Secretariado de Medios

Secretariado de Medios

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Año nuevo, vida nueva. Uno empieza el año tratando de hacer propósitos. Con los años uno prefiere no hacerlos porque no se cumplen o aprende a hacer solamente uno. Mi propósito en este nuevo año era evitar todo aquello que me quitara la paz por mis pensamientos.

El día uno de enero me levanté con esto en mente, pero resulta que ese día no amanecí muy bien. Me dolía la cabeza y sentía algo de mareo. Lo primero que pensé que era debido a que me trasnoché viendo televisión y mandando mensajes, ya que como era “Año Nuevo”…, no quería acostarme tan temprano como otros días….

Llamé al Dr. Carlos para decirle cómo me sentía. Entonces ante la posibilidad que fuera Covid me indicó un tratamiento para sobrellevarlo, ya que no tenía ningún síntoma fuerte. Vitaminas, paracetamol, ibuprofeno, revisar la temperatura. Al día siguiente decidí volver a repetirme la prueba del Covid que me había hecho cinco días antes y di positivo. Ya era claro lo que tenía y había que tratarlo. El domingo 3 fui a hacerme una hematología y una tomografía de los pulmones para ver cómo estaba afectando el virus en mis pulmones. El resultado no presentaba nada mayor, aunque sí había evidencia de alguna lesión. De momento permanecería en casa porque los síntomas no eran fuertes y se podían controlar.

Así estuve en casa desde el día uno hasta el seis. A todo esto, estaba en comunicación con los doctores Óscar Mora y Carlos Villamizar, quienes atendieron al P. Edixsandro y en la última semana estaban cuidando en la Policlínica del Táchira al P. Antonio. Además de preguntar por el estado del P. Antonio, yo les comentaba cómo me iba sintiendo y ciertas dificultades que iban apareciendo. El martes 5, el padre Antonio regresó a casa con el alta médica y acompañándole Ricardo Chang, para cuidarle como enfermero. Ricardo subió a mi habitación y se dio cuenta de cómo me encontraba, con fiebre y de que necesitaba algo más en mi tratamiento. Ël comentó con el Dr. Villamizar de mi situación.

El día seis, día de la Epifanía del Señor, tenía que hacerme una hematología que el Dr. Mora me había pedido el día anterior para ver cómo seguía. Sin embargo, ese día amanecí con una gran debilidad para salir de la habitación e ir a la clínica. Empecé a solicitar el favor de que alguien me pudiera hacer la extracción de sangre en la habitación y llevarla al laboratorio. Llamé a la Dra. Ana Navas y ella me puso en comunicación con Monseñor Mario Moronta, quien movió sus contactos. En este tiempo, de llamadas y consultas, el Dr. Villamizar me llamó y me dijo que me fuera de una vez a la clínica. La debilidad era grande y no se debería correr ningún riesgo, ya que estábamos en el día sexto y hasta entonces no había tomado ningún antibiótico y la fiebre era alta. Y esa fue la decisión de ir a la Policlínica del Táchira para que allí me pudieran aplicar el tratamiento que necesitaba y hacerme el seguimiento para que la cosa no fuera a mayores.

Me buscó una ambulancia de Protección Civil, porque no sentía fuerzas para bajar desde mi habitación a la calle e ir en el carro. Gracias a Dios, el desayuno hizo su efecto y recobré energía y pude bajar por mi mismo y subir a la ambulancia para el traslado.
Pag.4 Imgen Ecos de la misión
Llegué a la policlínica resonando en mi interior la experiencia vivida con el P. Edixsandro. El día anterior el P. Antonio había vuelto a la casa recuperado y con mucho ánimo. Ahora era yo el que se iba…

Desde mi llegada a la Clínica el trato fue muy bueno. Los doctores ya habían dispuesto mi ingreso sin demoras de la zona de Triaje, ni papeleos. El P. José Gregorio Goyo se encargó de hacer todo lo demás. El personal sanitario se volcó y empezaron a aplicarme el tratamiento. Me sentí tranquilo, porque allí iba a estar bien cuidado, algo que en la casa no se podía por las circunstancias especiales de un enfermo con Covid. No se puede entrar en la habitación del enfermo, hay que evitar todo lo que a las otras personas pueda ponerles en riesgo de contagio…. Y así también empezaría el tratamiento de hidratación, antibióticos, vitaminas, esteroides y… todo lo que se necesitara.

A partir de ese momento fue dejarme llevar por el tratamiento, los cuidados de doctores y enfermeras. No pensé en absoluto de cómo podía ser, sólo dejarme tratar. No me preocupaba de cuánto me llevaría estar allí.

He de confesar que me molestaban los mensajes del celular. Hubo dos cosas que desde el principio empecé a reaccionar negativamente. Por un lado, contra los consejos, “remedios” caseros que me trataban de indicar. Las preguntas impertinentes que si me estaban aplicando esto o lo otro. ¡Porque ahora todo el mundo entiende de medicina y más de Covid! A mí me interesaba que me dejaran en paz y me ponía en manos de los doctores y enfermeras y ellos sabían qué tratamiento necesitaba. «Que si el té de la hoja de guayaba, que la cúrcuma, que el limoncillo eran muy buenos…» Todos esos comentarios me molestaban. Así como preguntarme por el tratamiento… «¿No te dan esto o lo otro?», «a mí me vino muy bien, me lo recomendó el médico»... Yo sólo quería escuchar o seguir a los médicos y enfermeras que me estaban cuidando. A ellos me confiaba, no quería escuchar otras voces.

Otro inconveniente al principio era cómo manejar el tema de mi familia, estando lejos. Mi madre nerviosa. Y en algún momento me culpabilizaba de mi contagio. Que porqué no había tenido cuidado. Que siempre me lo estaba diciendo que es un virus muy contagioso. Algo que también que tuve que pedirle, a pesar de se mi madre, que no me repitiera tal cosa.

Antes del contagio, he de confesar que me sentía muy seguro de que estaba haciendo todo en regla para que no pudiera pasar. La cuarentena estricta sin salir de casa, medidas de limpieza, uso de mascarillas, (FPP-N95), uso del alcohol. No creí que siendo tan disciplinado me pudiera llegar a contagiar. Claro nunca perdí de vista que había que seguir siendo humano, y que si tenía a un hermano en la comunidad contagiado, no lo dejaría de atender a él como tampoco lo hice con Edixsandro. Siempre era un riesgo, pero la caridad nos lleva a ser prudentes corriendo los riesgos. Muchas veces en este tiempo he pensado en las otras épocas de la historia donde también hubo epidemias. Muchas personas, corrieron el riesgo de la caridad.

A pesar de mi seguridad, de cumplir con las normas de bioseguridad, Dios tenía un plan muy distinto al que yo pensaba. El “bicho” se coló. ¿Cómo? No lo sé. Cierto es que entró en mi cuerpo para cumplir una misión.

La experiencia la considero una gracia de Dios. El Covid ha sido una visita de Dios y de María a mi vida.

Continuando con lo vivido, uno de los aspectos más duros de estos días ha sido el batallar con el aspecto emocional, psicológico y espiritual. Estaba aislado de toda la gente que quiero y que no podía sentir su cercanía física. La lejanía física no fue lo más fuerte, pues no me sentí abandonado, ni sólo. Lo que más me costaba era enfrentar el miedo o la depresión. Se agolpaban por momentos las imágenes de la experiencia vivida con la enfermedad de fray Edixsandro. Recordaba tantos momentos en los que le acompañé en su enfermedad… El ver cómo fue su deterioro. Cuando me subían el nivel de oxígeno, ya me veía que iba en el mismo camino que él. Luego recordaba las crisis que sufrió, las informaciones de los doctores. Pensaba que donde yo había ido a la clínica a llevarle lo necesario como medicinas, ropa, ahora estaba yo enfermo. Me venían los recuerdos de la noticia de su fallecimiento, de cómo tuve que decirlo a los otros padres… Acompañar sus restos al crematorio, recoger sus cenizas. Sentía miedo… Yo le decía a Dios: «yo creo que eres bueno, que no quieres nada malo para mí, confío en ti que nada malo me puede pasar… pero siento miedo, siento que no confío en ti como debiera». Seguía creyendo que «nada nos separará del Amor de Dios». Ahora parecía teoría, porque sentía miedo y no sabía cómo encajarlo eso en mí, en mi confianza en Dios. Y oraba a Jesús y a María pidiendo que me abrazaran, me arroparan para sentir su consuelo. Sentía vergüenza, de cómo a pesar de todo lo bueno que es Dios, y lo mucho que me ama, ahora sentía miedo que me pudiera morir… me sentía que fallaba a esa confianza, a lo que creo y predico… Y lloré porque me sentí así.

La enfermedad del Covid afecta el aspecto emocional. No sólo es lo pulmonar, la respiración, los ahogos, sino que afecta a los nervios a las emociones. Por momentos me sentía bajo de ánimo, aunque no creo haberme sentido en ningún momento deprimido.

IMG 20210306 WA0001Y por otro lado pensé, y si me muero, tanta gente rezando por mi salud… ¿Cuál es el testimonio del poder de la oración para sanar? A lo cual Dios me habló diciendo, tranquilo, que el testimonio del poder de la oración lo doy yo, no tú. Y me tranquilizó, saber que no tenía que preocuparme de nada. Todo estaba en las manos de Dios.

Así fueron pasando los días. Sólo tenía que estar, dejarme cumplir el tratamiento, dejar que todo hiciera su efecto. Nada fue forzado. Todo fue gratuito.

La experiencia de la gratuidad es una de las experiencias más fuertes que he podido experimentar en estos días. Dejarme hacer, total disponibilidad para que la vida fluyera y recobrara la salud. Yo no exigía nada y sin embargo todo se me estaba dando. Dios lo había dispuesto todo, para que en la clínica todo fuera funcionando, no me faltaran las medicinas necesarias, ni los cuidados. Los médicos estaban cumpliendo su misión, las enfermeras, los terapeutas de la respiración, el personal de limpieza, de cocina... Tantas cosas y todas eran un regalo de Dios, para que yo me pudiera recuperar. Y, por otro lado, mis hermanos de comunidad, los cercanos como los que están lejos físicamente, tenía en ellos la plena confianza que estaban haciendo lo posible para que todo fuera en orden. ¡ Muchísimas gracias a todos!

Han sido doce días hospitalizado. Una experiencia que, a pesar de la enfermedad, ha sido una gracia de Dios. Es una experiencia que Dios me ha dado a mí, que no la hubiera buscado de ninguna manera si no es por esta enfermedad. El Covid ha sido una visita de Dios a mi vida. A pesar de los múltiples cuidados que había tenido para evitar el contagio… Dios hizo que el “bicho” se colara en mi vida. Me sentía seguro de creer que cumplía con todas las normas de bioseguriad, uso de mascarillas, lavado de manos, distanciamiento…. Y, sin embargo, el virus me alcanzó. No sé cómo fue, pero lo cierto que ha dado una nueva luz a mi vida.

Sigo orando para que esta pandemia acabe. Oro por todos los que trabajan por aliviar el sufrimiento de la enfermedad, pero sobre todo agradezco a Dios porque a pesar de todo me ha hecho experimentar su amor gratuito, a través de tanta gente buena, que desinteresadamente, sin conocerme me han cuidado, han orado y han hecho posible que me pueda sentir recuperado.

Fr. Jesús María Hernández, OP

El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. Su liturgia aúna los dos aspectos del Triduo Pascual: la gloria y la cruz. La procesión de Ramos es preludio del triunfo pascual. Según el Evangelio de Marcos, proclamado al bendecir los ramos, Jesús planifica su entrada en Jerusalén inspirado en la profecía de Zacarías, que presenta al Mesías como rey humilde y pacífico montado en una borriquilla. Merece destacarse algunos detalles del relato, en el que Jesús se llama a sí mismo «Señor», título que corresponde al Resucitado.

Llama la atención que Jesús haya previsto lo que va a suceder: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto» (Mc 11,2-3). Todo sucedió así, según la visión profética de Jesús. Se dice además, del pollino, que nadie lo ha montado, subrayando de este modo la primicia y el estreno solemne de su cabalgadura. Esta novedad recuerda otras tradiciones judías: la de las piedras para un altar, que debían ser sin tallar, para no profanarlas; o las cosechas de los árboles frutales, que no podían comerse hasta la quinta cosecha. El Mesías trae la novedad. De ahí que el sepulcro para depositar el cuerpo de Jesús, será también nuevo, donde nadie había sido sepultado.

Jesús prepara, por tanto, una entrada solemne, aclamado con versos litúrgicos que se cantaban en la Fiesta de las Tiendas y en otras ocasiones. Se le identifica con el Mesías que viene en el nombre del Señor y con el rey que desciende de David, al que se le da el nombre de «padre» como si fuera un patriarca. No cabe duda de que la comunidad cristiana expresa así su fe en la persona de Cristo que trae la paz a través de los acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección.

Esta escena de triunfo y exaltación da paso, ya en la liturgia de la Eucaristía, a la lectura de la pasión que prepara a la comunidad cristiana para el Triduo Pascual. Dos veces se lee completo el Evangelio de la pasión: el Domingo de Ramos y el Viernes Santo. La pasión y muerte de Jesús se sitúan en el centro de atención del pueblo cristiano. Hay que recordar que los evangelios nacieron como relatos de la pasión. Eso explica la precisión con la que describen los acontecimientos de esos días, que nosotros recorremos como si fuéramos contemporáneos de lo que sucedió. Hasta se puede seguir cronológicamente el desarrollo de la historia de la pasión, lo cual subraya su importancia.

Las otras lecturas de este domingo presentan a Jesús como el Justo perseguido, el varón de dolores, que Isaías presenta proféticamente como si estuviera contemplando la pasión. Y san Pablo, en su célebre himno de Filipenses, que recibió posiblemente de una tradición anterior a él, profundiza en el significado del anonadamiento de Cristo, rebajándose hasta una muerte infame, en el suplicio de la cruz, con plena obediencia a la voluntad de su Padre. Naturalmente, el himno termina con la exaltación de Cristo sobre el cosmos, recibiendo un nombre-sobre-todo-nombre, que es el de Señor.

El Domingo de Ramos es un díptico de gloria y de cruz. Cristo es aclamado como Príncipe de la paz y Señor que planifica con soberana libertad su propia entrega; y, al mismo tiempo, es presentado como el Siervo humillado que se despojó de su rango para mostrarnos el amor de Dios hacia la humanidad. Un hermoso pórtico para entrar en la Semana Santa con gratitud, profunda devoción y recogimiento. Solo así podremos entender que «por nosotros y por nuestra salvación» Cristo se entregó a sí mismo.

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

COMPASIÓN

 

Orgulloso estoy no solo de ser persona, imagen y semejanza de Dios. Sino también de ser seguidor de Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, más allá de mis limitaciones humanas.

No cabe duda alguna que el misterio de la encarnación de Cristo da pie al reconocimiento y defensa de la dignidad ontológica de la persona. En otros términos, más que predicar sobre la práctica de los derechos de la persona, toca materializarlo en el día a día de la vida familiar, laboral y profesional.

Estos campos constituyen los focos que apelan a la responsabilidad de ser persona es decir poner de manifiesto el deber de la compasión para con los que lo están pasando mal. Se trata de los que sufren la soledad impuesta por una civilización de la indiferencia según el Papa Francisco, los enfermos en estado crítico e irreversible a quienes se quiere otorgar de modo eufemista el antídoto de la medicina que se llama eutanasia bajo sus múltiples matices.

Estos fenómenos de nuestra sociedad que se va secularizando cada día apelan a poner en marcha el testimonio de vida cristiana que acompaña, cuida y deja en manos de Dios a los enfermos sin aislarlos o hacerles sentir que son una carga para la familia y la sociedad.

Por lo tanto, educar en la compasión es despertar el sentido de la trascendencia o de Dios compasivo con su pueblo, y articular el bien y lo bueno que coinciden con la verdad de la defensa de la persona y toda persona, principio y fin del proyecto de un mundo más justo y más solidario.

Henri Tshipamba Mukala
Capellán del Hospital General de Segovia

El Día del Seminario tiene este año el siguiente lema: «Padre y hermano, como san José». En el año dedicado a san José, se quiere resaltar la condición del sacerdote como hermano y padre de los hombres. El sacerdote es tomado de entre los hombres, sus hermanos, para ser constituido padre por el sacramento del orden. Se trata de la paternidad nacida de la predicación de la Palabra de Dios y de los sacramentos. Como dice san Pablo, «por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (1Cor 4,15).

Son muchas las virtudes de san José que el Papa Francisco resalta en su carta apostólica Patris corde («con corazón de padre») para este año jubilar: ternura, obediencia, acogida, valentía creativa, laboriosidad. Lo presenta finalmente como si fuera para Jesús «la sombra del Padre celestial en la tierra». En cada una de estas virtudes el sacerdote puede encontrar el estilo para ejercer el ministerio con la fortaleza y discreción típicas de san José. Todas son necesarias para engendrar a Cristo en cada bautizado y conducirlo a la plena madurez cristiana.

En estos tiempos difíciles para el ejercicio del ministerio sacerdotal, la figura del padre legal de Jesús en la tierra (no olvidemos que se le conocía como «hijo de José») nos muestra el plan de Dios a través de un hombre aparentemente sin relieve social. «De una lectura superficial de estos relatos—escribe el papa Francisco a propósito de los evangelios— se tiene siempre la impresión de que el mundo esté a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret».

En el Evangelio de san Mateo se utiliza cuatro veces la expresión «tomar al niño y a su madre» para referirse a la misión que Dios encomienda a san José, quien la cumplió con total fidelidad. El tesoro que Dios puso en manos del carpintero no fueron las herramientas de su trabajo, que dignificó con su honestidad y constancia, sino el Hijo de Dios y su madre. El secreto de su vida y vocación está en la acogida, custodia y entrega total al «niño y a su madre». Este es también el secreto de la fecundidad del sacerdote: acoger a Cristo y a su madre para formar la familia de los hijos de Dios. El sacerdote, con la gracia del sacramento del orden, está llamado a «conformar» al cristiano con Cristo, tarea que sólo pude realizar en la medida en que él mismo se identifica con él, dejándole vivir en su propia existencia cotidiana. Para ello, debe también acoger a su madre, como hijo Juan al pie de la cruz, para aprender de ella, y de su maternidad, las actitudes de Cristo, que fue educado por María y José en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios. Sin duda alguna, José tuvo en María una maestra inigualable para descubrir su oficio de padre y custodio de Jesús. Y ambos encontraron en Jesús, no solo al que debían educar, sino al Maestro por excelencia, cuya vida diaria era una permanente lección de las cosas divinas y humanas.

El seminario es una escuela del seguimiento de Cristo bajo la tutela de José y de María, como un pequeño Nazaret donde los que son llamados a identificarse con Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, aprenden de tan únicos maestros a parecerse a él con la clara conciencia de que esta tarea ocupa toda la vida.

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

 

GLORIOSA PASIÓN 1

Las condiciones sanitarias permiten retomar una iniciativa que el año pasado tuvo que suspenderse a causa del confinamiento por la Covid-19

 

 

Desde el viernes 19 de marzo, solemnidad de San José, el claustro del Seminario de Segovia vuelve a abrir sus puertas para dar a conocer una muestra inédita hasta el momento: «Gloriosa Pasión», la I Exposición de Sargas y Dioramas. Una muestra con la que, desde la Diócesis, se busca seguir ahondando en el misterio de nuestra fe y la vocación a la que todos estamos llamados.GLORIOSA PASIÓN 3

Bajo el título «Gloriosa Pasión» contemplamos el misterio de Cristo en este tiempo de Cuaresma, con el que nos preparamos para vivir los intensos días de la Semana Santa y el gozo de la Resurrección. Con esta muestra se quiere significar la vida entregada de todos aquellos presbíteros, religiosos y laicos que entienden y ofrecen su vida, ahora más que nunca, como una gloriosa pasión.

Todo aquel que quiera visitar esta cuidada exposición podrá acercarse hasta el claustro del Seminario desde el día 19 de marzo hasta el 12 de abril en horario de 17.30 a 20.30 horas de la tarde. Además, los domingos y festivos también estará abierta de 12 a 14 horas de la mañana.

PIEZAS ARTÍSTICAS

Más de una veintena de piezas se recogen en esta muestra con un marcado carácter catequético. De una parte, son siete las sargas en exhibición, pinturas sobre tela decoradas con motivos de la Pasión.GLORIOSA PASIÓN 4 Unas piezas que solían usarse para cubrir, en señal de duelo, los retablos e imágenes de los templos, moviendo a los feligreses a la meditación de sus misterios.

Por otro lado, la Asociación Complutense de Belenistas de Alcalá de Henares ha colaborado con la aportación de trece dioramas. Unas creaciones con las que se representan escenas en miniatura que muestran momentos de la pasión, muerte, y resurrección del Señor. En definitiva, la Sagrada Escritura trasladada al arte y puesta al servicio de la evangelización.

Completan la exposición otras piezas de arte y litúrgicas que introducen al visitante en el ambiente reflexivo en un espacio que, gracias a iniciativas como esta y el Belén Monumental, se ha creado un hueco en la oferta cultural de la ciudad.

web arciprestazgo abades

 

El Arciprestazgo Abades-Villacastín, con su arcipreste D. Juan Carlos García García a la cabeza, ha dado el salto al mundo virtual. Aquel que acceda a la dirección web www.arciprestazgoabadesvillacastin.com puede zambullirse en la actualidad del arciprestazgo, para conocer qué parroquias y párrocos lo integran, qué congregaciones están presentes, o cuál es la actividad pastoral que se desarrolla en las diferentes localidades. 

Un nuevo espacio de encuentro no solo para los feligreses de este arciprestazgo, sino para todos los diocesanos que quieran acercarse a él para conocerlo desde dentro.

A medida que nos acercamos a la Semana Santa, el drama de Jesús se hace más patente en la Liturgia bajo imágenes diversas. En el Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, Jesús dice a Nicodemo que de la misma manera que Moisés elevó a la serpiente de bronce en el desierto, «así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3,14-15). Esta elevación no es simbólica, como lo fue la serpiente de bronce que Dios ordenó levantar como un estandarte para que los mordidos por serpiente se curaran al mirarla. Jesús se refiere a que será «levantado» en la cruz para salvar a los hombres. Hasta qué grado es puro realismo lo sabemos cuando el Viernes Santo miremos al Crucificado.
Otra imagen que san Juan utiliza para describir el drama de Cristo es la luz que ha brillado en las tinieblas. Ya en el prólogo de su Evangelio, dice Juan que «la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió». Se refiere al Verbo hecho carne que es «la luz de los hombres». En su diálogo con Nicodemo, de nuevo aparece este tema cuando Jesús le dice: «Este es el juicio; que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios» (Jn 3,19-21).

El drama de Cristo —como decíamos— está presentado bajo la imagen de la luz rechazada por las tinieblas. Su condena a muerte fue, aparentemente, un triunfo de las tinieblas, de la noche que Judas representaba en su corazón cuando salió del cenáculo. Digo aparentemente, porque la luz de la resurrección desbarató para siempre el reino de las tinieblas. Es el reino al que Dante hace referencia cuando comienza la Divina Comedia con este terceto: «A la mitad del camino de nuestra vida/, me encontré en una selva oscura/ porque había perdido la buena senda». Jesús ha venido a la «selva oscura» para conducirnos a la luz. El hombre, herido por el pecado, necesita la luz que le oriente por la buena senda. Jesús es al mismo tiempo la luz y el camino. En él no hay posibilidad de perderse, si dejamos conducirnos por él.

Es aquí donde reside, junto al drama de Cristo, el del hombre que no se deja salvar porque prefiere la oscuridad. Se comprenden así las palabras de Jesús a Nicodemo: «Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz». Es el hombre, por tanto, el que dicta su veredicto sobre él mismo. Dios no le rechaza ni le condena, porque quiere salvarlo, pero el hombre que se obstina en hacer obras malas, injustas, producto de la oscuridad en la que vive, se adentra en la selva oscura y ahonda aún más la herida del pecado que lleva en sí. Por eso, es propio del hombre esconderse para hacer el mal, no quiere que le vean la cara, reconoce la fealdad de su acción, pero, en lugar de dejarse iluminar, de acercarse a la luz para obrar rectamente, se esconde. Se escondieron Adán y Eva al pecar; se escondió Caín cuando mató a su hermano Abel; se escondió David con intrigas cuando adulteró con Betsabé y ordenó matar a su marido Urías; se escondió Judas en la noche cuando traicionó a Cristo. Todos nos escondemos cuando hacemos el mal, y nos avergonzamos tapándonos la cara cuando, sorprendidos, se nos lleva a los tribunales. Reconocemos con ese ocultamiento que rechazamos la luz y amamos las tinieblas.

Cuando Jesús sea levantado sobre la cruz, se convertirá en la luz que ilumina al mundo y seremos muy necios si no dejamos que su luz nos arranque de la oscuridad. Esto es la Pascua.

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

¡Queridos diocesanos!

La muerte y la resurrección de Cristo constituyen la culminación del plan de Dios sobre su Hijo en este mundo. Son la fuente de la liturgia cristiana que ha nacido como memorial de lo acontecido en la historia de los hombres y prenda de lo que un día contemplaremos en el cielo. Se comprende, pues, que Iglesia celebre con la máxima solemnidad el triduo pascual que, en cierto sentido, se actualiza en cada domingo, día del Señor.

Las circunstancias actuales nos permitirán vivir estas celebraciones con las requeridas restricciones de aforo en los templos y respetando las indicaciones sanitarias. La presencia del pueblo cristiano es un elemento fundamental para experimentar que somos la Iglesia convocada por el Señor para unirnos a los misterios de su pasión, muerte y resurrección.

La liturgia, como sabéis bien, no es un mero recuerdo de lo sucedido en el pasado. Es su actualización que nos permite participar en la gracia que Cristo ofrece a todos los hombres que creen en él y lo confiesan como Señor y como Dios. De ahí que la presencia física nos hace, en cierto sentido, contemporáneos de los acontecimientos que fundamentan nuestra fe. El papa Francisco ha recordado recientemente que «la liturgia, en sí misma, no es solo oración espontánea, sino algo más y más original: es acto que funda la experiencia cristiana por completo y, por eso, también la oración es evento, es acontecimiento, es presencia, es encuentro. Es un encuentro con Cristo. Cristo se hace presente en el Espíritu Santo a través de los signos sacramentales: de aquí deriva para nosotros los cristianos la necesidad de participar en los divinos misterios. Un cristianismo sin liturgia, yo me atrevería a decir que quizá es un cristianismo sin Cristo» (Audiencia del 3-II-2021).

CARTA PASTORAL SEMANA SANTAEs obvio que, como ha ocurrido en este tiempo de pandemia, al no poder participar presencialmente en la Eucaristía, la posibilidad de «escuchar» la misa por los medios de comunicación es una forma legítima y consoladora de hacernos presentes espiritualmente en la acción sagrada. Esto, sin embargo, es excepcional y no equiparable a la participación directa en el templo. El Papa Francisco recuerda que «la Misa no puede ser solo “escuchada”: no es una expresión justa, “yo voy a escuchar Misa”. La Misa no puede ser solo escuchada, como si nosotros fuéramos solo espectadores de algo que se desliza sin involucrarnos. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven. ¡Y el centro es Cristo! Todos nosotros, en la diversidad de los dones y de los ministerios, todos nos unimos a su acción, porque es Él, Cristo, el Protagonista de la liturgia».

Quiero, por tanto, animar a todos los diocesanos a celebrar, en la medida de sus posibilidades y respetando el aforo permitido en los templos, a vivir la Semana Santa de esta manera. Aunque algunos de los ritos no puedan realizarse, como ya sucedió el año pasado, la liturgia es la misma de siempre. En el Triduo Pascual y en el Domingo de Resurrección, Cristo nos une a él de forma real, aunque sacramental, y nos ofrece a manos llenas la salvación eterna. Un año más no podremos procesionar por las calles con las imágenes de devoción. Pero no por esto nos quedamos sin Semana Santa, del mismo modo que, cuando no hemos podido salir a la calle, no hemos dejado de vivir la realidad familiar en el hogar y en torno a la mesa. La participación en la mesa de Cristo, en la liturgia de su muerte y en el gozo de la vigilia pascual es —insisto— la que expresa nuestro ser Iglesia y Cuerpo de Cristo gracias a la comunión sacramental con él.

Os exhorto, hermanos, a vivir estos días santos con alegría, gratitud y esperanza. La delegación diocesana de liturgia ha ofrecido indicaciones para ayudarnos a superar el desaliento que la pandemia ha podido sembrar en nuestros corazones y para revitalizar el culto cristiano en las parroquias y comunidades. Invito a los sacerdotes a que los templos permanezcan abiertos para que los cristianos puedan acudir a rezar a lo largo del día y venerar las imágenes que sacamos en procesión. También podemos aprovechar estos días para establecer horarios de confesión sacramental y prepararnos así a la participación en la Eucaristía. Si por enfermedad, ancianidad o impedimento físico no podemos participar en la liturgia solemne de la Iglesia, siempre podremos seguir por los medios de comunicación las celebraciones del Papa, de los obispos o de los párrocos que tienen posibilidades técnicas para hacerlo.

En estos días las autoridades públicas y sanitarias nos recuerdan que debemos ser responsables con nuestra salud y la de los demás. Es un deber ético fundamental con el que todos nosotros estamos de acuerdo, aunque sabemos que en la práctica no todos lo cumplen. Yo quiero recordaros que como cristianos también debemos cumplir con nuestras responsabilidades eclesiales, que se expresan en la conversión a Dios en la lucha contra el pecado, en la caridad fraterna con los pobres y necesitados —con nuestra limosna a Cáritas el día de Jueves Santo— y con la participación en los misterios sagrados. La salud espiritual es más importante que la salud corporal, pues, como dice Jesús, «¿de qué el sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?» (Mc 8,36). En la cuaresma y en la semana santa contemplamos a Cristo caminando hacia su destino final «por nosotros», «por nuestra salvación». Sólo hay una respuesta adecuada a la entrega de Cristo: la nuestra. La sociedad de hoy está tan preocupada por lo material, sin duda necesario, que olvida lo trascendente y definitivo: la vida eterna que nos alcanza Jesucristo por la ofrenda de sí mismo.

No escatimemos esfuerzos en vivir estos días con la mirada elevada hacia la cruz del Señor, donde, como dice san Juan, «nos amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Aprovechemos momentos del día para orar, leer la palabra de Dios, hacer juntos en familia el vía Crucis, recordando a tantos hermanos nuestros que recorren el camino del dolor y del sufrimiento. La pandemia ha convertido al mundo en una humanidad doliente. Los cristianos hemos recibido la gracia de poder ofrecer a los hombres el consuelo y la esperanza de la salvación. Esa gracia se llama Jesucristo, que, en el misterio pascual, se ha ofrecido por todos los hombres sin excepción para compartir nuestro dolor y nuestra alegría. Vayamos a Cristo, celebremos sus misterios, cantemos el triunfo de la luz sobre la tiniebla del pecado y de la muerte. La fe en Cristo muerto y resucitado es el fundamento de nuestra solidaridad con todos los hombres y la única aportación posible para caminar con esperanza hacia nuestro último destino: la casa del Padre.

A todos los diocesanos, y muy especialmente a los que estáis enfermos o no podréis participar en la liturgia de la semana, os deseo la cercanía de Cristo que nos ofrece paz, consuelo y esperanza. ¡Feliz Semana Santa!


Con mi bendición y afecto


+ César Franco
Obispo de Segovia

 

 

*Imagen: @semanasantasegovia (Cuenta oficial de la Junta de Cofradías, Hermandades y Feligresías de Segovia en Instagram)

La Cuaresma es tiempo de purificación. Y eso es lo que hace Jesús en el templo de Jerusalén —purificarlo—, cuando observa que se ha convertido en un mercado, según dice el Evangelio de hoy. En tiempo de Jesús, con ocasión de la Pascua, las autoridades del templo permitían que en uno de sus atrios se ofrecieran a los peregrinos animales para los sacrificios y que, para los que venían de otros países, hubiera cambistas de monedas, que facilitaran las ofrendas. Ante este abuso, Jesús realiza un gesto de purificación que va más lejos de lo que parece a primera vista. Fabrica un látigo con algunas cuerdas y expulsa a los animales y vuelca las mesas de los cambistas con estas palabras: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Esta referencia al templo convertido en «mercado» alude al profeta Zacarías: «Aquel día no quedará ni un mercader en el templo del Señor del universo» (14,21). El evangelista, por tanto, ve en el gesto de Jesús el cumplimiento de esta purificación.

El gesto de Jesús provocó sorpresa en sus discípulos y en las autoridades del templo. Dice el relato que los primeros recordaron las palabras del salmo 69, 9: «El celo de tu casa me devora». Llama la atención, sin embargo, que el evangelista no dice «me devora», sino «me devorará», cambiando el tiempo del verbo. No es un dato accidental. Este salmo es una plegaria de un inocente perseguido. Jesús es, precisamente, ese inocente, que, a causa de esta purificación del templo, sufrirá persecución por parte de las autoridades religiosas de Israel. Por esta razón, el evangelista dice «el celo de tu casa me devorará». Naturalmente, los discípulos solo entendieron esto plenamente después de la resurrección.

En cuanto a las autoridades religiosas del templo, dice el evangelista que —sorprendidos sin duda por la acción de Jesús— le hacen esta pregunta: «¿Qué signos nos muestras para actuar así»—. La respuesta de Jesús es enigmática: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Sus oponentes la entienden en sentido literal y, naturalmente, le replican con cierto sarcasmo: «Cuarenta seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Se explica que el evangelista, que escribe después de la resurrección, se vea obligado a precisar lo que Jesús calla: «Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos se acordaron de lo que había dicho y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús».

Con estas aclaraciones, el gesto de Cristo alcanza una significación trascendental: Por la muerte y la resurrección Jesús se ha convertido en el definitivo templo de Dios. La muerte que le devorará no tendrá dominio definitivo sobre él, sino que su cuerpo será «levantado» del sepulcro y se convertirá, como dice san Pablo, en «Espíritu que da vida» (1 Cor 15, 45). Jesús no atacaba al templo de Jerusalén, al que acudió varias veces en peregrinación como piadoso judío. Al purificar el templo de lo que consideró ser un abuso, anunciaba ya su propio drama personal que le llevaría a la muerte como camino hacia la resurrección.

Para nosotros, cristianos del siglo XXI, esta acción profética de Jesús nos ayudará sin duda a purificar nuestro concepto del culto que realizamos para no olvidar que, gracias a la muerte y resurrección de Cristo, no sólo hemos sido purificados en el bautismo de todo pecado y obra mala, sino trasformados, a su imagen, en templos vivos de Dios que no pueden convertirse en «mercados» por acciones que contradicen nuestra fe y que nos desacreditan ante el mundo. «¿No sabéis —dice san Pablo— que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?».

+ César Franco
Obispo de Segovia

 

 

 

Jueves, 04 Marzo 2021 09:01

Marzo 2021

7 de marzo. III Domingo de Cuaresma

La expulsión de los mercaderes del Templo la narran los cuatro dvangelistas. Es significativo que Jesús realice este gesto antes de la fiesta de la Pascua, la principal celebración judía. De nuevo surge el conflicto entre los que cifraban su religiosidad en el culto externo, y la postura de Jesús que, sin despreciar los ritos, antepone la disposición del corazón. Inaugura un tiempo nuevo, en el que Él mismo será el nuevo Templo y el Cordero ofrecido por todos nosotros en la nueva Pascua. San Pablo, en I Cor 5,7, lo expresa así: «Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado».

14 de marzo. IV Domingo de Cuaresma

En el relato del encuentro entre Jesús y Nicodemo, el Señor va mostrando la superioridad de su sacrificio, subiendo a la cruz, frente al gesto de Moisés en el desierto. Es la mayor prueba del amor del Padre, entregando a la muerte a su Hijo, para que el mundo tenga vida eterna. Mediante la cruz Jesús ha vencido al mal, al pecado y a la muerte, y nos ha abierto las puertas de la vida eterna. El evangelista Juan hace notar que, cuando Nicodemo va a ver a Jesús, era de noche, mientras que Jesús se manifiesta como luz del mundo.

19 de marzo. Solemnidad de san José

San Mateo describe a san José con una frase que expresa toda su grandeza: «Era un hombre JUSTO». Se fía de Dios, acepta la maternidad de María y cuida de Jesús, de ahí el título que le dio san Juan Pablo II, como Redemptoris custos, y todo desde el silencio.

21 de marzo. V Domingo de Cuaresma

Ya se acerca el momento en que Jesús va a entregar su vida. Unos extranjeros quieren verle, pero Jesús ya está preparando su tránsito y les habla del grano de trigo que debe morir para que dé fruto. El símil del grano de trigo se identifica en los Evangelios sinópticos con la simiente que, caída en tierra buena, será el fundamento de la extensión del Reino de Dios. Jesús, por un lado, siente la angustia de enfrentarse a su próxima Pasión y Muerte, pero, por otro, acepta su misión con el gozo de saber que con su muerte atraerá a todos hacia Él.

28 de marzo. Domingo de Ramos

La entrada triunfante de Jesús en Jerusalén marca el fin de un viaje iniciado en Galilea, que terminará en la ciudad santa. Hacerlo subido en un borrico tiene un sentido de cumplimiento de la profecía veterotestamentaria, presentando a Jesús como Mesías-Rey, pero, al mismo tiempo, la cabalgadura que utiliza nos habla de humildad y sencillez. En el Evangelio de san Marcos se va mostrando poco a poco la identidad de Jesús, invitando al lector a ir descubriéndolo, pero al final de su camino presenta abiertamente a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas.

Miguel Ángel Ramos
Consejo Pastoral Arciprestazgo de Segovia