nivel diocesano como arciprestal, merecen la pena llevarse a cabo.

Como ya he señalado en otras ocasiones, el Plan diocesano de pastoral no es un corsé que constriñe la creatividad o nos encarrila en una dirección única. La diócesis es muy variada, los arciprestazgos difieren unos de otros, por lo que la pastoral debe responder siempre a necesidades concretas que no siempre se contemplan en la unidad del plan. Pero es una ayuda muy estimable para vivir la comunión eclesial, descubrir la variedad de las propuestas y trabajar en la búsqueda de objetivos comunes. Si a esto añadimos los acontecimientos aludidos al inicio de esta carta, comprendemos fácilmente que debemos huir del agobio, del activismo y de cualquier actitud que ponga freno a las iniciativas concretas que, a juicio de las parroquias, deban llevarse a cabo.

Con el fin de ser fieles a los objetivos prioritarios señalados en el trienio 2018-2021 y, al mismo tiempo, suplir las limitaciones que la pandemia nos ha impuesto en el curso pasado, hemos señalado algunas acciones específicas que pueden ayudarnos a completar y dar continuidad al trabajo realizado hasta ahora. Corresponde a los arciprestazgos y parroquias, según su peculiaridad, concretar cómo llevar a término dichas acciones

Al mismo tiempo hemos señalado tres bloques temáticos que, en las aportaciones surgidas en los diversos Consejos diocesanos, han sido considerados prioritarios para nuestra acción pastoral. Me refiero a los siguientes bloques sobre los que quiero hacer algunas consideraciones:

 

1. Familia

Todos sabemos la importancia que tiene la familia en la pastoral de la Iglesia, importancia que ha sido puesta de relieve en los dos sínodos dedicados a ella. Evangelizar la familia es evangelizar la sociedad. La disolución del concepto de familia y la desestructuración de la misma, ocasionada por diversas causas, la sitúa en el punto de mira de nuestra acción pastoral. Todo lo que hagamos por visitar las familias, acompañarlas, ayudarlas material y espiritualmente, redundará en beneficio de toda la familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia. Debemos, además, estar abiertos a los movimientos familiares y a experiencias que han dado fruto en este ámbito. Al mismo tiempo, como pastores del pueblo de Dios, tenemos en nuestras manos muchos medios para sostener a la familia en su vocación: sacramentos, cursillos prematrimoniales, encuentros de familias, de novios, etc. Fortalecer los lazos de las familias cristianas entre sí es asegurar la conciencia de pertenencia a la Iglesia y contrarrestar el desafecto eclesial que invade nuestra cultura.

 

2. Laicado

Aunque llevamos décadas en la Iglesia reflexionando sobre este tema, los frutos no son proporcionales a la reflexión y al deseo de incorporar con más eficacia los laicos a la misión de la Iglesia. Es posible que el problema resida en dos aspectos que ya hemos considerado en otras ocasiones: a) la necesidad de formación integral sin dar nada por supuesto; b) el ofrecimiento de cauces eficaces para asumir responsabilidades en la Iglesia.

Esto exige favorecer medios de formación o intensificar los que ya tenemos insistiendo en los temas de la iniciación cristiana y en la Doctrina social de la Iglesia, que afecta directamente a los ámbitos donde el laico está llamado a su apostolado específico. A este respecto, sea bienvenida toda iniciativa parroquial y arciprestal —conferencias, grupos de estudio, cursillos intensivos—que convoque a los lacios a la formación permanente e intensiva. También el apostolado asociado, y en especial la Acción Católica General, ofrece planes de estudio y, sobre todo, un cauce de participación en la vida de la Iglesia donde los laicos son miembros activos y responsables de sus propias acción apostólicas. La institución de los ministerios de acólitos, lectores y catequistas puede ser también un cauce de formación y acción que merece ser estudiado

 

3. Vocaciones sacerdotales.

En el contexto de la vida cristiana como vocación y teniendo en cuenta que las vocaciones se desarrollan normalmente en el ámbito de una comunidad cristiana viva (familia, parroquia, movimientos), la pastoral de las vocaciones sacerdotales debe tener como referencia la comunidad del seminario donde los posibles candidatos puedan descubrir el modo peculiar de vivir en el seguimiento de Cristo. Debemos potenciar visitas al seminario, encuentros y convivencias con los seminaristas, catequesis vocacionales, y la pastoral de los monaguillos que acerca a niños y adolescentes al misterio de la liturgia. Acompañar a los confirmados y a jóvenes y adultos con signos de vocación debe ser prioritario en este ámbito pastoral. Por otra parte, la comunidad diocesana debe asumir como suya esta grave necesidad de la Iglesia e implicarse en la promoción vocacional no como simple propaganda sino como propuesta de vida que proviene de la llamada del Señor. Orar al dueño de la mies y trabajar el terreno para que la semilla de la vocación no caiga en tierra estéril es responsabilidad de todos.

Finalmente, quiero hacer unas consideraciones sobre el estilo y la pedagogía de quienes debemos llevar adelante este plan de evangelización. Desechando cualquier actitud de escepticismo, desaliento y apatía, trabajar en la viña del Señor es siempre un motivo de gratitud y gozo. No nos toca dar crecimiento a la semilla de la palabra que esparcimos con generosidad. Tampoco nos incumbe determinar ni el tiempo y el lugar de los frutos que esperamos. Nuestra actitud es servir al Señor, confiar en su acción y porfiar sin desmayo en los fines que buscamos. Las indicaciones del Papa Francisco en su magisterio rebosan confianza en el Señor y nos advierten de caminos errados: individualismo, activismo, críticas destructivas, falsas concepciones de iglesia, voluntarismo sin oración, reducción del apostolado al éxito pretendido.  Por otra parte, las tres palabras del tema para el próximo sínodo —comunión, participación y misión— nos marcan la meta hacia la que debemos caminar.

En cada uno de los ámbitos aludidos —familia, laicado, vocaciones— tenemos suficientes documentos del magisterio pontificio para orientar nuestro camino. Debemos, por tanto, discernir nuestras acciones desde la oración, la reflexión comunitaria y el empeño en ser fieles a lo que programamos. Solo así podemos dar cuenta al Señor de qué hemos hecho con los talentos recibidos y gozarnos si, a pesar de las dificultades, se los devolvemos aumentados. Nuestra diócesis será sin duda bendecida por quien siempre paga con generosidad el esfuerzo de quienes anuncian el evangelio de la salvación y de la vida. Que La Virgen de la Fuencisla y san Frutos nos concedan siempre la alegría de evangelizar. San José, cuyo año jubilar celebramos, nos alcance la docilidad a Dios y la prontitud en nuestra respuesta.

Con mi afecto y bendición

En Segovia, a 25 de Julio de 2021.

+ César Franco,

obispo de Segovia.

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