Secretariado de Medios

Secretariado de Medios

Con motivo de la pandemia, la Iglesia no pudo celebrar el 19 de marzo el Día del Seminario. Se trasladó al 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Todo quedó en casa, porque del patriarca de la Iglesia universal pasó a manos de María, Madre de la Iglesia. El seminario no puede estar en mejores manos ni bajo mejores protectores. María y José dedicaron su vida a criar, educar y proteger al Hijo de Dios. Es natural que la Iglesia les confíe también la tarea de cuidar y educar a quienes un día recibirán el carisma de representar a Jesús, sacerdote eterno.

¿Es posible representar a Jesús? ¿No es una pretensión inalcanzable? Naturalmente que es posible, pero no por invento de la teología ni por decreto de la mal llamada Iglesia-institución, sino por voluntad expresa y directa de Jesucristo. Él eligió de entre todos sus discípulos a Doce, a quienes constituyó apóstoles, es decir, enviados. Los educó personalmente conviviendo con ellos estrechamente en una comunidad itinerante, donde todo lo hacían en común. Jesús, enseñaba, corregía, alentaba, enviaba a predicar; y después comentaba con ellos sus experiencias. La sobriedad de los Evangelios no impide percibir este modo de preparar a los Doce hasta el momento de recibir del mismo Cristo la autoridad para representarlo como mediadores de su salvación. La teología ha recogido esta misión con una fórmula clara que no deja ninguna duda sobre la voluntad de Cristo: los apóstoles y quienes continúan su misión como obispos y sacerdotes actúan «en la persona de Cristo Cabeza». Jesús, en la Última Cena, lo dijo de manera inconfundible: «Haced esto en mi memoria». Se trata de hacer lo que hizo Jesús, que en la última cena funda la nueva alianza en su cuerpo y en su sangre y hace posible una relación indestructible entre Dios y los hombres, en la que sus sacerdotes harán visible su persona hasta el fin de los tiempos.

El seminario es el lugar donde los que se sienten llamados por Cristo van conformando su vida con la suya. Si la Iglesia los acepta como idóneos, llegará un día en que, mediante el sacramento del orden, serán «otros cristos», enviados al mundo con la misión del Hijo de Dios: evangelizar, celebrar la Eucaristía, perdonar los pecados, edificar la Iglesia, sanar, cuidar de los pobres y guiar al Pueblo de Dios. Los cristianos, y las diócesis en general, no pueden permanecer indiferentes ante el seminario, porque sería permanecer indiferentes ante Cristo. Como si no nos importara su salvación, su palabra, sus sacramentos, su presencia en medio del pueblo. Tal indiferencia indicaría que damos por vano lo que Cristo hizo al elegir y constituir a los Doce. Una diócesis viva cuida su seminario, ora por las vocaciones, trabaja para que la misión del sacerdote se presente a niños y jóvenes, cuando se plantean su vocación. A pesar de sus fragilidades, el sacerdote representa a Cristo y toda la Iglesia debe trabajar para que nunca falten los sacerdotes que necesitamos, no a cualquier precio, puesto que el hombre ha sido rescatado por la sangre de Cristo. No queremos vocaciones a cualquier precio, porque la vida de los hombres no se pone a subasta, ni es objeto de mercado. Queremos vocaciones auténticas, que se conformen al estilo de vida de Cristo, que aspiren a la santidad y que se entreguen plenamente al servicio de los hombres. Vocaciones como las de María y de José, que, sin ser sacerdotes ordenados, se conformaron a Cristo y tuvieron la dicha de educar a quien se sometió a ellos con obediencia y fue creciendo en edad, sabiduría y gracia ante Dios y los hombres. Quiera Dios que crezcan así nuestros seminaristas para el bien de la Iglesia y del mundo.

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

Viernes, 27 Noviembre 2020 12:51

Diciembre 2020

DICIEMBRE 2020

6 de diciembre. Domingo II de Adviento

En medio de los desiertos de nuestro tiempo, los aislamientos, las distancias, los vacíos de las ausencias, escuchamos una voz que grita “preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Cuando el presente se vuelva duro, acerquémonos unos a otros con el consuelo, y cuando el futuro se oscurezca, agarrémonos a la esperanza, porque sabemos que se acerca el Salvador.

8 de diciembre. Solemnidad de la Inmaculada Concepción

En el camino del Adviento aparece la figura de María como modelo de mujer que sabe acoger el plan de Dios. Ante la propuesta de ser un instrumento privilegiado de la Salvación, se suscita en ella un diálogo que nace de su humanidad. Pregunta “cómo será eso”, porque se da cuenta de su pequeñez y no conoce con seguridad lo que va a pasar. Pero el “sí” que pronuncia la convierte en modelo de nuestra fe: pone su confianza en la acción de Dios.

13 de diciembre. Domingo III de Adviento

En este domingo de “Gaudete” escuchamos la invitación “estad siempre alegres”. Si sentimos la tentación del pesimismo, del deseo de tirar la toalla o de la tristeza, busquemos en Dios una alegría que no dependa de las circunstancias. Así podremos percibir las pequeñas o grandes alegrías de cada día, valorar lo que tenemos y celebrar de nuevo el nacimiento del Salvador.

20 de diciembre. Domingo IV de Adviento

Ahora que la Navidad está muy cerca, volvemos a contemplar el anuncio del ángel a María, porque tenemos que preparar el corazón para un encuentro. Dios, rompiendo todos los límites imaginables, se hace carne en el seno de María. Y también desea venir a cada uno de nosotros. Y viene a nuestra vida para quedarse, porque es Dios-con-nosotros, es “el Dios de la cercanía”.

25 de diciembre. Natividad del Señor

Nos despertamos con la buena noticia de que nos ha nacido el Salvador. Si nos acercamos al belén, contemplaremos al Niño Jesús recién nacido acostado en un pesebre, acompañado por María, José y los pastores. En torno a este nacimiento no ha habido festejos, ni luces, ni flores, sino silencio, pobreza y contemplación. La Navidad nos indica que no existe un lugar tan sucio ni pobre en donde el Dios de la Vida se sienta indigno de nacer. Hoy abrimos nuestros corazones para que nazca en cada uno la Vida.

27 de diciembre. Sagrada Familia

Dios quiso nacer en una familia, porque es ahí el lugar donde todos crecemos en sabiduría y estatura. Una sabiduría que se cuece en las cosas cotidianas que ocurren cada día. En el amor que conlleva sus renuncias, en la preocupación por el trabajo o los estudios, en los conflictos que dejan heridas, en la ilusión y el arrojo de los que comienzan la vida... La Sagrada Familia vivió situaciones parecidas a las nuestras y por eso pedimos amor, ternura, paciencia, agradecimiento, perdón y tantas otras cosas que hoy necesitan nuestras familias.

Patricia González Fernández, OMI

Viernes, 27 Noviembre 2020 12:23

REVISTA DIOCESANA DICIEMBRE 2020

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Al comenzar un nuevo año litúrgico, la Iglesia acrecienta la esperanza. Adviento es esperanza. No es una esperanza basada en bienes temporales, ni en economías potentes ni en paraísos terrenos de ideologías materialistas para mentes ingenuas y crédulas. La esperanza del Adviento trasciende el espacio y el tiempo y nos enseña a mirar más allá de la muerte. Al decir que trasciende el espacio y el tiempo no afirmo que se olvide de estas categorías humanas que conforman la encrucijada de nuestra vida. Quiero decir que no se reduce a ellas. Vana sería entonces la esperanza si, superados los límites del espacio y del tiempo, nos halláramos en la nada. La esperanza del Adviento se realiza ya aquí, en el drama de la historia y de nuestra vida personal. Es esperanza para vivir aquí con la certeza de vivir más allá de la muerte. Porque este es el anhelo del hombre: vivir para siempre. Y Dios, creador del hombre, no defrauda.

El profeta Isaías ha expresado de manera insuperable la esperanza que anida en el corazón del hombre. Así lo proclama en este primer domingo de Adviento: «¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!» (Is 63,19). Rasgar los cielos y descender: esta es la acción portentosa de Dios al enviar a su Hijo en nuestra propia carne. El libro de la Sabiduría lo dice con gran dramatismo: «Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio» (Sab 18,14-15). Aquí está el secreto de la esperanza cristiana. Dios ha decidido vivir, trabajar, sufrir y morir con el hombre y por el hombre. Sin este dato de la revelación es imposible entender el cristianismo y la esperanza que propone. En la entraña del cosmos, de la historia humana y de cada persona habita Dios. No habita solo como habita el ser en los seres por la vía de la participación. Habita con la carne del hombre que ha asumido Dios para sí mismo en la persona de su Hijo. Dios ha querido compartir, participar de la vida del hombre tal y como es, a excepción del pecado. Así lo expresa la constitución del Concilio Vaticano que lleva por título dos palabras clave, gozo y esperanza (Gaudium et Spes): En Cristo, «la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22,2).

Si esto es así, como afirmamos los cristianos, la esperanza sostiene la vida del hombre en su dramaticidad insoslayable. Es duro vivir, ciertamente; la muerte es un misterio; Dios tiene caminos y planes incomprensibles. Pero con Isaías, podemos decir: «Descendiste y las montañas se estremecieron. Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él» (Is 64,2-3). La certeza de la fe revelada en Cristo no se apoya en nuestra capacidad de entender o no a Dios (¿quién es tan osado para decir que lo entiende?), sino en lo que ha hecho por quienes esperan en él: compartir nuestra existencia hasta en lo más horrible y detestable que es la muerte. Dios no es enemigo ni competidor del hombre, pues se ha puesto de su parte en el misterio de la encarnación. Es obvio que persiste el misterio, dada la trascendencia de Dios. Pero la clave para entender su trascendencia es precisamente su opción irrevocable por el hombre, que es el fundamento de nuestra esperanza.

+ César Franco
Obispo de Segovia

inmigrantes canarias

En los últimos meses están llegando miles de inmigrantes a Canarias. Muchos han muerto en su dramático viaje. Los obispos de las dos diócesis de estas islas se han dirigido a los fieles católicos y a la sociedad en general. Queremos unirnos a su reflexión y llamamiento, pues el problema no es solo canario, es de toda España, europeo y global, y quienes sufren las migraciones forzosas gozan de una dignidad inalienable y compartida con todos nosotros. Para un cristiano el migrante es hijo de Dios, un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento que busca la esperanza de alcanzar una vida mejor. No podemos permanecer ajenos a su dolor ni indiferentes a la hora de valorar la extraordinaria aportación de los que llegan a nuestras sociedades envejecidas.

Tampoco podemos obviar la complejidad de situaciones que convergen en este drama:

La injusticia del comercio internacional, el hambre, las guerras inducidas en países con riquezas mineras, los regímenes políticos dictatoriales que expolian y reprimen a su pueblo, las persecuciones políticas y religiosas, las mafias organizadas, el uso de los flujos migratorios como forma de presión política. La necesaria regulación de las migraciones pasa por abordar sus causas para asegurar el primer derecho de un emigrante, permanecer o regresar a su casa de manera voluntaria.

Es imprescindible crear en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad y simultáneamente, en los de destino, salvar su vida y hacernos cargo de su existencia a través de un conjunto de acciones que el Papa resume en “acoger, proteger, promover e integrar”.

La Unión Europea y el Estado español han de asumir que no se pueden crear guetos insulares para evadir el problema migratorio. Como afirma el papa Francisco, en los países de destino, habrá de buscarse el equilibrio adecuado entre la protección de los derechos de los ciudadanos y la garantía de acogida y asistencia a los migrantes. Concretamente, el Papa señala algunas “respuestas indispensables” especialmente para quienes huyen de las “graves crisis humanitarias”: aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunidades de trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social (FT 38-40)

Las comunidades cristianas hemos de ofrecer un singular testimonio de fraternidad y ciudadanía en la acogida, cuidado y promoción de los que llegan y en la acción moral y política contra las causas de tanto sufrimiento. Como dice el papa Francisco: “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan… Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido”. (FT 77-78)

 

Conferencia Episcopal Española 

educación

El Congreso de los Diputados ha aprobado, en primer término, la nueva Ley de Educación que continuará su trámite parlamentario en el Senado, antes de volver definitivamente al Congreso para su aprobación definitiva.

La Educación tiene un significado singular y relevante para la vida y el futuro de niños y jóvenes, de las familias y de la sociedad entera. Es el ámbito donde se contribuye a edificar el porvenir de una nación y su salud democrática. Por la gran inquietud que ha generado la formulación y la manera de tramitarse de la nueva ley, nos parece necesario ofrecer ahora algunas reflexiones:

  1. Antes de cualquier consideración queremos mostrar nuestro reconocimiento a todos los docentes que en este tiempo de pandemia están redoblando sus esfuerzos para seguir educando y formando a las nuevas generaciones. Es un trabajo silencioso, pero nos consta que se realiza con una dedicación personal y profesional que permite mantener la tarea escolar por encima de todo.

  2. Por ello, lamentamos en particular que se haya procedido a la tramitación de esta ley a pesar de las difíciles circunstancias causadas por la pandemia y con unos ritmos extremadamente acelerados. Ello ha impedido la participación adecuada de toda la comunidad educativa y de los diferentes sujetos sociales.

Consideramos necesario insistir en que el verdadero sujeto de la educación es la sociedad, y, en primer lugar, las familias. No sería aceptable que el Estado pretendiera apropiarse de este protagonismo de la familia y de la sociedad -a cuyo servicio está llamado-, identificando el carácter público de la enseñanza con su dimensión organizativa de carácter estatal. No solo lo que es de titularidad estatal es público.

Con el papa Francisco queremos recordar la urgencia de un Pacto Educativo Global, que el Gobierno ha aplaudido de manera informal, y que significa privilegiar el camino del diálogo, de la escucha y del acuerdo, de modo que las propias posiciones ideológicas (todas ellas “confesionales”) no se conviertan en criterio de exclusión. En palabras del presidente de la CEE al inicio de esta A. Plenaria: “sería conveniente que de este pacto educativo pudiera concretarse una ley sólida que no sea objeto de debate con cada cambio de color político en el Gobierno”.

3. Tras el camino recorrido durante la tramitación de la ley, vemos necesario pedir que esta ofrezca una mayor protección del derecho a la educación y la libertad de enseñanza, tal como se explicitan en el art 27 de la Constitución y en su interpretación jurisprudencial. Nos preocupa que esta ley introduzca limitaciones a estos derechos y libertades y, en primer lugar, al ejercicio de la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos.

Comprendemos y apoyamos los esfuerzos de las familias, plataformas y agentes sociales que en estos días se han movilizado en la defensa de estos derechos, y particularmente de los referidos a los alumnos con necesidades especiales.

4. En este mismo sentido afirmamos, de nuevo, que la ley debería recoger la “demanda social” en todas las etapas del proceso educativo: libertad de creación de centros escolares, libertad de elección de centro y propuesta educativa, trato en igualdad de condiciones a los diversos tipos de centro, para lo cual es necesaria la gratuidad de la enseñanza sin discriminaciones.

5.Lamentamos profundamente todos los obstáculos y trabas que se quieren imponer a la acción de las instituciones católicas concertadas. No es el momento de enfrentar entidades e instituciones educativas, sino de trabajar conjuntamente, en el espacio público, para ofrecer una educación adecuada a todos los niños, adolescentes y jóvenes de nuestro país.

6.En diálogo con el Ministerio, la CEE ha recordado que no puede excluirse del ámbito escolar la educación de la dimensión moral y religiosa de la persona, para que ésta pueda crecer como sujeto responsable y libre, abierto a la búsqueda de la verdad y comprometido con el bien común, recibiendo para ello una formación integral. Por eso, ha propuesto que la enseñanza religiosa escolar quede integrada en un área de conocimiento común para todos los alumnos, en un modo que no genere para nadie agravios comparativos. Y ha recordado que esta asignatura no debe ser considerada ajena al proceso educativo, sino que ha de ser comparable a otras asignaturas fundamentales.

Lamentablemente la propuesta hecha por la CEE no ha recibido respuesta por parte del Ministerio. De hecho, el texto legislativo aprobado suprime el valor académico de la evaluación de la asignatura de Religión, y deja a los alumnos que no cursen esta asignatura sin una formación con contenido escolar.

Queremos recordar que no es aceptable la descalificación de esta asignatura o del trabajo de sus profesores como adoctrinamiento. Al contrario, respeta el conjunto de exigencias propias de su presencia en el ámbito escolar, relativas a la metodología o al estatuto del profesorado. Es escogida con buenas razones por una mayoría de familias, y reconocida en su contribución a la educación integral de la persona y su compromiso en la sociedad. De hecho, está presente en la mayoría de los sistemas educativos europeos.

7. La Iglesia ha desarrollado una gran tradición educativa, que ha sido y deseamos que siga siendo una riqueza de nuestra sociedad. Más allá del debate sobre una ley, es consciente de la necesidad de seguir defendiendo la inclusión escolar y educativa de la enseñanza religiosa escolar como integrante del ámbito de una necesaria educación moral. Y, como Pueblo de Dios, en todos sus miembros, seguirá trabajando para hacer posible el crecimiento, la libertad y la pluralidad de la propuesta educativa para servir así al bien de los alumnos, las familias y toda la sociedad.

 

Conferencia Episcopal Española

El año litúrgico termina con la solemnidad de Cristo Rey. Es una forma hermosa de concluir el año contemplando a Cristo en su venida al fin de los tiempos para realizar el juicio sobre la verdad. En el Evangelio de hoy, Jesús no pregunta a las naciones si han creído en él, sino si han vivido la caridad, es decir la verdad que se hace activa. Porque la primera exigencia moral del hombre es vivir en la verdad, la que, como decía san Agustín, «habita en el hombre interior». El que vive en la verdad, sin engañarse a sí mismo, tarde o temprano encuentra a Dios, que es al mismo tiempo verdad y amor.

Cuando Poncio Pilato pregunta a Jesús si él es rey, Jesús lo confirma claramente. Pero, para evitar malentendidos, explica su realeza en estos términos: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Jn 19,37). Jesús es rey en cuanto testigo de la verdad, que es accesible al hombre si la busca con empeño y rectitud. Al escuchar la palabra «verdad», Pilato no se detiene a dialogar con Jesús. Con indiferencia, escepticismo o desprecio, lanza una pregunta que no espera respuesta: «¿Qué es la verdad?».

También hoy mucha gente hace la misma pregunta con el mismo desinterés de Pilato. El escepticismo y el relativismo han minado los fundamentos del conocimiento humano en su ineludible vocación de buscar la verdad. La crisis de interioridad (Sciacca), el sociedad líquida (Bauman) y la estrategia de la «deconstrucción» aplicada a todos los ámbitos de la existencia humana y, en especial, del conocimiento, ha dejado al hombre al arbitrio de los poderes pragmáticos de este mundo —dinero, dominio, placer— y, en última instancia, de su propia libertad, entendida con frecuencia como autosatisfacción de sus instintos, apetencias y ambiciones. El hombre —hablo en general— ha renunciado a buscar la verdad, que es lo mismo que renunciar a la razón. Pilato es el prototipo del político pragmático que renuncia a sus convicciones —estaba convencido de la inocencia de Jesús— para claudicar ante quienes le acusan de no ser amigo del César. Con su actitud declara que no quiere conocer la verdad, de la que Jesús es testigo. Y lo condenó a muerte, cometiendo la más grave injusticia.
En el núcleo del desprecio a la verdad o, dicho de otra manera, en la instauración de la mentira anida la injusticia. Quien miente actúa con injusticia y, si es gobernante, conculca los derechos de su pueblo que sólo se sostienen sobre la verdad del hombre y de su inviolable dignidad. Cuando Jesús juzga a las naciones, como ya he dicho, no pregunta si creen o no en Dios, sino si han obrado con verdad socorriendo a sus hermanos más humildes, los pobres. Resulta llamativo que quienes lo han hecho no sabían que Jesús estaba en ellos. Tampoco sabía Pilato que en el reo que tenía delante moraba Dios, pero tenía la obligación de defender su inocencia. El juicio de Dios se fundamenta, pues, en la inapelable tarea de servir a la verdad, porque quien esto hace, aunque no lo sepa, sirve a Dios. «Yo soy el camino, la verdad y la vida», dice Jesús. En su enseñanza, Jesús no impone nada. No quiere esclavos, sino hombres libres. Su juicio será sobre el ejercicio de esa libertad cuyo término es el bien, nunca el interés propio ni la satisfacción egoísta de sus deseos.

Dice Orígenes que «Cristo no vence al que no se quiere dejar vencer, Él vence sólo por convicción. Él es la Palabra de Dios». Ocurre lo mismo con la verdad. Nunca se impone, atrae a quienes le pertenecen, convence a quienes la buscan, brilla en quienes la sirven y, el final de la historia, deja al descubierto quiénes fueron verdaderamente libres.

 

+ César Franco
Obispo de Segovia


 A propuesta de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, la Diócesis de Segovia se une a la celebración de una jornada de recuerdo orante y agradecido por las personas consagradas que han fallecido en nuestro país durante esta pandemia.

Esta jornada responde a la necesidad de agradecer la vida de todos los consagrados fallecidos en este tiempo dentro de esa memoria continua y sentida por todas las víctimas mortales de la Covid-19.

La fecha elegida, el sábado 21 de noviembre, se celebra la memoria de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María, modelo de consagración y seguimiento para las personas consagradas (cf. VC 28). De esta forma, nuestro Obispo, Mons. César Franco, presidirá la eucaristía a las 10h. en la Santa Iglesia Catedral con esta intención de oración.

Todos los fieles de la Diócesis, y especialmente los consagrados, están convocados a dedicar conjuntamente un día para el recuerdo orante y agradecido hacia los miembros de la vida consagrada que han dado los últimos pasos de su peregrinar aquí en España a lo largo de estos meses. Hombres y mujeres apasionados por Dios y por la humanidad, que hacen crecer la luz de la esperanza en la Resurrección, el gozo del Reino que se puede entrever en medio de regiones de muerte.

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Clase de Reli sumaEl movimiento #ReliEsMas ha vuelto a colocar su mensaje a favor de una ley educativa integradora en el trending topic de la red social Twitter. Bajo el lema “Por el #PactoEducativoGlobal” y “La escuela #ConReliEsMas”, los promotores de esta iniciativa han subrayado la importancia de consensuar una ley para varias generaciones en la que sistema educativo permita a los escolares alcanzar el desarrollo integral de cada uno de ellos atendiendo a sus convicciones y creencias. Esta es la cuarta ocasión en la que el clamor popular contra la LOMLOE se hace oír en las redes sociales y consigue ser tendencia en la red social. Hasta el momento, la ministra ha evitado todo tipo de diálogo institucional, impidiendo incluso la participación de la sociedad civil y de la comunidad educativa en el debate de las enmiendas. El malestar es por tanto muy elevado y así se ha expresado en las redes sociales a lo largo de estas últimas semanas.

#ReliEsMas nació en el mes de mayo auspiciada por profesores, familias, asociaciones, movimientos y medio centenar de delegaciones diocesanas de Enseñanza con el objeto de defender el derecho de los padres a educar a sus hijos en sus propias convicciones religiosas. No se trata de un privilegio sino de un derecho plenamente humano que nadie puede desactivar alegremente por razones espurias. Siendo la asignatura de Religión una causa siempre cuestionada por determinados sectores políticos, #ReliEsMas pretende presentar un discurso propositivo, integrador y que genere un marco estable en la  nueva ley educativa del gobierno de coalición. Con un nuevo pacto educativo se solucionaría el eterno problema de un país que no acierta a consensuar el modelo escolar que quiere, en definitiva un país que no tiene claro qué tipo de persona y ciudadano necesita la sociedad del siglo XXI.

LOMLOE: ley anti- europea

 

Repetidamente la ministra Celaá ha defendido que la religión se debe limitar al ámbito de la “intimidad”, algo que compromete a la socialista puesto que demuestra un total desconocimiento sobre la carga curricular de la propia asignatura. La enseñanza de Religión en la escuela no es adoctrinamiento en la fe, sino una propuesta sistemática de conocimiento reglado similar al de otras asignaturas del currículo que, hoy más que nunca, fortalece el respeto a la diversidad cultural y confesional en un país cada vez más plural. #ReliEsMas reivindica la necesidad de considerar la enseñanza de las religiones en línea con la mayoría de los modelos educativos de Europa: con carga lectiva suficiente, con alternativa curricular y con plena evaluabilidad académica. Si la ministra no atiende estos “mínimos”, se entiende que “ningunearía” a la mayoría de las familias españolas que siguen optando por esta propuesta formativa año tras año. A los ojos de esta plataforma, la LOMLOE debería  buscar, no la desestabilización de la asignatura, sino su adecuado encaje para que se respete el derecho fundamental de la educación integral en un contexto democrático. Organizaciones como  la UNESCO, la OSCE, el Consejo de Europa y la OCDE asumen la necesidad de contemplar el conocimiento de la diversidad de cosmovisiones y creencias en la escuela y de contextualizar dicha relación en un marco compartido de respeto y tolerancia a la diversidad religiosa y de creencias. Dicho esto, #ReliEsMas entiende que la enseñanza de la religión no puede ser un elemento segregado, disminuido o sobrante en el sistema educativo español.

Recientemente, el movimiento #ReliEsMas se adhirió a la campaña MasPlurales para significar el desencanto entre otras cosas por la actitud de Isabel Celaá que, en vez de reunir voluntades para encontrar soluciones de consenso, ha rechazado todo tipo de diálogo, desoyendo la voz de cientos de miles de familias que se sienten agraviadas por el trato que reciben en su Ley. Sus integrantes insistirán en todas sus iniciativas en blindar la libertad de las familias para educar a sus hijos conforme a sus propias convicciones y no conforme a las del gobierno de turno.

Agradecimiento a los participantes y próximas iniciativas

 

Desde #ReliEsmas agradecen a todas las personas, asociaciones, movimientos e instituciones que se han sumado a su reivindicación, e invitan a asumir las iniciativas que se pudieran plantear a partir de este momento para seguir defendiendo una escuela de todos y para todos.

Entre los tópicos más extendidos sobre la religión está el de ser «opio del pueblo». El opio adormece, inhibe las fuerzas y priva al hombre de su responsabilidad en la vida. Pensando en el más allá —continúa el tópico— uno se desentiende del más acá, cruza los brazos y pasa la vida vegetando. La ignorancia que supone este tópico (por no hablar de intencionalidad malévola) es ciertamente culpable. Porque quien se haya acercado sin prejuicios a las religiones para conocerlas en su objetividad, habrá descubierto que nada les es más ajeno que la responsabilidad de vivir empleando al máximo nuestros talentos. Y si esto no se da, no puede hablarse de religión en sentido propio.

En cuanto al cristianismo, la parábola de los talentos es lo más opuesto a desentenderse de este mundo, que Dios ha puesto en manos del hombre para llevarlo a su plenitud. En esta conocida parábola, el dueño de los talentos los reparte a sus siervos para que los hagan fructificar de modo que, a su regreso, le rindan cuentas. En el núcleo de la parábola está la vida entendida como posibilidad de acrecentar los dones recibidos. Es una llamada a la responsabilidad y, en definitiva, al trabajo serio y riguroso, cualquiera que sea su modalidad. Digamos de paso que, cuando Jesús habla de su Padre celeste, dice que trabaja siempre. No es un dios ocioso que se entretiene con los placeres del Olimpo.

En la parábola de los talentos, dice Jesús que el dueño los distribuyó «según la capacidad de cada uno». Es obvio que no todos los seres humanos tienen la misma. Uno recibió cinco, otro dos y otro uno. Cuando el señor vuelve de su viaje y pide cuentas a sus siervos, alaba al primero y al segundo porque, gracias a su trabajo, han doblado la cantidad recibida. Como premio, les invita a entrar en el gozo de su señor. El que recibió un solo talento, lo sacó del hoyo donde lo había enterrado y le espetó este pequeño discurso a su señor: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo» (Mt 25,24-25). Llama la atención la mala imagen que este pobre siervo tenía de su señor y el resentimiento que encierran sus palabras. También sorprende que el miedo le llevara a esconder el talento bajo tierra. En realidad, sus últimas palabras le delatan: Aquí tienes lo tuyo. No había entendido que lo de su señor era también suyo. Y malgastó su vida enterrando su futuro. La respuesta del señor ante tal indolencia, le deja al descubierto: «Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses».

Con esta parábola Jesús define la vocación del hombre vinculada al servicio de Dios, que ha puesto en nuestras manos inmensas posibilidades de mejorar este mundo con el trabajo de cada uno. Nos previene contra la pereza, verdadero opio que inhibe nuestras energías. Esta parábola tiene como trasfondo teológico el juicio de Dios, que pedirá cuenta a cada uno de cómo hemos gestionado sus riquezas, que son también nuestras. No hay que tener miedo a Dios ni entender la vida como una exigencia impuesta desde fuera. La vida es el gran talento que Dios nos ha dado para hacernos acreedores de su gozo. Y el gozo de Dios es que el hombre viva con responsabilidad en este mundo ordenando todas las cosas hacia su fin último. Esto es parte de la religión: ser responsables, junto a Dios, de todo lo creado. El peligro está en pensar que este mundo no nos pertenece. Y esconder el talento bajo tierra.

 

+ César Franco
Obispo de Segovia