El Triduo pascual viene precedido de un domingo gozoso que escenifica en la procesión de ramos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén montado sobre un asno. Cuando algunos fariseos le dicen a Jesús que reprenda a sus discípulos por los gritos que daban alabando a Dios y por los milagros que le habían visto hacer, Jesús les replica: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras». Estas palabras suenan a proverbio y se han asociado a dos textos del Antiguo Testamento que ayudan a entender su significado en labios de Jesús. En Isaías 52,9 se dice: «Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén». Es una invitación al júbilo del pueblo elegido porque se acerca el mensajero que proclama la paz y la cercanía de Dios que viene a reinar. Las ruinas de Jerusalén, símbolo del pueblo de Dios que había sido humillado por sus enemigos, cantarán a coro ante la salvación inmediata. El otro texto es del profeta Habacuc, que dice: «Las piedras de los muros gritan, las vigas de madera claman» (2,11). Estas palabras pertenecen a una serie de ayes de amenaza contra el imperio asirio por haber saqueado a pueblos y naciones, entre las que se encuentra Israel. El profeta alza su voz intercediendo por su pueblo y amenazando al opresor. Al utilizar estas palabras, Jesús pudo anudar ambos sentidos. Por una parte, como mensajero y príncipe de la paz, montado sobre un asno como anunció Zacarías, justificaría que los suyos entonaran alabanzas a Dios, de modo que, si ellos callaran, gritarían las piedras. Se presentaría a sí mismo como el que viene a reinar mediante el establecimiento de la paz. Por otra parte, siguiendo al profeta Habacuc, sus palabras podrían traslucir una amenaza contra aquellos que le rechazaban y perseguían como hizo en otras ocasiones. Ambos sentidos cuadran con la situación por la que atraviesa Jesús, que entra en Jerusalén entre cantos de júbilos, pero saldrá de ella, cargado con la cruz y expulsado de la ciudad santa como si fuera un malhechor. También nosotros somos interpelados por estas palabras de Cristo, porque con frecuencia participamos de las actitudes que aparecen en el evangelio: unas veces alabamos a Cristo y cantamos con júbilo su salvación, y otras veces, le rechazamos con nuestros comportamientos que merecen la advertencia de Cristo. + César Franco Obispo de Segovia