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Sábado, 18 Febrero 2017 08:24

Domingo VII (A): Amar a los enemigos.

 

El amor a los enemigos es una de las revelaciones más importantes de Cristo. El Antiguo Testamento prohíbe la venganza y manda amar al prójimo como a uno mismo, pero se entendía el prójimo como el miembro del pueblo de Israel. La conducta con los enemigos se regía por otros cánones. El «ojo por ojo y diente por diente» justificaba la venganza como se justifica hoy en determinados credos y culturas. Amar a quien me odia o me persigue parece un precepto contra natura. La sed de venganza  habita en el corazón del hombre. Lo vemos a nivel individual y colectivo. Los jefes de los pueblos responden con muerte a la muerte, con masacre a la masacre. Y se justifica políticamente. Se entiende incluso como justicia responder con el mal a quien nos lo hace. Por ello, cuando vemos que alguien perdona a quien, por ejemplo, ha asesinado a sus propios familiares nos invade un estupor de incredulidad. Muchos consideran que quien actúa así está fuera de sus cabales, y, otros, enmudecen, percibiendo secretamente que ahí se manifiesta la verdadera  fe en Dios.

En la película de Ingmar Bergman, «el manantial de la doncella», asistimos a un ritual de venganza sobrecogedor, el de un padre que mata despiadadamente a quienes han violado y matado a su hija, incluso a un niño inocente que ha contemplado el crimen. Se trata de un hombre creyente, que deja al margen sus convicciones para convertirse en juez y verdugo.

San Francisco de Asís dice en su regla que «Nuestro Señor Jesucristo, de quien debemos seguir sus huellas, dio el nombre de amigo a aquel que lo traicionó y se ofreció voluntariamente a los que le iban a crucificar. Así pues, son nuestros amigos todos los que nos causan injustamente tribulaciones y angustias, afrentas e injurias, dolores y sufrimientos, martirio y muerte. Debemos amarlos mucho, ya que los golpes que nos dan nos merecerán la vida eterna». He aquí el evangelio sin glosas. El ejemplo de Cristo constituye, sin duda, el fundamento del amor a los enemigos. Su primera palabra en la cruz fue rogar por quienes le crucificaban, excusando su pecado. Y, frente a la reacción de Pedro que saca su espada para defender a Cristo, le recrimina su comportamiento.

Jesús, sin embargo, al explicar la exigencia de amar a los enemigos no se pone a sí mismo de ejemplo. Su ejemplo está más arriba de sí mismo: nos invita a contemplar al Padre del cielo «que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos». Si amamos a los que nos aman —explica Jesús— y saludamos solo a nuestros hermanos, ¿qué hacemos de más? ¿qué diferencia hay entre nosotros y los paganos? La perfección del amor sólo se halla en Dios. El cristiano tiene el listón del amor en su Padre del cielo. «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo». Y termina su exhortación con unas palabras que pueden sorprendernos: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». ¿Acaso es posible ser perfecto como Dios? Con estas palabras Jesús comenta la ley de santidad del judaísmo que decía: «seréis santos porque yo, vuestro Dios, soy santo». Jesús no busca compararnos con Dios, sino dar la razón de una exigencia tan alta de amar. De ahí que la traducción más exacta de sus palabras sea: «Sed perfectos, porque vuestro Padre celestial es perfecto». Hablando así nos recuerda que los hijos de Dios deben aprender a amar mirando al Padre. Sólo así, se asemejarán a él. El amor exige contemplación. El idioma ruso tiene una palabra que esclarece lo que queremos decir. Traducida a nuestra lengua diría: «querer con la mirada». Quien mire a Dios terminará queriendo como él.

+ César Franco

Obispo de Segovia.

             

Martes, 14 Febrero 2017 20:03

Iglesia en Segovia. Febrero 2017.

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Martes, 14 Febrero 2017 19:19

Iglesia en Segovia. Diciembre 2016.

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Viernes, 10 Febrero 2017 10:49

Domingo VII (A): La conciencia de Jesús.

           En el sermón de la montaña, que leemos en estos domingos, Jesús afirma que no ha venido a abolir la Ley y los Profetas sino a dar plenitud. Para un no judío, estas palabras podían resultar extrañas; para un judío resultaban escandalosas. La Ley, dada por Dios a Moisés, era la norma de vida de Israel. Y los Profetas, sus intérpretes más autorizados. Dar plenitud a algo significa que está inacabado, sin la debida perfección. Y esto, insisto, resultaba inaceptable para un judío. Por eso, a continuación Jesús afirma, dirigiéndose a los suyos: «si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5,20). Y para explicar en qué consiste esa justicia superior que él propone, Jesús comenta los preceptos de la Ley de Moisés, añadiéndoles su propia interpretación, es decir, llevándolos a su plenitud. Sirviéndose de la contraposición: «Habéis oído que se os dijo… pero yo os digo», no deja ninguna duda sobre su autoridad para llevar a plenitud la Ley. Porque detrás del «habéis oído que se os dijo» se esconde ni más ni menos que la autoridad de Dios y de Moisés. Es fácil sacar la consecuencia de esto: Jesús se arroga la misma autoridad de Dios para interpretar la Ley y explicar su último significado.

«No matarás», decía la Ley. Jesús dice: «Todo el que se deja llevar de la ira contra su hermano será procesado». «No cometerás adulterio», decía la Ley. Jesús afirma: «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón». Y así comenta diversos preceptos de la Ley.

Es obvio que, al escuchar esto, un piadoso judío tenía que preguntarse: ¿Quién es éste que se atreve a corregir a Moisés, nuestro legislador? ¿Qué autoridad posee? Y sólo había dos respuestas posibles a estos interrogantes: O Jesús es un blasfemo —así fue condenado por el alto tribunal judío—, o tiene una autoridad superior a la de Moisés, es decir, la autoridad de Dios. Tocamos la cuestión central del cristianismo, que nos introduce en la conciencia que Jesús tenía de sí mismo, expresada en la afirmación de la que partíamos: «No he venido a abolir a Ley y los Profetas, sino a dar plenitud». Para que el lector no deduzca de esto que Jesús no valoraba la tradición de Israel, basta recordar sus palabras en el mismo sermón de la montaña: «El que se salte uno de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos, pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos». Jesús valora la Ley, la conoce y medita; y, sobre todo, la cumple. Pero revela toda la riqueza que lleva en su interior, y en este sentido da cumplimiento a la Ley. Si puede hacer esto es porque él mismo es la Palabra autorizada del Padre, la sabiduría encarnada, que ha venido a desvelar lo que, en la primera alianza, estaba aún escondido. Por eso, en el prólogo de Juan, se dice que «la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo» (Jn 1,17).

Nada de lo que venimos diciendo hubiera quedado por escrito, si los testigos de la vida y enseñanza de Jesús, que —no lo olvidemos— eran judíos, no hubieran llegado a la convicción de que Jesús tenía conciencia de su ser divino. Y llegaron a esta convicción porque el mismo Jesús les reveló poco a poco, con magistral sabiduría, su propia conciencia personal. En sus palabras y gestos, Jesús se reveló a sí mismo como aquel que llevaba a plenitud todas las cosas, que daba sentido a la Ley y a los Profetas, porque era él quien ya estaba presente en Moisés, y en los profetas. Como dice en Juan: «antes de que Abrahán existiera, yo soy».

+ César Franco

Obispo de Segovia.

            

Jueves, 09 Febrero 2017 12:51

Jornadas De Pastoral De La Salud

CAMPAÑA DEL ENFERMO 2017

TEMA: Pastoral de la salud y ecología integral.

LEMA: “Salud para ti, salud para tu casa” (1 Sam. 25,6)


En este año 2017 el Pontificio Consejo Vaticano de Pastoral de la Salud ha querido centrar la Jornada Mundial del Enfermo, 11 de Febrero, en la celebración extraordinaria de sus 25 años. Por ello, agradece a María en su advocación de Nª Sª de Lourdes los frutos que esta Jornada ha dado a toda la Iglesia, especialmente a todos los enfermos y sus familias.
La Pascua del Enfermo, el VI domingo de Pascua (21 de Mayo) acogerá la invitación del Papa Francisco en la Encíclica “Laudato Si”. En ella nos pide que cuidemos y trabajemos por la prevención de las enfermedades: estando atentos a los riesgos del entorno natural o social que puedan causarlas y promoviendo acciones o actitudes que puedan ayudar a tener más salud personal y comunitaria.


La Laudato Si nos cuestiona:
1. «Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman».
2. «Hay que considerar también la contaminación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos presentes en distintos ambientes. (…) Muchas veces se toman medidas sólo cuando se han producido efectos irreversibles para la salud de las personas».
3. «La contaminación que produce el dióxido de carbono (…) con graves consecuencias para todos nosotros».
4. «Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera».

Y nos llama a la responsabilidad:

«Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo».

Pues tiene que haber en el corazón «ternura, compasión y preocupación por los seres humanos», ya que «todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad».

«La acción de la Iglesia no sólo intenta recordar el deber de cuidar la naturaleza, sino que al mismo tiempo “debe proteger, sobre todo, al hombre contra la destrucción de sí mismo”».
Las palabras del Papa, sumadas a la evolución del concepto de salud y de la propia teología de la salud, nos reclaman una renovación de la pastoral de la salud que, superando el dolorismo, se plantee en positivo la prevención de la enfermedad y la promoción de la vida.
Cada Campaña del Enfermo es, o ha de ser, una nueva oportunidad evangelizadora. Todo este tema, relacionado íntimamente con la ecología, es una dimensión a la que están bastante sensibilizados nuestros jóvenes, y puede –con ello- constituirse en una propuesta pastoral que les interese e ilusione, tanto a los de la parroquia como del entorno (colegios, asociaciones de vecinos,…) y se apunten a iniciativas concretas de acción y sensibilización, así como evangelizadoras. Debemos ser creativos, y perder los miedos a proponer cosas.
El cartel y la estampa de la Campaña 2017 tratan de mostrar estas ideas. En ellos hemos querido resaltar: la salud no es una cosa que nos cae del cielo; es una realidad en la que nosotros pintamos algo. Nosotros también somos responsables de construirla, fomentarla, evitar la enfermedad,… Tenemos un papel activo en la promoción de la salud. Pues, dirigiendo nuestra mirada al mundo, vemos muchas situaciones de nuestro entorno que no la favorecen, más bien son agentes que provocan enfermedades: desastres ecológicos, contaminación atmosférica, uso de sustancias tóxicas, actitudes insanas,… Se nos invita a construir nuestra casa común (el mundo) y con ello, fomentar vida y salud.

PROGRAMA JORNADAS DE PASTORAL DE LA SALUD
13,14 y 15 de Febrero. Casa de Espiritualidad “S. Frutos”
C/ Obispo Gandásegui, 7 Segovia.
LUNES. DIA 13.
- Casa de Espiritualidad “San Frutos”, en SEGOVIA. 18,30 horas de la tarde.
- Ponente: D. Juan Antonio Diego Esquivias. Pedagogo en Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Director del Albergue Sta. María de la Paz. Conferenciante.
- Tema: “Salud para ti, salud para tu casa. (1Sam.25,6). Sin olvidar la Fragilidad”
MARTES. DIA 14.
- Casa de Espiritualidad “San Frutos”, en SEGOVIA. 18,30 horas de la tarde.
- Ponente: Dª Mª Isabel Serrano Gonzalez. Médica. Doctora en Medicina. Presidenta de ALEZEIA (Asociación de Educación para la Salud). Escritora. Conferenciante. Colaboradora de Frater. Madre de familia.
- Tema: “Vivir la vocación de que somos protectores de la obra de Dios: El cuidado de la fragilidad a propósito de la Laudato Si“

MIERCOLES. DIA 15.
- Casa de Espiritualidad “San Frutos”, en SEGOVIA. 18,00 horas de la tarde.
- Presenta: D. José Mª Carlero Ramos (Profesor de religión en el IES de El Espinar). Responsable de Formación de Frater España.
- Película. “MARIE HEURTIN”.

 

Objetivos de la Campaña
  1. Sensibilizar a los creyentes y a la sociedad entera sobre la necesidad de prevenir la enfermedad, y asumir la tarea de cuidar nuestra salud y el entorno natural, para que éste repercuta de manera positiva en nuestra salud.
  2. Iluminar, revisar y purificar nuestras actitudes y comportamientos que no promueven salud; y también aquellos factores de riesgo sanitario que existan en nuestro entorno.
  3. Mostrar la labor evangelizadora que la Iglesia puede ejercer desde esta dimensión. Pues Jesús no sólo vino a curar enfermos, sino que también y sobre todo, vino a dar vida “y vida en abundancia” (Jn.10,10) a todos.
  4. Promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad con los que sufren, que se traduzca en acciones realistas y creativas, individuales y colectivas.
  5. Celebrar la fe junto a enfermos, familias, profesionales, instituciones, voluntariado, etc., y difundir, apoyar y agradecer su tarea y entrega.


Destinatarios de la Campaña

Los enfermos y sus familias.

Los Profesionales de la Salud.

Los servicios de asistencia religiosa de los hospitales.

Las instituciones sanitarias y sociosanitarias, especialmente las de la Iglesia.

La jerarquía de la Iglesia, los Organismos de promoción y decisión pastoral y las Instituciones docentes de la Iglesia en el campo de la Pastoral.

Las comunidades cristianas y equipos de pastoral de la salud.

Las congregaciones religiosas: educación, sanidad y vida contemplativa. La sociedad en general.


Campaña del Enfermo 2017 Departamento de Pastoral de la Salud

 

Miércoles, 08 Febrero 2017 17:19

Encuentro Universitario (EUC)

La Pastoral Universitaria de Segovia invita a profesores y alumnos al próximo

Encuentro Universitario (EUC)

 

“Siglo XX, ¿época de cambios o cambio de época?”

 

Ávila 24-26 de febrero

 

Conferencia inaugural, El siglo XX, ¿un siglo de sombras?

Una introducción histórica a la primera mitad del siglo XX

Por D. Luis E. Togores. Universidad San Pablo-CEU

“Un horizonte nuevo para una humanidad caída”.

Respuestas que da la Iglesia a esa crisis del hombre que se va alejando cada vez más de Dios

Por D. Avelino Revilla. Universidad San Dámaso

“Chesterton: en el cristianismo encajan todas las piezas”.

Por D. Juan Manuel de Prada., uno de los mejores escritores y críticos literarios del momento,

Y además, coloquios, visitas culturales, veladas, asambleas. Ver programa e inscripción adjuntos.

Sobre los EUC

- Los EUCs son organizados por la Asociación cultural del mismo nombre http://www.asociacioneuc.org/ y son punto de encuentro de  universitarios de España

- Hay dos EUCs cada curso: octubre y febrero.

-  El tema siempre es uno polémico, de actualidad, Todos necesitamos formación (no solo información)

-  en los EUCs hay un ambiente muy de familia entre profesores y alumnos de todas las carreras y de muchos sitios de España.

 

Martes, 07 Febrero 2017 15:29

Busca la Verdad

Pastoral Universitaria retoma su actividad con los jóvenes con las Tertulias 'Busca la Verdad', que tuvieron buena acogida en noviembre.

Hoy día 7 de Febrero tendrá lugar la primera de las 4 tertulias de este mes. A las 19.15 horas en la aula A014 del Campus María Zambrano.

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Sábado, 04 Febrero 2017 09:48

Domingo V (A): Luz y sal del mundo

 

Dice U. Luz que cuando Jesús califica a los cristianos de luz y sal del mundo y nos compara con una ciudad edificada sobre el monte, se refiere «al pueblo cristiano de a pie». La Iglesia es un pueblo con vocación de testimonio público. No hemos nacido para recluirnos en los templos, ni mucho menos en las sacristías. Jesús exhortó a los discípulos a pregonar públicamente, en plazas y azoteas, su enseñanza. Jesús da su doctrina en público. Cuando le preguntan ante el Sanedrín, sobre su predicación, Jesús contesta: «He hablado abiertamente al mundo, y no he dicho nada a escondidas. Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado». Esta clara respuesta le valió la bofetada de un esbirro.

Después de Pentecostés, los apóstoles salieron a la plaza pública y proclamaron con libertad el Evangelio, que se fue extendiendo por la valentía de quienes estaban convencidos de su verdad. Aprovechaban cualquier ocasión para hablar y dar testimonio, como les había ordenado Jesús. Esta gozosa y valiente libertad, denominada en griego parresía, partía del convencimiento de que el Evangelio es la Verdad que salva, que todo hombre tiene derecho a conocer. Cuando san Pablo se convierte al cristianismo, su táctica consiste en dirigirse a las grandes ciudades donde circulaban las ideas filosóficas y religiosas de su tiempo para contrastar con ellas el Evangelio y lo hacía públicamente en las sinagogas, en los foros, y en el Areópago de Atenas. Justino, gran filósofo convertido al cristianismo, no abandona su oficio, sino que en lugar de enseñar mera filosofía, empieza a enseñar filosofía cristiana. Su escuela se abarrotó de alumnos, lo que provocó la envidia del cínico Crescencio, quien le denunció ante los tribunales y murió mártir.

A la luz de estos y otros testimonios, comprendemos el significado de los cristianos como luz y sal del mundo. Y, sobre todo, la insistencia de Jesús a no esconder la luz ni dejar que la sal se torne insípida. En momentos difíciles de la vida de la Iglesia y de la sociedad, el peligro del cristiano es ocultarse, disolverse en la masa, perder su identidad y pasar como anodinos en un mundo que nos necesita como la luz y la sal. Acomodarse al mundo, o, como dice el Papa Francisco, permitir que la mundanidad espiritual nos invada, es lo mismo que renunciar a la fe. Sorprende que esto suceda en sociedades que alardean de democráticas, en las que la libertad de expresión y el derecho a defender las propias convicciones ha llegado a ser un «dogma» inquebrantable. ¿Es que hay miedo al debate de las ideas? ¿Es que para defender lo propio debemos amordazar lo ajeno? ¿O es que molesta que Cristo haya definido claramente la vocación cristiana como luz y sal del mundo? Desde una óptima no cristiana, puede parecer pretenciosa esta afirmación, e interpretarse como si los no cristianos no aportasen ni sal ni luz a este mundo. Nada más alejado de la intención de Cristo llegar a estas conclusiones. Pero las palabras del Señor son claras para quienes le siguen: en realidad son una llamada a vivir siempre en Cristo, Luz del mundo, y a dar sabor a las realidades temporales mediante el testimonio irrenunciable de la Verdad. Quienes han entendido esto, han preferido el martirio a la insipidez de la sal que se tira y se pisa. No hay que olvidar que las imágenes de la luz y la sal, vienen, en Mateo, después de las bienaventuranzas, la última de las cuales dice: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa». Cristo pone a los suyos ante una consecuencia natural del seguimiento: «Un discípulo no es más que su maestro ni un esclavo más que su amo».

+ César Franco

Obispo de Segovia

Miércoles, 01 Febrero 2017 17:51

Canciones de la Pascua 2017

Aquí podrás escuchar las canciones que vamos a cantar en la Pascua Joven del 2017?

 

Jueves Santo:

 Jueves santo

 

Viernes Santo:

Viernes Santo

 

Vigilia Pascual:

Vigilia Pascual

Sábado, 28 Enero 2017 22:18

Domingo IV (A): La alegría del triunfo

Las bienaventuranzas de Mateo, que leemos en este domingo, inician el sermón de la montaña que Jesús pronunció como un nuevo Moisés. Éste subió al Sinaí para recibir la Ley; Jesús sube al monte para enseñar la novedad más absoluta del Evangelio, la Gracia y la Verdad definitivas. Las bienaventuranzas no comienzan, como la ley antigua, diciendo lo que no debemos hacer: no son preceptos de prohibición: No matarás, no mentirás, no adulterarás… Son afirmaciones solemnes, positivas, enunciados de la felicidad que Cristo propone a los suyos. Su lectura nos fascina, pero su realización nos atemoriza. Parece que Cristo propone metas inalcanzables, realizaciones imposibles. No es así. Propone la felicidad plena. Eso sí: a contrapelo del mundo, que considera las bienaventuranzas como moral de débiles, como consuelo para fracasados, que no han conseguido triunfar en este mundo, donde reina el orgullo, la riqueza y avaricia, la violencia y la lujuria, la risa de quienes pisotean a los pobres y humillados.

Decía san Juan Crisóstomo que sólo los cristianos valoran las cosas en su justa apreciación y tienen motivos muy distintos para alegrarse del resto de los humanos. Dice que quien nunca ha practicado un deporte, cuando ve a un atleta herido, llevando en su cabeza la corona de triunfador, sólo se fija en las heridas y el sufrimiento que ha pasado para vencer. Sólo mira el dolor que comporta la prueba. Se le ocultan las razones de su triunfo y la misma recompensa. En las bienaventuranzas, incluso los cristianos, nos quedamos en la primera parte de los enunciados: bienaventurados los pobres, los que sufren, los pacíficos, los limpios de corazón, etc. Y nuestro hombre viejo se revuelve, como si le acechara la muerte. Y así es. Jesús predica la muerte de lo viejo, lo que no heredará el Reino de Dios: el dinero, el placer, la vida disoluta, la inmisericordia, la injusticia. Todo eso está llamado a morir.

Hay que leer la bienaventuranza entera: el premio del vencedor que está en la segunda parte: Los pobres poseerán el Reino; los que lloran el consuelo; los sufridos, la tierra —se entiende la nueva, la renovada—; los hambrientos y sedientos, la satisfacción; los misericordiosos, la misericordia; los limpios de corazón, la visión de Dios; los pacificadores, el ser hijos de Dios; los perseguidos por la justicia, el reino de los cielos; y los que sufran por Cristo, la recompensa eterna. Esta es la corona del triunfo, que no ven quienes se echan atrás ante la propuesta de ser felices. En realidad, nos echamos en manos de una moral para cobardes y timoratos; o de una moral que se rinde ante lo que ofrece un mundo viejo y caduco, llamado a desaparecer.

Olvidamos también que Cristo hace posible la realización de las bienaventuranzas. San Agustín las comenta, en su tratado sobre la Virginidad, repitiendo, después de cada una: imitad al que la cumplió. Tenemos un modelo insuperable: el testimonio de Cristo, el más feliz de los hombres, que alcanzó la corona de la inmortalidad y la incorrupción. Nadie puede cumplirlas sin mirar a Cristo y asumir su modo de vida, su carrera hacia la dicha eterna. Unidos a él, entenderemos la exhortación de san Juan Crisóstomo: «Si ayunamos, saltemos de gozo como si estuviéramos rodeados de delicias. Si nos ultrajan, dancemos con alegría como si estuviéramos colmados de alabanza. Si sufrimos daños, considerémoslo como una ganancia. Si damos a los pobres, convenzámonos de que recibimos más. Ante todo, acuérdate de que combates por el Señor Jesucristo. Entonces entrarás con ánimo en la lucha y vivirán siempre en la alegría, ya que nada nos hace más felices que una buena conciencia»

+ César Franco

Obispo de Segovia.