Secretariado de Medios

Secretariado de Medios

La Ascensión de Jesús a los cielos es el broche final de su vida histórica entre los hombres. Utilizo el adjetivo «histórica» a sabiendas de que esa vida también abarca los cuarenta días que discurren entre la Resurrección y su elevación a la derecha del Padre. Ese tiempo de resucitado también es histórico, aunque de manera diferente al del ministerio público. Los testigos que tuvieron la dicha de verlo resucitado fueron personas concretas, sujetos de la historia en la que Jesús resucitado se hace presente para compartir su vida con una novedad misteriosa y real al mismo tiempo.

La ascensión es el momento que pone fin a su dejarse ver, escuchar y tocar por testigos garantes de los hechos acontecidos. Describir la ascensión a los cielos era una empresa difícil al tener que conjugar la verdad de la fe con el fenómeno que sucedía ante sus ojos. Se explica así que los escritores acudieran a imágenes de enorme sobriedad y de simbología sagrada. Marcos, cuyo Evangelio leemos hoy, dice sencillamente: «Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16,19). Nada dice sobre cómo fue esa elevación. Y «sentarse a la derecha de Dios» es una fórmula bíblica para afirmar que Jesús, en cuanto Hijo de Dios, recibe la misma autoridad del Padre, como si fuera un primer ministro que se sienta a la derecha del rey.

En el pasaje de la carta a los Efesios de hoy, san Pablo presenta la ascensión de manera parecida a la de Marcos. Dice que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos «sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro» (Ef 1,20-21). El apóstol no habla expresamente de la ascensión, pero es obvio que, para sentarse a la derecha de Dios, tuvo que ascender al cielo.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos ha dejado una descripción de la ascensión llena de simbolismo religioso. La describe también como una «elevación» al cielo «hasta que una nube se lo quitó de la vista». Incluso afirma que «cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando», unos ángeles les comunicaron que el mismo Jesús volvería como le habían visto marchar. Lucas, pues, representa en imágenes lo que Marcos y Pablo describen como «elevación». La nube que «se lo quitó de la vista» es una bella imagen de la fe, que no permite ver el misterio que trasciende la simple vista física. Recuerda la nube que en la transfiguración de Jesús cubre a los testigos y les impide ver todo el misterio. A esta nube alude el poeta Daniel Cotta en estos versos: «Pero ¿todavía/ se está despidiendo?/ A ver si esa nube/ se quita de en medio». Esa nube es la presencia del misterio que sólo puede ser contemplado por Dios.

La Ascensión tiene otro aspecto trascendente que arroja luz sobre lo que sucede en Cristo. El que sube a los cielos es el Hijo de Dios que bajó a nuestro mundo en carne humana. Hay algo, por tanto, absolutamente nuevo, que permite ver a los testigos lo que nadie vio en la encarnación. Se trata del Verbo encarnado que sube al Padre llevando nuestra propia carne ya redimida. Daniel Cotta lo canta así: «¡Que ya sube Cristo!/ ¡Que ya sube el Verbo!/ Bajó siendo espíritu/ y vuelve en un cuerpo/ Por fin los cuarenta/ días se cumplieron; estábamos todos/ muriendo por verlo…». El poeta se refiere a los ángeles que, como espectadores asomados en las barandas del cielo, asisten al prodigio de ver al que descendió subiendo con carne humana. Un prodigio que a todos nos hubiera gustado ver con nuestros propios ojos. Eso dice Lucas cuando lo narra.

+ César Franco
Obispo de Segovia.

Lunes, 10 Mayo 2021 07:53

SACERDOTE DE JESUCRISTO

Lucas Aragón 502
El 9 de julio de 1971, en Aguilafuente, fui ordenado sacerdote y así decía en los recordatorios de la Ordenación Sacerdotal: SACERDOTE DE JESUCRISTO. En esa parroquia recibí todos los Sacramentos… y nació la llamada del Señor. Doy gracias a Dios por mi familia: siempre cerca y pendientes de mi; por mi pueblo y parroquia, por sus vecinos y por cuánto respeto y ánimo siempre me han dado.

Han pasado muy deprisa los 50 años. Han estado llenos de gracia. Uno no puede olvidar las palabras del Obispo D. Antonio en la Ordenación: «El Señor que comenzó en ti la obra buena, El mismo la lleve a término». Yo necesito expresar que este aniversario está presidido por tres palabras que aprendí de un sacerdote de mi pueblo, y que condensan el ejercicio del ministerio: alabanza, gratitud y perdón.

Sí, perdón por cuanto esperaban y no les dí; por el rostro desfigurado del Maestro que les pude mostrar y por cuanto dejé de hacer. Perdón por las decepciones que causé al no ejercer el ministerio con plena fidelidad. ¡Cuánto nos ha bendecido el Señor! Años difíciles del posconcilio afrontados por la vivencia del ministerio y el ejercicio pastoral de una forma novedosa: vivir y trabajar pastoralmente en equipo sacerdotal…

El presbiterio segoviano, presidido por los obispos D. Antonio, D. Luís, D. Angel y D. César, que pastorearon nuestra Diócesis desde esa fecha, fueron la familia en la que descubría el lugar y el modo de servir. El ejercicio del ministerio me ha llenado de sana alegría y me ha enriquecido de tal manera que no puedo decir más que GRACIAS, SEÑOR. Mi madre me decía muchas veces: «Hijo, qué tristes tienen que vivir los que no son agradecidos».

¡Cuántas parroquias por las que desempeñé el ministerio! Lugares de residencia fueron: Boceguillas, Gomezserracín, Cuéllar, Nava de la Asunción y Santa Eulalia. Gracias a todos los que en ellas me fueron enseñando el pastoreo…, y a cuantos enfermos me dejaban entrever el rostro de Cristo sufriente. ¡Y creyendo que daba, era yo el que recibía! En 2012 las decisiones del Obispado me trajeron a esta parroquia de Santa Eulalia: fui y me siento muy bien recibido. Cuánta participación y ayuda de consejos, grupos y pueblo de Dios: Gracias. Muy distinto es el ejercicio del ministerio en la ciudad que en el mundo rural. He vivido el ministerio en las parroquias más pequeñas y en las más grandes, y en todas iba descubriendo que Él estaba allí.

¡Cuántos catequistas, agentes de pastoral, consejos, colaboradores anónimos siempre, eran y son las manos y la voz prolongada del Maestro! Gracias. ¡Y cuántos cristianos de nombre, anónimos, que esperaban sólo una mirada o «buenos días»! Gracias a todos. Y llega el momento de celebrar lo vivido, celebrar la esperanza y pedir su gracia en esta etapa final. Y «doy gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia».

Lucas Aragón Olmos. Segovia, Santa Eulalia.

Mucho se ha escrito sobre la misión del cristiano en el mundo desde la publicación de la Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual del Concilio Vaticano II. Las dos palabras latinas —alegría y esperanza— muestran el espíritu de este documento reflejado en el tenor de su redacción. En el Evangelio de hoy, Jesús, al despedirse de sus discípulos, nos ofrece el fundamento de ese espíritu y también habla de alegría y presupone la esperanza que nunca debe faltar en la misión de la Iglesia.

Para entender bien el discurso de Jesús, hay que tener en cuenta que el término «mundo», que aparece diez veces en el Evangelio de hoy, tiene un doble sentido: uno amplio, equivalente al conjunto de los hombres en la tierra; y otro restringido, que denota el sistema hostil a Jesús y a los suyos. Tanto Jesús como los discípulos han sido enviados a los hombres para anunciarles el Evangelio de la vida eterna. Y, al mismo tiempo, Jesús desea que los suyos sean conscientes de que el mundo, en cuanto dominado por el mal, siempre les será hostil. Como sucedió con los israelitas, que al salir de Egipto se encontraron con un desierto hostil y amenazador, así los cristianos, peregrinos hacia la patria definitiva, se enfrentan cada día con fuerzas enemigas que personalizan el mal, que es el ámbito propio del Maligno, a quien Jesús ha derrotado con su entrega en la cruz. Quien olvide esto, se arriesga a dejarse arrastrar por el mal y fracasar en la misión encomendada por Cristo.

Esa dialéctica típica del cristiano —ser enviado al mundo de los hombres sin pertenecer al mundo hostil al Evangelio— hace de su vida una lucha permanente por mantener su identidad, que es la de Cristo. Con toda claridad dice Jesús que el mundo odia a sus discípulos, del mismo modo que le odió a Él. Y, al mismo tiempo, Jesús pide al Padre que no saque a sus discípulos del mundo, sino que los libre del Maligno para que puedan cumplir su misión. El cristiano, por tanto, no debe sorprenderse de que el mundo hostil al Evangelio rechace su identidad y misión. Si la aceptara, dejaría de pertenecer al mundo para pasar a ser propiedad de Cristo. Hay cristianos que, ante la dificultad de mantener esta tensión espiritual, se acomodan a los criterios de este mundo con la ingenuidad de pensar que así serán mejor acogidos, resultarán más «simpáticos». El Papa Francisco se ha referido en varias ocasiones a esta ingenua ilusión dándole el calificativo de «mundanización» de la Iglesia. Si pensamos que, renunciando a nuestras esencias evangélicas, tendremos más éxito, somos unos infelices que no conocemos la radicalidad del mal que le ha costado la vida a Cristo. El gran escritor G. Bernanos advertía a los cristianos acerca de la trampa que supone este buenismo. «¡Cristianos! —escribía— Digo que el estado actual del mundo es una vergüenza para los cristianos. Decís que el mundo os falla. Sois vosotros los que falláis al mundo». Cuando el cristiano pierde su identidad —la sal que se hace insípida— fallamos a nuestra vocación en el mundo y desnaturalizamos el Evangelio que lleva en su entraña la alegría de la salvación. Por eso existen tantos cristianos tristes, por claudicar (quizás inconscientemente) de su fe con la pretensión de ser mejor aceptados por el mundo. Jesús quiere compartir con los suyos la perfecta alegría, y ésta sólo existe cuando se proclama la verdad evangélica y la hacemos vida propia. La verdad no necesita defensores agresivos ni fanáticos. Se justifica por sí misma. La verdad requiere docilidad a ella misma, obediencia humilde y la fortaleza de quienes saben que viven en el mundo sin pertenecer a él porque no se puede servir a dos señores.

+ César Franco
Obispo de Segovia.

Miércoles, 05 Mayo 2021 08:06

Mayo 2021

mayo2021

 

2 de mayo. V Domingo de Pascua

Jesús se dirigía a sus oyentes utilizando imágenes familiares para ellos. El olivo y la vid eran la base de su economía. En el Antiguo Testamento ya se identifica a Israel como la viña del Señor. El profeta Isaías en el canto de su amado a su viña, dice: «¿Qué más podría yo hacer por mi viña?» Jesús va más lejos y se identifica Él mismo con la vid y a nosotros con los sarmientos, y no es concebible que un sarmiento pueda vivir separado de la vid.

9 de mayo. VI Domingo de Pascua

Volvemos este domingo a la Cena del Jueves Santo, en que Jesús, antes de despedirse de sus discípulos, abre su corazón y les declara abiertamente su amor, el mismo amor con que el Padre le ama a Él. Al mismo tiempo les pide que ese amor se manifieste también entre ellos. De esa forma seremos hijos de Dios, y Jesús añade que, si cumplimos ese mandamiento del amor, ya no seremos llamados siervos, sino amigos. En consecuencia, podremos empezar a dar fruto.

16 de mayo. Solemnidad de la Ascensión del Señor

Llegamos al final del Evangelio de San Marcos y del Tiempo Pascual. Está a punto de empezar el Tiempo de la Iglesia. El Señor, una vez cumplida su misión, se despide de los discípulos y les da las últimas instrucciones. Aunque estos versículos son posteriores a la redacción del Evangelio de Marcos, delatan la actitud y el pensamiento de la primitiva Iglesia respecto a la misión que Jesús le había encomendado al ascender al cielo: anunciar la Buena Noticia, notando que FE y BAUTISMO son requisitos indispensables para la salvación.

23 de mayo. Solemnidad de Pentecostés

En el relato que hace san Lucas en los Hechos de los Apóstoles —primera lectura— se da mucho más realce a la venida del Espíritu Santo sobre el colegio apostólico. Lo presenta como una teofanía espectacular. En el Evangelio, san Juan lo narra de un modo más modesto pero coincidente en su esencia, resaltando la importancia de la COMUNIDAD reunida como Iglesia y renovada por la fuerza del ESPÍRITU. Estos dos polos serán el hilo conductor del tercer Evangelio y de los Hechos.

30 de mayo. Solemnidad de la Santísima Trinidad

En las apariciones de Jesús resucitado a las mujeres insiste en que se dirijan a Galilea, allí le verán. De nuevo se reúnen para darles las últimas instrucciones en el lugar donde comenzó todo. El lugar de encuentro es un monte, donde Dios se manifestaba en el Antiguo Testamento. Las últimas recomendaciones de Jesús a los discípulos resumen los dos pilares de la iniciación cristiana: LA ENSEÑANZA del mensaje de Jesús y EL BAUTISMO en nombre de LA TRINIDAD. Para ello contarán siempre con su presencia.

Miguel Ángel Ramos, Consejo Pastoral del Arciprestazgo de Segovia

Miércoles, 05 Mayo 2021 08:01

Abril 2021

abril2021

 

1 y 2 de abril. Jueves Santo y Viernes Santo

Se puede resumir lo acontecido el Jueves y Viernes Santo con las palabras del evangelista san Juan (13,1): «Sabiendo Jesús que llegaba su hora, habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». No se puede expresar mejor en menos palabras. Ese amor queda reflejado en el lavatorio de los pies, en la institución del Sacerdocio y en la Eucaristía, queriendo quedarse con nosotros para siempre. Y la máxima prueba de amor fue entregar su vida por nosotros voluntariamente.

4 de abril. Domingo de Resurrección

En la Resurrección de Jesús se fundamenta la fe de la Iglesia, hasta el punto de que san Pablo dice: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe». Jesús tiene una nueva vida gloriosa. A través de varios encuentros con Él, los discípulos empiezan a comprender lo que les había ido explicando durante su vida pública. A la luz de la Resurrección todo el sufrimiento de la Pasión empieza a tener sentido. La tumba vacía y la nueva presencia de Jesús han inaugurado una nueva era que ha cambiado la historia y nuestras vidas para siempre.

11 de abril. II Domingo de Pascua

Ante las dudas y el miedo de los discípulos, el mismo día de la Resurrección Jesús se presenta en medio de ellos. Aún tuvo que mostrarles las manos y el costado para que se convencieran. Les dio el poder de perdonar los pecados: de ahí que a este domingo el Papa haya querido denominarlo "Domingo de la Misericordia". El pasaje termina con un toque de atención para todos: "Dichosos los que creen sin haber visto".

18 de abril. III Domingo de Pascua

Estando los discípulos reunidos, llegaron los dos que iban a Emaús y les contaron cómo habían reconocido al Señor al partir el pan, signo de la Eucaristía. La Fracción del Pan, junto con la Palabra, sigue siendo para nosotros el centro de nuestra fe y celebraciones. Y mientras hablaban de esto, se presentó el Señor en medio de ellos. San Lucas nos da un detalle importante: dice que Jesús les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras. Todo lo que había sucedido ya había sido anunciado por los profetas.

25 de abril. IV Domingo de Pascua

En el entorno rural de Galilea, la imagen del pastor era algo fácil de asimilar para sus oyentes. Pero Jesús no se presenta simplemente como un pastor asalariado, sino como dueño de las ovejas, a las que defendería de los peligros hasta dar su vida por ellas. San Lucas narra la parábola de la oveja perdida, en la que se dice que si algún pastor pierde una oveja, no para hasta encontrarla, y cuando la halla, lo festeja con sus amigos y vecinos. Esta es la actitud de Jesús con los extraviados y encontrados.

Miguel Ángel Ramos, Consejo Pastoral del Arciprestazgo de Segovia

RELIGIÓN

 

Los datos de la Enseñanza de Religión en la Escuela (ERE) arrojan, un año más, una extraordinaria respuesta de las familias a esta propuesta formativa. Y es que la asignatura de Religión y Moral Católica, de oferta obligatoria para los centros y de libre elección para los estudiantes, aglutina a seis de cada diez alumnos segovianos matriculados en Educación Infantil, Educación Primaria, educación Secundaria y Bachillerato.Pese a las complejas circunstancias estructurales que rodean a esta asignatura, las delegaciones Enseñanza de las once diócesis de la región se felicitan porque, en la Comunidad, siete de cada diez familias consideran que la ERE católica es un elemento decisivo para la formación integral de sus hijos.

Concretamente, en Segovia han elegido la asignatura de religión un total de 11.162 alumnos, cifra que representa el 66,34% del total del alumnado.

 

ALUMNOS RELIGIÓN

 

  

CASTILLA Y LEÓN

En el conjunto de Castilla y León, 183.773 alumnos han elegido esta asignatura, esto es el 70´15 % del total del alumnado. Los datos estadísticos de este curso 2020/ 2021 desglosados por etapas son los siguientes:

- En infantil: 33.877 alumnos, el 70,17%.
- En primaria 84.744 alumnos, esto es el 72,50%.
- En Secundaria Obligatoria 57.968 alumnos, el 71,83%.
- En 1º de Bachillerato 7.154 alumnos, el 44,57%.

Entre ese 30% de alumnos que no eligen Religión y Moral Católica también hay un porcentaje menor, pero significativo, que elige otras opciones confesionales para atender ese ámbito educativo concreto. También es destacable que en 1º de Bachillerato la asignatura, en su marco particular, es la optativa más elegida por parte del alumnado de las tres opciones académicas con las que concurre. Es reseñable que la comunidad de Castilla y León se sitúa diez puntos por encima de la media española, dato que demuestra que los esfuerzos de las delegaciones y de los profesores están obteniendo resultados, y que las familias castellanoleonesas son receptivas a esta oferta formativa.

Las delegaciones diocesanas en colaboración con la Consejería de Educación y otras instancias formativas ofrecen una formación continua a los profesores para adecuarse a las exigencias de la escuela y del cambiante mundo educativo. Es necesario recordar que todos ellos tienen una sólida formación universitaria, una capacitación pedagógica propia y que complementan con la formación permanente anual en formato de cursos, grupos de trabajo o seminarios.

FORMACIÓN

La enseñanza de religión católica aporta los contenidos necesarios para ayudar a los alumnos a madurar las todas las dimensiones de la persona. A través de una pedagogía y didáctica plenamente curricular proporciona los elementos necesarios para conocer mejor las raíces cristianas de nuestra cultura; aporta saberes de sentido y finalidades para conocer el sentido último del nacimiento, de la vida, del dolor, del esfuerzo, del trabajo, de la misma muerte; enseña a colaborar con la humanización de la sociedad y en el cuidado del creado y, por último, favorece el discurso interdisciplinar en el ámbito académico, imprescindible para proporcionar a las nuevas generaciones un saber integral.

Entre los objetivos a medio y largo plazo, las diócesis de la región pretenden mantener estas cifras y ya planean nuevos proyectos compartidos para mejorar su oferta educativa adaptándose al nuevo marco curricular que en breve será publicado por el Ministerio. En este sentido, las delegaciones diocesanas de enseñanza confían en que los próximos Reales Decretos faciliten una adecuada inserción de la enseñanza de religiosa en el marco escolar y que la Consejería de Educación de Castilla y León pueda generar una normativa que respete el derecho fundamental de las familias a elegir libremente y sin perjuicios la enseñanza de religión para sus hijos.

Barahona Iglesia

 

Tras la cita en la que quedó sellado el convenio de colaboración entre Obispado y Diputación, los representantes de ambas entidades que forman parte de la Comisión designada para valorar qué templos reciben los 300.000 euros del acuerdo aprovecharon la cita para reunirse y decidir las iglesias de la provincia que precisan trabajos de urgencia. Esta mañana, la Junta de Gobierno de la institución provincial ha aprobado el listado definitivo, en el que finalmente figuran un total de ocho templos, lo que supone cuatro más que en la edición anterior.

Con una aportación total del Obispado de 150.000 euros, y otros 150.000 financiados por la Diputación, los presupuestos de los trabajos a acometer oscilan entre los 18.000 euros que costará el recalce de la sacristía de la iglesia de Valdesaz en Condado de Castilnovo y los 70.771,84 euros de la iglesia de Barahona del Fresno. Diputación y el Obispado aportarán 21.000 euros cada una, mientras que la cantidad restante del presupuesto, al igual que sucede en el resto de obras a acometer, será aportada, tanto por la propia parroquia como por el ayuntamiento del municipio correspondiente, cuya involucración es fundamental para completar estos trabajos de conservación del patrimonio cultural de la provincia. De cualquier manera, las contribuciones de estas parroquias tampoco serán idénticas y, dependiendo de la magnitud de la obra, variarán también en función de las posibilidades de las propias parroquias.

Entre las obras a subvencionar por medio de este acuerdo para la conservación y reparación de retablos e iglesias de la provincia, también figuran el retejo de la iglesia de Cozuelos de Fuentidueña, el de la nave central de la iglesia de Navalmanzano. También la reparación de la cubierta y la espadaña de la iglesia de Castrillo de Sepúlveda, la de la cubierta de la ermita de San Juan Degollado de Tizneros, el arreglo de la cubierta de la iglesia de Villoslada y, por último, el refuerzo de los tirantes de la estructura del templo de Zarzuela del Pinar.

Como ya manifestaron el vicario general de la Diócesis de Segovia, Ángel Galindo, y el presidente de la Diputación, Miguel Ángel de Vicente, el día de la firma del convenio, que contempla un incremento de 60.000 euros respecto al acuerdo firmado en 2020, estos trabajos permitirán el arreglo de unas construcciones necesarias para la conservación del patrimonio cultural y arquitectónico de la provincia, así como para la salvaguarda de las raíces y la tradición de los pueblos.

 

 

 

Viernes, 30 Abril 2021 08:02

REVISTA DIOCESANA MAYO 2021

Loading...

Viernes, 30 Abril 2021 07:39

SAN JOSÉS DESDE LA VENTANA

SAN JOSÉS VENTANA

 

Como viene ocurriendo desde que perdimos la buena costumbre de enviarnos christmas para felicitarnos las Pascuas, los últimos días del año son propicios para recibir y reenviar por whatsapp todo tipo de imágenes más o menos relacionadas con la Navidad. Una de las que más circularon en esta última fue la de una Sagrada Familia con un posado particular: María durmiendo plácidamente y el bueno de san José jugando alborozado con el Niño entre sus brazos. ¿Se acuerdan? A todos nos llegó por uno u otro camino. ¿Qué quiere significar? ¿Es una oportuna estampa reivindicativa de la responsabilidad que cabe exigir a los hombres en las tareas del hogar o es una cariñosa muestra de la naturalidad que reinaba en aquella familia ejemplar? Las dos cosas son posibles y están igual de bien traídas. Quedémonos con la segunda por esta vez. ¿Demostraría verdaderamente José en su vida esa sensibilidad por los detalles íntimos que hay que atender dentro de una casa? Yo creo que sí.

 En un tiempo convulso en el que tan necesario se hace el discernimiento sosegado de lo que nos acontece, aceptando las cosas como vienen y tomando las mejores decisiones en bien propio y de los demás, el papa Francisco ha declarado un año dedicado a san José en memoria de un hombre honesto y prudente cuyo comportamiento modélico puede iluminar hoy el de muchos. Este es el objeto de la carta apostólica Patris corde (con corazón de padre), un documento sencillo, en muchos pasajes más personal que doctrinal, cuya lectura es verdaderamente recomendable para los que deseen acercarse al fondo humano del personaje.

En la sociedad en que vivimos, tan entintada de un feminismo oficialista por momentos agotador, se agradece poder volver la vista hacia una figura masculina, hacia un hombre justo, tal como lo define el Evangelio, que encarna unas virtudes que, aunque el imaginario sociológico dominante atribuye por sistema a la mujer, son fácilmente reconocibles también en la mayoría de los varones. San José fue un esposo discreto, callado, práctico, trabajador, amante de su familia, de su casa, ajeno a todo protagonismo y, sobre todo, un hombre delicado. Gran delicadeza y una personalidad fuera de lo común es lo que demostró al mundo al no repudiar a María, despreciando olímpicamente los convencionalismos sociales –y escandalosamente machistas– de su época, dando así su «fiat» particular al papel secundario que se le pidió desempeñar en la vida. Francisco dice que fue un hombre valiente, capaz de una valentía creativa en medio de las dificultades que hubo de afrontar. Y un buen padre para Jesús.

Pues de hombres cabales y trabajadores, hombres virtuosos y ejemplares como fue el carpintero de Nazaret, anda el mundo lleno. A todos nos vienen a la cabeza los rostros afables de algunos de ellos, buena gente que ha demostrado esa valentía creativa en su existencia y que nos hace más agradable la nuestra. Cuántas personas mayores –ahora que nos acordamos de ellas– han trabajado honradamente para sacar adelante a los suyos; cuántos padres de familia andan entregados hoy a esa causa en medio de la que está cayendo; cuántos hombres que viven solos, viudos o divorciados, llevan una vida reservada pero de mérito en unas circunstancias que no son las que quisieran ni para ellos ni para nadie. Y cuántos abuelos ya jubilados hay, ¡cuántos!, cuya labor más querida es la de darse a sus nietos en todo lo que humanamente dependa de ellos. No conozco a ningún abuelo que, recordándole su condición recién adquirida, no yerga orgulloso la cabeza, esboce una sonrisa y mude la expresión poniendo una cara de arrobo semejante a la del san José del whatsapp.

Uno de los momentos más simpáticos del día es la salida de los colegios. En ellos, puede observarse a decenas de abuelos, un pequeño ejército de jovencitos de segunda generación que, pertrechados de buenos abrigos en invierno o cargando en una mano con los de los nietos en el entretiempo, se hacen cargo de sus respectivos mocosos a la hora de la salida, dándoles la mano que les queda libre para cruzar la calle y siendo los primeros receptores de la cuenta de las andanzas de la mañana y de la lista de tareas para la tarde. «Venga, hijo, camina más ligero que ya debe de estar la abuela esperando con la comida en la mesa» parecen decirles, y más de una vez así será, a esos mocitos que dentro de muchos años los tendrán como referentes imborrables en los recuerdos de su infancia.

En fin, que siempre es refrescante, como decíamos, recrearse en la figura amable del bueno de san José. O expresándolo de otro modo, contemplar su santidad, que de eso se trata. Conviene recordar que en el mes de marzo, sólo unos pocos días después de los dedicados a los actos ruidosos y justamente reivindicativos de las mujeres, celebramos la presencia silenciosa del esposo de María para certificar que, aunque los hombres no tengamos el privilegio de tener una fecha dedicada a nuestras cosas, sí podemos sentirnos representados por el santo que más llegó a conocer a Dios. Ahora que comienza mayo, volvemos a tener la ocasión de reparar en su figura, como obrero que fue, con motivo del día de los trabajadores.

San José, el padre de Jesús. Un varón justo, como así merecen ser llamados todos esos sanjosés que, apurando el paso, desfilan bajo mi ventana mirando prudentemente hacia ambos lados antes de cruzar la calle con una criatura que, sin ser propiamente suya, el amor providente de Dios ha puesto bajo su cuidado.

David San Juan

De todas las imágenes que Jesús utiliza para describir la relación entre él y los suyos, quizás la de la vid sea la más sugerente y, aunque nos remita al ámbito de la naturaleza, la más personalista. Tiene como trasfondo la imagen de la viña, cantada por Isaías, que presenta a Dios cuidando de Israel como hace un agricultor con su viña. Este la rodea con una cerca para librarla de alimañas, la descanta y la abona para que produzca buenos frutos. El desencanto del agricultor —el de Dios— sucede cuando, en lugar de dulces racimos, da agrazones.

La diferencia con el relato de Juan es que Jesús ocupa el lugar de Israel: él es la vid. Todo el amor de Dios se personaliza en él. Toda la vida procede de él. Toda la actividad viene de propia vitalidad. Los discípulos son sus sarmientos. Su vocación es «permanecer» en Jesús para dar fruto. Y el Padre, como buen labrador, los poda —es decir, los limpia— para que den más fruto. Toda la voluntad del Padre se concreta en que den fruto abundante. Con esto el Padre recibe gloria, es decir, es alabado por quienes contemplan la vida de los cristianos.

Esta relación entre Jesús y los suyos presenta la vida cristiana en su cualidad más esencial: la unión con Cristo. Una unión vital: entre Jesús y los suyos corre la misma savia vivificadora. Es una unión de naturaleza moral: los frutos son la justicia, la verdad, la paz y la misericordia. Es una unión que define el futuro de los sarmientos. La imagen del fuego escatológico representa el juicio de Dios que aparta de sí a los sarmientos secos. Seguramente esta imagen pudo venirle a Jesús de las hogueras que se hacían en el torrente de Hinón —de donde viene la palabra gehenna— para quemar las ramas y hojas secas que los agricultores apiñaban en montones para ser quemados. Dios cortará a los sarmientos secos e infecundos y los entregará al fuego. La fuerza de esta imagen solo se comprende si tenemos en cuenta la gracia que conlleva la unión con Cristo.

Desde esta perspectiva, el cristianismo es la expansión de la vida de Cristo en quienes, gracias al bautismo, nos hemos convertido en miembros suyos. Supone, por tanto, una transformación ontológica en quienes por pura gracia somos pertenencia de Cristo. Y, por tanto, herederos de sus bienes, como dice san Pablo. Esta concepción de la vida cristiana afecta a toda nuestra vida personal que tiene en Cristo su fundamento existencial, moral y escatológico. Para entender bien esta última palabra, hay que recordar que eschaton significa no solo lo último, sino lo definitivo e inmutable que sucede ya en Cristo, revelación definitiva de Dios en la historia de los hombres. Jesús, en cuanto Cristo, es el eschaton de Dios: el culmen de su revelación y lo que da plenitud a la historia de los hombres. Por eso, su persona, por ser quien es, se convierte en el Juicio que tiene la última palabra sobre el destino de los hombres en la medida en que estos se posicionen a favor o en contra de él de modo libre y consciente. Se explica, pues, que Jesús reclame para sí esta potestad de juzgar recibida de su Padre.

La seriedad que supone, por tanto, el hecho de ser cristiano solo se aprecia debidamente desde la categoría de «permanecer en él», según dice la alegoría de la vid y los sarmientos. Permanecer en Jesús, en su amor y en sus palabras es la vocación propia de cristiano. Esto es una gracia recibida en el bautismo, que no puede reducirse a un nivel meramente moral. Se trata de un nuevo nacimiento, una creación nueva, que sucede por amor libre y gratuito de Dios. Basta mirar la naturaleza para descubrir que los racimos de la vid dan por sí mismos razón del secreto de su belleza y abundancia. Son consecuencia que la vid que los nutre.

+ César Franco
Obispo de Segovia