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Cracovia 2016: Juventud y vocación.

¿Qué tienen las Jornadas mundiales de la Juventud (JMJ) que terminan siendo semilleros de vocaciones? Desde que era sacerdote joven he participado en casi todas las Jornadas Mundiales de Juventud (JMJ). Después, ya de Obispo, también lo he hecho. Y ahora, en Segovia estamos preparando nuestra participación en la de Cracovia, hermosa ciudad de la que fue arzobispo San Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Este Papa, llamado el Papa de los jóvenes, los entendió muy bien, los amó con pasión y les habló muy claro. Basta leer sus mensajes para las Jornadas de la Juventud, llenos de retos y propuestas. Sus invitaciones a ser santos, a huir de la mediocridad y a evangelizar a los jóvenes son documentos de pastoral juvenil que no han perdido su vigencia. Son lecciones de pedagogía cristiana dirigidas a hacer de los jóvenes, apóstoles de la juventud, centinelas del mañana y testigos de Cristo.

Volviendo a la pregunta inicial, las JMJ son experiencias inolvidables de la catolicidad de la Iglesia. Muchos jóvenes descubren la Iglesia o, al menos, amplían sus horizontes sobre ella. Convivir con jóvenes de todos los continentes durante varios días ayuda a salir de nuestro pequeño rincón y experimentar que no somos un pequeño, o gran grupo, en un rincón perdido del planeta, sino la Iglesia universal fundada por Cristo. La presencia del Papa y de tantos obispos de toda la Iglesia es reconfortante porque nos remite a los orígenes de la Iglesia, a Cristo que llama a los Doce para formar el núcleo del Pueblo de Dios que sigue caminando hoy por los senderos del mundo.

Los intensos días que suponen las JMJ, con la oración en común, la eucaristía, la confesión y la convivencia, son muy propicios para plantearse el sentido de la vida, la llamada de Dios a las diversas vocaciones en la Iglesia, y, sobre todo, la responsabilidad que tenemos de evangelizar a los jóvenes. Descubrir la belleza de la Iglesia ayuda a descubrir el puesto que cada uno ocupa en ella, la misión particular a la que Dios nos llama. Muchos jóvenes han descubierto en las catequesis de las JMJ y en los encuentros con el Papa que Dios les llama a entregar su vida de modo incondicional a Cristo, como sacerdotes, religiosos o religiosas, misioneros y laicos comprometidos en la vida matrimonial y apostólica. Son preciosas las historias de vocaciones que han nacido con ocasión de las JMJ.

La razón de esta fecundidad vocacional está en el hecho de que las JMJ son una peregrinación, es decir, una ocasión de salir de uno mismo y ponerse en camino en busca de la voluntad de Dios. No son días de turismo cultural o espiritual. Son días, decía Benedicto XVI, de peregrinar externa e interiormente. Vamos hacia un santuario, un lugar santo, una Iglesia de Cristo. Pero peregrinamos interiormente saliendo de nuestras actitudes cómodas, centradas en nosotros mismos, al encuentro de los demás y, sobre todo, de Cristo, que nos habla mediante todo tipo de experiencias vividas en comunidad. Las JMJ ayudan a purificar la fe, a cambiar la imagen que tenemos de la Iglesia, a descubrir aspectos de la vida cristiana que teníamos olvidados: el valor de la oración y de los sacramentos, la importancia del servicio a los demás.

Deseamos,  y lo pedimos a Dios, que nuestra participación en la JMJ de Cracovia potencie la pastoral juvenil de la diócesis de Segovia de manera que cuantos participemos en ella regresemos decididos a ser misioneros entre la juventud, luz para nuestros amigos y compañeros, discípulos alegres de Cristo que no se aíslen del mundo, aunque sea un mundo hostil a la fe, sino que comuniquen a los demás lo que han vivido en primera persona. Y quiera Dios que la experiencia de estos días disponga a los jóvenes a abrir su corazón a Dios y responder con generosidad a su llamada.

+ César Franco

Obispo de Segovia