Secretariado de Medios

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En estos últimos meses se han publicado algunas cartas abiertas dirigidas al Obispo sobre el asunto del traslado del párroco de Aguilafuente. Dado que el contenido de dichas cartas ha podido crear confusión entre los fieles, y pasado un tiempo prudencial para la reflexión, nos parece necesario hacer públicas las siguientes aclaraciones.

El nombramiento de los sacerdotes es responsabilidad exclusiva del Obispo quien, asesorado por el Consejo Episcopal y en diálogo con los afectados, les expone las razones del nombramiento, traslado o cese. Así se ha hecho este año con todos los sacerdotes que han sido trasladados de sus parroquias, incluido el párroco de Aguilafuente, con quien se han tenido al menos tres conversaciones: dos con uno de los vicarios episcopales y una con el propio Obispo. Afirmar, como se ha hecho, que no se ha dialogado con el interesado, no responde a la verdad. Tanto lo tratado en los órganos de consejo del Obispo, como las conversaciones privadas del obispo con los sacerdotes, están amparadas por el secreto, como sucede en cualquier institución que se tenga por seria. El Obispo, como es obvio, debe mantener la reserva que conlleva su cargo.

Cuando un obispo o un sacerdote cumple 75 años, el Código de Derecho Canónico prescribe que dirija una carta al Papa o al obispo, respectivamente, presentando su renuncia al cargo que ostenta. El Papa o el obispo puede aceptarla de inmediato o dilatar la aceptación hasta el momento en que, debido a las circunstancias personales y pastorales, considere más oportuno y prudente. La reorganización pastoral de la zona de Aguilafuente y Mozoncillo ha exigido hacerlo ahora.

El hecho de aceptar la dimisión de un sacerdote no significa, como se ha divulgado en este caso, que se le echa del ministerio ni del sacerdocio, pues los sacerdotes siguen ejerciendo su ministerio, si lo desean, en la misión que reciben del obispo. En la Diócesis hay sacerdotes muy beneméritos que, a pesar de estar jubilados canónicamente, siguen prestando valiosos servicios. La idea de que un sacerdote tiene «derecho» a estar en una determinada parroquia no corresponde ni a la naturaleza de su ministerio —que requiere la total disponibilidad prometida en la ordenación—, ni a la naturaleza eclesial de la parroquia, que no es propiedad del sacerdote, como dejó claro la reforma del Concilio Vaticano II con la supresión de las «parroquias en posesión».

Estos asuntos de la Iglesia no se resuelven bajo presión de recogida de firmas o de cartas abiertas al obispo a través de la prensa, máxime si se parte de informaciones sesgadas y posiciones preconcebidas, o se recurre, en alguna de ellas, al insulto, la descalificación o ciertas actitudes de amenaza que se invalidan por sí mismas. Tampoco las cartas sin firmar son dignas de consideración. Por otra parte, proponer soluciones pastorales cuando se desconocen todos los datos, que afectan no solo a la parroquia en cuestión, sino al bien general de la diócesis, supone, cuando menos, una enorme ligereza.

No cabe duda de que el Obispo, como cualquiera que ostenta una responsabilidad, puede equivocarse, pero también puede acertar con los elementos de juicio que tiene en sus manos. Para el nuevo curso que comienza, el Obispo ha realizado trece nombramientos, que incluyen traslados, ceses y nuevos cargos. Siempre buscando el bien de la Diócesis, de las parroquias y de los sacerdotes. No se ha lesionado ningún derecho de las personas ni de las comunidades. Es gratificante comprobar el aprecio de las comunidades a sus sacerdotes. Y es comprensible que los cambios producen en ocasiones tristeza y cierta frustración, pero no hay que olvidar que los cristianos, como dice san Pablo, no somos de Pedro, de Pablo o de Apolo, sino de Cristo, y debemos trabajar por el bien de toda la diócesis superando los particularismos de las propias comunidades.

Hay ocasiones en que Jesús, como maestro de moral, «elige escandalizar a su auditorio para interpelarlo mejor» (F. Bovon). Así sucede en la parábola del administrador infiel, que leemos este domingo. Siempre ha causado sorpresa y desazón en los lectores que Jesús alabe la conducta de un administrador deshonesto, quien, al saber que su señor está a punto de despedirlo, se aprovecha de su cargo y rebaja por su cuenta la deuda de los clientes para ganarse amigos que le ayuden cuando esté en la calle.

            Si leemos con atención la parábola, el dueño (que, en realidad, es Jesús) no alaba la mala conducta del administrador convertido en ladrón, sino la astucia que despliega cuando su vida peligra. «Ciertamente —dice Jesús— los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz» (Lc 16,8). La historia escandalosa que cuenta Jesús está muy bien traída, pues describe al detalle el modo de actuar de personas sin principios que no dudan en aprovecharse de su cargo en beneficio propio. Sucedía entonces y sucede ahora. Jesús no exhorta a imitar la conducta deshonesta del administrador, sino a tomar decisiones juiciosas en vistas al desenlace de la vida. Alaba su astucia, no lo que hace. La clave de la parábola está en estas palabras: «Yo os digo, ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).

            En esta exhortación, hay dos cosas que merecen destacarse. En primer lugar, la idea que Jesús tiene del dinero al denominarlo «dinero de iniquidad». No quiere decir que el dinero sea inicuo por sí mismo, sino que puede conducir a la iniquidad, a la perdición de uno mismo, si uno pone su confianza y seguridad en él. Basta recordar la parábola del rico epulón y del pobre Lázaro. Jesús, por tanto, advierte de este peligro. En segundo lugar, Jesús dice que nos hagamos amigos con ese dinero, que, bien empleado, puede abrirnos las puertas de las moradas eternas. ¿Quiénes son esos amigos que, a semejanza de lo que hace el administrador, se ganan con el dinero bien empleado? Evidentemente, se trata de los pobres, los necesitados, aquellos cuya necesidad —más o menos extrema—nos recuerda que los bienes no son solo para unos pocos, o para los ricos, sino para todos los hombres que deben vivir con dignidad. La alusión a la muerte, que, de modo tan elegante, se esconde en las palabras «cuando os falte», referidas al dinero, advierte que la rendición definitiva de cuentas se hará ante Dios. Entonces, nuestro valedor no será el dinero, pues nada nos llevaremos, sino los pobres, esos «amigos» que nos hemos ganado con la generosidad, la limosna y la auténtica caridad. Así como el administrador infiel se plantea qué debe hacer para que, cuando lo echen a la calle, alguien lo reciba en su casa, Jesús muestra el camino para que nos reciban en las «moradas eternas».

            La parábola se convierte en una apremiante llamada a dar al dinero el valor que tiene, nunca prioritario ni absoluto, y a vivir siempre con la perspectiva de rendir cuentas ante quien es el Creador y distribuidor de todos los bienes. Para ello, es preciso imitar la «astucia» del administrador desde una perspectiva virtuosa y no deshonesta. Y eso solo se logra si comprendemos que somos administradores de bienes cuyo último destino no son los bancos ni nuestras cuentas corrientes, sino el conjunto de la humanidad. De ahí que, como dice Jesús, debemos ser fieles en lo poco para serlo también en lo mucho. Y termina con una pregunta que interpela y estremece: «Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?». Quizás sea esto lo que nos falta: entender cuál es la verdadera riqueza.

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Las sorprendentes parábolas de la misericordia que leemos en este domingo —la dracma perdida, la oveja perdida y el hijo pródigo (no perdido)— nos descubren las entrañas de Dios tal como las conoce Jesucristo. Si hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (según ellos, claro), quiere decir que Dios necesita de los pecadores para que el cielo no se abisme en la tristeza. No se me malinterprete pensando que animo al pecado para que el cielo no pierda su alegría. Quiero decir que la alegría de Dios es infinita, como todo lo suyo, cuando un pecador se levanta del fango para volverse al Padre. Dios, descrito por Jesús, como el anciano padre que otea el horizonte con la esperanza de ver retornar a su hijo, se revela mejor a sí mismo cuando recrea que cuando crea. Crear de la nada, para Dios, es sencillo. Recrear lo malogrado es un acto tan infinito de humildad, que solo se explica por la alegría —también infinita— que produce. Con estas parábolas Jesús nos ha revelado el rostro del Dios cristiano, que devuelve la vida a quien la ha perdido.

Supongo que, cuando el hijo pródigo retornaba a casa iba repitiendo las palabras que debía decir a su padre al encontrarse con él: «ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros». Se parece a esos pecadores que, cuando van a confesarse, se repiten a sí mismos la lista de pecados para que no se les olvide ninguno, como si Dios fuera a pasar lista. Antes de que el hijo pudiera abrir la boca, el padre, al verlo venir, «echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos». La misericordia se adelantó a la confesión del hijo, pues el padre solo quería abrazarlo y besarlo. Un sabio confesor decía a un penitente compungido que confesaba sus pecados: todo lo que has dicho lo sabía Dios antes de que te arrodillaras, escucha ahora cuánto te ama Dios y no lo sabes.

Es triste que nuestra experiencia de Dios sea tan pobre como la de nuestra condición pecadora. Cristo ha muerto para descubrirnos el amor de Dios, que se adelanta a nuestra confesión con el poder de la gracia: por eso, el padre de la parábola viste a su harapiento hijo con una túnica, le coloca un anillo en la mano, sandalias en los pies y le prepara un banquete de fiesta. Después de veinte siglos largos de cristianismo, aún no conocemos a Dios cuando, con el corazón replegado sobre nosotros mismos, no levantamos la mirada hacia el rostro del Padre y vemos, como decía un poeta, que Dios era el que más lloraba.


La experiencia de la gracia, la que derriba del caballo y la que se filtra poco a poco en el alma, es indispensable para conocer a Dios. Podemos explicar la gracia como ese levantarse del padre, echar a correr y cubrir de besos al hijo. La gracia es el primer instante del amor que recrea, sana, convierte y colma de felicidad. Por eso el pelagianismo, que todo lo pone en la voluntad propia, incapacita para conocer a Dios. Nos cierra en nuestra limitada pobreza, nos impide levantar la mirada y ver la alegría de dios cuando recrea. Es obvio que la gracia requiere cooperación, dejar de comer algarrobas y levantarse del fango. Pero cuando hacemos esto, aun sin saberlo, ya hemos sido tocados por la gracia, hemos descubierto que Alguien nos llama, nos espera. Dios siempre tiene la iniciativa, se adelanta y corre hacia el hombre. Como dice Jesús, «nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre» (Jn 6,44). Pero no nos atrae de cualquier manera, sino que sale al encuentro para abrazarnos y cubrirnos de besos. Este es el secreto de la alegría que desborda el cielo cuando un pecador se convierte. De esta alegría se privan quienes se tienen por justos.

 

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Martes, 06 Septiembre 2022 11:27

EL ESPÍRITU DE LA CATORCENA

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El pasado domingo, con el Cabildo de Párrocos, reunidos para aprobar el acta de la Catorcena 2021 y evaluar la de 2022, se dieron por terminados los actos de la Catorcena de este año, en el que la Unidad Pastoral Cristo del Mercado-Santa Teresa de Jesús ha desarrollado a lo largo de la última semana de agosto y primeros días de septiembre, en representación de San Juan de los Caballeros.  

El orden sucesivo alterna una parroquia intramuros con otra extramuros, así que la nuestra, a pesar de estar en los arrabales, ha correspondido al orden del centro de la ciudad. Era la primera vez que esta fiesta eucarística se celebraba en estas parroquias. Y debo decir que ha sido una buena experiencia para nuestra UPA.

Abordamos la Catorcena con el espíritu con el que se celebraban desde antiguo. Es decir, como un acontecimiento festivo para el barrio que conllevaba actos litúrgicos en torno a la Eucaristía, actos festivos y culturales y gestos de solidaridad con los necesitados.

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Sin querer mencionarlos todos, entre los primeros hay que destacar la procesión con el Santísimo que partió de la parroquia de Sta. Teresa y llegó hasta la ermita; la misa en la plaza del Cristo presidida por nuestro Obispo, y amenizada por un Coro en el que se integran las dos parroquias, o el hecho de que cada día presidiese la misa del atardecer un sacerdote relacionado con las parroquias. Entre los segundos, una visita al templo al que representamos, un concurso escolar de dibujos, la exposición de objetos relacionados con la Eucaristía o el concierto de la Unión Musical. Y entre los terceros, la creación de unas becas para comprar materialescolar en el curso que estamos comenzando. 

Creo que una de las virtudes de esta Catorcena ha estado en integrar instituciones y personas. Así, podemos decir que en la organización ha sido fundamental la colaboración tanto de la Cofradía del Cristo del Mercado como de las Asociaciones de Vecinos del Cristo y del Puente de Hierro, de la Base Mixta y del Cuartel de la Guardia Civil. Quiero hacer mención especial a Juan José Gómez y a Alberto Herreras, que han estado pendientes de todo. Y dar las gracias a tanta gente anónima que ha hecho posible este acontecimiento de gracia. 

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Lejos quedan los tiempos en los que la Catorcena tenía un sesgo antisemita. Al contrario, todos los párrocos estamos de acuerdo en que debe tener un carácter integrador, ser signo, en la ciudad, de la fe que ha conformado nuestra cultura y apuesta decidida por el diálogo y el entendimiento.

                        Jesús Fco. Riaza, párroco de la UPA Cristo-Sta. Teresa

La presencia de Cristo Resucitado en su iglesia es la garantía de toda renovación pastoral. El Señor pastorea, santifica y sigue anunciando con palabras y obras la salvación del mundo. Con esta confianza, la iglesia puede caminar segura entre las dificultades actuales hacia la plenitud de su misión. Con el lema «hago nuevas todas las cosas» (Apc 21,5) para el plan trienal de nuestra diócesis queremos fortalecer la convicción de que el Resucitado no defrauda y renueva día tras día su fidelidad a la iglesia.

            En este plan trienal hemos querido recoger las tres claves del sínodo de obispos que tendrá lugar en octubre de 2023 y que han sido objeto de nuestra reflexión durante este curso pasado: comunión, participación y misión. Además, hemos tenido en cuenta la asamblea presbiteral de noviembre de noviembre de 2021 en la que abordamos temas referidos al ejercicio del ministerio presbiteral que afectan a la totalidad de nuestra diócesis.

            Si hay un tema dominante en el trabajo que venimos realizando es el de la evangelización. Llevar el anuncio gozoso de Cristo a nuestra sociedad es la prioridad de la iglesia y del pontificado del Papa Francisco desde su exhortación apostólica programática Evangelii gaudium hasta la constitución apostólica Praedicate evangelium sobre la reforma de la Curia al servicio de la evangelización. El propio Papa ha querido presidir el Dicasterio para la Evangelización como signo de la importancia que da a este tema, que fue también determinante para el Concilio Vaticano II. Hay que recordarlo una vez más: La Iglesia tiene como misión la evangelización de los pueblos.

            Desde esta motivación proponemos como objetivo general para el trienio: No hay evangelización sin evangelizadores, ni misión sin misioneros evangelizados. No se trata de un juego de palabras, sino de apuntar al centro del problema. Con frecuencia, desde una perspectiva de la iglesia, que el papa Francisco define como «auto-referencial», al pensar en la misión, ponemos la mirada en los «de fuera», como si los «de dentro» ya estuviéramos evangelizados. Sin embargo, en el magisterio de los últimos Papas la insistencia se ha puesto en que solo con testigos creíble, es decir, con misioneros evangelizados podemos aspirar a la fecundidad de la misión. En realidad, se trata de recuperar la experiencia primigenia de la iglesia, recogida en la escena de Emaús, cuando el Resucitado evangeliza a los suyos, parte con ellos el pan, y aviva el fuego de la misión. Dejémonos acompañar por Cristo, escuchemos su Palabra siempre nueva, celebremos su Pascua si queremos de verdad que en este mundo prenda el fuego de su Espíritu. Invito a todos los cristianos de Segovia, que deseen asumir la misión de la iglesia, a que sitúen su propia evangelización en la base de cualquier iniciativa pastoral. Se trata de convertir el dicho de Pablo, «ay de mí, si no evangelizare», en «ay de mi, si no soy evangelizado». No hay oposición entre ambas formulaciones. Una no puede realizarse sin la otra.

            A la hora de señalar los objetivos prioritarios para el trienio 2022-2025, tenemos en cuenta dos principios pastorales que rigen cualquier programación: a) continuidad, y b) viabilidad. La continuidad con los planes pastorales anteriores ayuda a fortalecer el trabajo ya iniciado y a evitar improvisaciones y giros bruscos en la pastoral. La viabilidad es una medida elemental de prudencia para evitar, como enseña Jesús, construir un edificio sin medir los recursos o emprender una batalla con un ejército débil (cf. Lc 14,28-33). Queremos, pues, profundizar en el trabajo emprendido en años anteriores, aunque marquemos acentos nuevos en una misma dirección.

            Los objetivos prioritarios para este trienio pretenden:

  • Fortalecer la iniciación cristiana, con especial atención a los cauces de participación y formación de los confirmados y adolescentes.

 

Es una preocupación constante en sacerdotes y laicos el hecho de que la iniciación cristiana no parece alcanzar la inserción en la vida de la iglesia y la conciencia de pertenecer a ella. La debilidad de la fe cristiana en el ámbito familiar y la fuerza de la cultura actual, que sofoca cualquier atisbo de trascendencia, exigen una pastoral más intensa en la formación de los catecúmenos y adultos. No se trata solo de una formación doctrinal, sino que debe integrar todos los aspectos de la vida cristiana entendida como vocación y misión. De ahí la necesidad de unir la formación con los cauces de participación en la vida de la iglesia, de manera que los niños y adolescentes descubran que la parroquia y la iglesia diocesana es el hogar donde se aprende a ser cristiano y se participa, cada uno con sus posibilidades, en la misión eclesial. Para ellos, los adultos deben ser referencia viva para las nuevas generaciones. 

  • Integrar la piedad popular, como cauce de evangelización, en la vida parroquial.

 

La piedad popular es un cauce extraordinario para la evangelización. A través de la vida de Cristo, de María y de los santos, se comunica el evangelio hecho carne. Las devociones a los patronos de las parroquias, a sus diversas advocaciones y, de modo especial, a los misterios de la vida de Cristo y de la Virgen, permiten que la vida sobrenatural entre en lo cotidiano, y, al mismo tiempo, que lo ordinario sea percibido como el lugar propio del encuentro con Dios. Para esto, es preciso purificar la piedad popular de adherencias «paganas» que ensombrecen o pervierten lo propiamente cristiano. Es preciso, por tanto, acompañar y evangelizar la piedad popular mediante una mayor integración en el contexto general de la vida de la Iglesia —liturgia, espiritualidad, formación— que tiene en la parroquia su concreción más cercana. En esta tarea tienen un papel muy importante las cofradías y hermandades, que, como asociaciones públicas de la iglesia, deben empeñarse no solo en su propio ámbito, sino en el conjunto de la vida eclesial y cumplir con las exigencias canónicas de sus estatutos aprobados por el Obispo diocesano.

  • Potenciar los ministerios laicales y los consejos pastorales para hacer más efectiva la corresponsabilidad laical en una iglesia sinodal.

 

La comunión eclesial, que tiene su más alta expresión en la eucaristía, implica tomar conciencia de que todos los bautizados, al celebrar el misterio pascual de Cristo, participan de su única misión. Solo así se comprende la constante llamada de la iglesia a vivir la corresponsabilidad laical en tareas, ministerios y servicios que hagan visible la unidad de todo el Cuerpo de Cristo. No se trata solo de vivir la unidad de la fe, expresada en el Credo y en la asamblea eucarística, sino de practicar la unidad de la misión, según la condición de cada bautizado. El esfuerzo por vivir la sinodalidad, como característica fundamental de la iglesia, se traduce en potenciar los consejos pastorales de las parroquias y ejercer el discernimiento de la llamada de Dios para asumir de modo estable los ministerios laicales al servicio de la comunidad. Es preciso reconocer que, a la demanda de que la iglesia se abra más a la participación de los laicos, no corresponde en la debida proporción a la voluntad decidida de los laicos para formarse de modo sistemático en las materias teológicas —liturgia, pastoral familiar, catequesis, etc.— que les permitan asumir responsabilidades parroquiales o diocesanas.

4. La familia, ámbito preferente de evangelización.

           

            No es preciso insistir en la importancia de este objetivo asumido ya en planes anteriores. Como célula básica de la sociedad y de la iglesia, la evangelización de la familia es prioritaria, pues en ella debe darse la iniciación a la vida cristiana en toda su riqueza. Los padres son los primeros sacerdotes de sus hijos desde el momento que les presentan a la iglesia para el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Sin la evangelización de los matrimonios es imposible que los cónyuges realicen la primera y necesaria iniciación cristiana. Esta sigue siendo una asignatura pendiente de la comunidad cristiana. Cuanto más tardemos en prestar atención a la familia y ofrecerle los medios de evangelización —sin dejar al lado la auto-evangelización que todo matrimonio cristiano debe hacer— más avanzará la secularización de la sociedad y la pérdida de sentido de pertenencia a la iglesia de los cristianos. Urge, pues, tomar todas las medidas necesarias para abordar este problema del que depende la evangelización de otros ámbitos de la sociedad. Los dos últimos sínodos sobre la familia y el magisterio del Papa Francisco nos urgen a asumir los retos de la pastoral familiar con urgencia y responsabilidad.

            5. Redescubrir la común pertenencia al Pueblo de Dios aprovechando los espacios de comunión y trabajo en equipo y de compromiso social.

 

            La iglesia ha sido pensada por Cristo como un misterio de comunión que se hace visible en la comunidad de sus discípulos. El individualismo es contrario a la mística cristiana. Hasta las vocaciones más exigentes de soledad se entienden en el conjunto de la iglesia como comunión. A través de los siglos, la iglesia se ha enriquecido con muchos espacios, cauces, instituciones que permiten tomar conciencia de la común vocación bautismal y de la pertenencia al Cuerpo de Cristo. Por desgracia, recelos y reservas hacia lo que no es invento propio, impide que no aprovechemos la riqueza de todos los ámbitos de comunión. El mismo compromiso social adolece también de particularismos que impiden un mayor trabajo en equipo y un compromiso social más eficaz, como dice expresamente el decreto Apostolicam Actuositatem sobre los laicos del Concillio Vaticano II. Tanto a nivel diocesano como parroquial debemos hacer un esfuerzo para revitalizar —o instituir— los espacios y cauces de comunión que mejor permitan trabajar en equipo especialmente en el campo del compromiso social. Lo asociativo en la iglesia pertenece a su mismo ser —ekklesia significa asamblea—, pues la misma persona por propia naturaleza es un ser social. Hay que recordar el célebre aserto de un escritor cristiano: solus christianus, nullus christianus (un cristiano solo, ningún cristiano).

            En este objetivo hemos querido insistir de nuevo en la importancia de la pastoral vocacional, especialmente la que se orienta al ministerio sacerdotal. Como he dicho en múltiples ocasiones, el futuro de nuestra diócesis depende en gran medida de los sacerdotes que el Señor suscite en ella para el servicio de todo el Pueblo de Dios. Los bautizados necesitan pastores para vivir su plena pertenencia a la Iglesia mediante los sacramentos. La vocación bautismal y la del orden sagrado se complementan y se requieren mutuamente. El problema de la escasez de sacerdotes es un problema de toda la diócesis que debe reaccionar a esta carencia con oración, acompañamiento de las nuevas generaciones y con trabajo apostólico para descubrir los posibles candidatos al ministerio y cuidarlos con esmero. El Seminario no pertenece solo al obispo ni al clero, sino a la diócesis, que tiene en él el hogar de los futuros pastores. En sus diversas modalidades —seminario en familia, menor o mayor— debe ser objeto de afecto, atención y generosa colaboración.

            Al centrarnos en estos objetivos prioritarios no debemos olvidar la unidad del Plan pastoral que centra su atención en la persona de Cristo que hace nuevas todas las cosas. Como ya he dicho al comienzo, la renovación de la iglesia arranca de la vida que nos trae el Señor resucitado. Él es la fuente y la meta de nuestra actividad pastoral y, por tanto, es preciso vivir y permanecer en él si queremos dar fruto abundante. Un plan pastoral no sustituye ni eclipsa la relación personal y comunitaria con él a través de la oración, la escucha de la Palabra y la participación en sus sacramentos que acrecientan la gracia. Estos objetivos y las acciones que de ellos dimanen durante el trienio 2022-2025 son semillas de esperanza que ponemos en manos de Cristo para que él las haga fecundas en el campo de nuestra iglesia diocesana. Como buenos labradores, a nosotros nos toca regarlas, abonarlas con oración y celo apostólico. No sabemos si nos tocará recoger los frutos o lo harán otros, pero estamos convencidos de que el Señor no deja de recompensar a quienes trabajan en su heredad y a su servicio. Trabajar en su iglesia es ya la mejor recompensa.

            Pongamos este plan en manos de Santa María, la Virgen de la Fuencisla, y bajo la protección de San Frutos, para que ellos nos recuerden siempre a qué Señor servimos con humildad y obediencia.

            Con mi afecto y bendición

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El comienzo de curso es una invitación a la esperanza. Este curso, además, iniciamos un trienio pastoral (2023-2025), bajo el lema de «Hago nuevas todas las cosas», tomado del libro del Apocalipsis. Cristo, el Hijo de Dios, ha venido a renovar el plan de Dios e invitarnos a la verdadera novedad sobre el cosmos y sobre el hombre. Hacer nuevas todas las cosas significa entrar en el dinamismo de Cristo y colaborar con él en la recreación de todo. Se trata de una meta ambiciosa y posible, porque Cristo ha resucitado de entre los muertos y ha metido en la entraña del hombre y del cosmos el germen de la renovación.

            Durante estos tres años, tendremos como objetivo la evangelización con misioneros evangelizados. De esto se ha hablado mucho desde el Concilio Vaticano II, pero hemos avanzado poco. No basta con estar convencidos de la necesidad de evangelizar, si al mismo tiempo no nos dejamos evangelizar quienes tenemos la misión de anunciar el Evangelio. Nadie da lo que no tiene. Y es posible que los fracasos en este campo se deban a nuestra desidia o dejadez a la hora de dejarnos evangelizar. Decía san Pablo VI que «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (EN 41).

            De esto se trata, de dar testimonio de forma que la fe se haga visible en la vida de cada cristiano. Este objetivo general del trienio se despliega en cinco objetivos prioritarios que afectan a ámbitos esenciales de la Iglesia: la familia, la corresponsabilidad de los laicos, la piedad popular, la iniciación cristiana, especialmente en los adolescentes y confirmandos, las diversas vocaciones en la Iglesia y el compromiso social. En la carta que he dirigido a la Diócesis para presentar este plan, insisto en dos criterios que me parecen fundamentales: no partimos de cero y queremos que el plan sea viable. La Iglesia tiene siglos de existencia. Vivimos de su Tradición, que, junto a la Escritura, nos trasmite la Revelación de Dios en Cristo. Contamos, pues, con un tesoro insondable que cada generación debe conservar y entregar a la siguiente.

Un plan pastoral viable es el que parte de la vida concreta, de las relaciones humanas, de la relación entre la Iglesia y la sociedad. Es en el tejido social donde el Evangelio tiene que proclamarse mediante el testimonio creíble de los evangelizadores. Asumir el plan pastoral significa que los objetivos señalados los hacemos nuestros, porque vivimos la fe proyectados hacia la sociedad, como fermento en la masa. ¿Quién no puede aportar más de la fe cristiana en su propia familia? ¿Quién no necesita formarse sobre qué significa ser cristiano en un mundo indiferente o contrario a la fe? ¿Qué cristiano de los que participan en las hermandades y cofradías no necesita formación y sentido de Iglesia para no convertirlas en pequeños reductos centrados en las fiestas de sus titulares? ¿Quién no puede prestar más ayuda a niños y adolescentes en el discernimiento de su vocación? ¿Quién hace todo lo que está en sus manos en el campo del compromiso social y caritativo?

Reflexionemos a la luz de Dios sobre estas cuestiones, para ver qué respuesta damos y si nos contentamos con lo que hacemos. La renovación de la Iglesia y de la sociedad está en nuestras manos, si reconocemos que necesitamos vivir la fe con más conocimiento de ella, con entrega generosa y con la fortaleza de los que no se dejan vencer por las dificultades, sino que encuentran en ellas un reto de Dios en favor de nuestros hermanos. Sí, podemos hacer nuevas todas las cosas, en la medida en que nos dejamos renovar por Cristo.

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CARTEL TIEMPO DE LA CREACION 2022

Una edición más, por tercer año consecutivo, la Diócesis de Segovia se une al Tiempo de la Creación por el cuidado de la casa común. Esta celebración cristiana se inicia mañana, 1 de septiembre, con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación y culminará el próximo 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, patrón de la ecología.

            Este año nos unimos en torno al lema «Escucha la voz de la Creación». Muchas voces son silenciadas en el discurso público sobre el cambio climático, sobre todo las de quienes más sufren las consecuencias y el impacto del cambio climático. Por eso, el lema del Tiempo de la Creación 2022 nos llama a tomar conciencia de nuestra necesidad de escuchar ese grito de la casa común.

           logo lema sin fondo

            Como símbolo, la zarza ardiente. Los incendios son hoy signo de los efectos devastadores del cambio climático sobre los más vulnerables: la Creación grita mientras los bosques crepitan, los animales huyen y las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares. Sin embargo, el fuego que llamó a Moisés mientras cuidaba su rebaño ni consumió ni destruyó la zarza. Este Tiempo de la Creación nos recuerda que debemos pararnos y escuchar a la madre tierra, debemos llenarnos de esperanza para apagar el fuego de la injusticia con la luz del amor sanador de Dios que sostiene nuestra casa común.

Actividades en la Diócesis

Es necesario actuar, hacerlo ya y todos juntos. Por eso, el equipo diocesano promotor de este proyecto ha preparado una serie de actividades:

  • Misa inaugural del Tiempo de la Creación. Será el día 1 de septiembre a las 20h en la iglesia de San Millán. Esta Eucaristía se une a todas las celebraciones y eventos que cada diócesis de todo el mundo realiza como inicio del Tiempo de la Creación.
  • Oración mensual. La primera oración mensual por la Creación tendrá lugar el martes 6 de septiembre a las 19h en la iglesia de la Adoración. Esta actividad se realiza durante todo el curso.

MAQUETA CARTEL CAMINATA

  • Caminata por la Creación. Marcha que tendrá lugar el sábado 1 de octubre a partir de las 10h. Tendrá salida en la iglesia de San Alfonso Rodríguez de El Sotillo para culminar en el Santuario de La Fuencisla tras recorrer varios puntos de la ciudad a través de las alamedas de El Parral y La Fuencisla.
  • Misa de clausura Tiempo de la Creación. El martes 4 de octubre a las 20h en la iglesia de La Resurrección, en el barrio de Nueva Segovia.

Además, el concurso de fotografía volverá a convocarse el próximo año, y el equipo diocesano trabaja para ofrecer nuevas actividades a lo largo del curso. Los miembros de este equipo invitan a todos los segovianos a escuchar la voz de la Creación y participar de todas las propuestas por el cuidado de la casa común.

 

Esta información está disponible junto a una serie de materiales para su consulta y descarga en el banner que aparece en la página principal del Obispado. 

Una edición más, por tercer año consecutivo, la Diócesis de Segovia se une al Tiempo de la Creación por el cuidado de la casa común. Esta celebración cristiana se inicia mañana, 1 de septiembre, con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación y culminará el próximo 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, patrón de la ecología.

CARTEL TIEMPO DE LA CREACION 2022

            Este año nos unimos en torno al lema «Escucha la voz de la Creación». Muchas voces son silenciadas en el discurso público sobre el cambio climático, sobre todo las de quienes más sufren las consecuencias y el impacto del cambio climático. Por eso, el lema del Tiempo de la Creación 2022 nos llama a tomar conciencia de nuestra necesidad de escuchar ese grito de la casa común.

           logo lema sin fondo

            Como símbolo, la zarza ardiente. Los incendios son hoy signo de los efectos devastadores del cambio climático sobre los más vulnerables: la Creación grita mientras los bosques crepitan, los animales huyen y las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares. Sin embargo, el fuego que llamó a Moisés mientras cuidaba su rebaño ni consumió ni destruyó la zarza. Este Tiempo de la Creación nos recuerda que debemos pararnos y escuchar a la madre tierra, debemos llenarnos de esperanza para apagar el fuego de la injusticia con la luz del amor sanador de Dios que sostiene nuestra casa común.

Actividades en la Diócesis

Es necesario actuar, hacerlo ya y todos juntos. Por eso, el equipo diocesano promotor de este proyecto ha preparado una serie de actividades:

  • Misa inaugural del Tiempo de la Creación. Será el día 1 de septiembre a las 20h en la iglesia de San Millán. Esta Eucaristía se une a todas las celebraciones y eventos que cada diócesis de todo el mundo realiza como inicio del Tiempo de la Creación.
  • Oración mensual. La primera oración mensual por la Creación tendrá lugar el martes 6 de septiembre a las 19h en la iglesia de la Adoración. Esta actividad se realiza durante todo el curso.

MAQUETA CARTEL CAMINATA

  • Caminata por la Creación. Marcha que tendrá lugar el sábado 1 de octubre a partir de las 10h. Tendrá salida en la iglesia de San Alfonso Rodríguez de El Sotillo para culminar en el Santuario de La Fuencisla tras recorrer varios puntos de la ciudad a través de las alamedas de El Parral y La Fuencisla.
  • Misa de clausura Tiempo de la Creación. El martes 4 de octubre a las 20h en la iglesia de La Resurrección, en el barrio de Nueva Segovia.

Además, el concurso de fotografía volverá a convocarse el próximo año, y el equipo diocesano trabaja para ofrecer nuevas actividades a lo largo del curso. Los miembros de este equipo invitan a todos los segovianos a escuchar la voz de la Creación y participar de todas las propuestas por el cuidado de la casa común.

 

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Martes, 30 Agosto 2022 08:19

REVISTA DIOCESANA SEPTIEMBRE 2022

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Por primera vez en la reciente historia de El Cristo-Santa Teresa, la unidad parroquial acogerá la celebración de la Catorcena que hubiera correspondido a San Juan de los Caballeros. Un trabajo en equipo entre sacerdotes y feligreses, en colaboración con la Asociación de Vecinos Cristo del Mercado, la Asociación de Vecinos Puente de Hierro, la Cofradía del Cristo del Mercado, la Comandancia de la Guardia Civil y la Base Mixta, como así lo ha subrayado esta mañana el párroco de El Cristo, Jesús Fco. Riaza, en la presentación de esta celebración junto al historiador Alberto Herreras.

            Resultado de ello una programación que nace con una dimensión eminentemente espiritual, puesto que la Catorcena es una exaltación de la Eucaristía. Así, durante toda la semana las misas estarán presididas por sacerdotes relacionados con la UPA. Además, habrá adoración cada día y el Obispo de Segovia, César Franco, presidirá la Eucaristía del día 4 tras la procesión con el Santísimo.

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            Esta Catorcena también tiene una dimensión cultural, puesto que, además de las charlas, la visita a San Juan de los Caballeros y el concierto de la Unidad Musical Segoviana se ha organizado un concurso escolar de relatos y dibujo. Además, se ha aprovechado para restaurar el cuadro y retablo de la Misa de San Gregorio y la ermita albergará una exposición de objetos relacionados con la Eucaristía. Tampoco ha quedado fuera el aspecto social, creando en colaboración con Cáritas unas becas para material escolar de cara al próximo curso que responderán a la necesidad de los más pequeños.

            El historiador Alberto Herreras ha querido invitar a todos los segovianos a participar de esta celebración puesto que, «aunque es una fiesta parroquial, está abierta a toda la ciudad». Especialmente, a esa procesión eucarística «que ha sido el acto central, desde siempre», para que todos los fieles de la ciudad hagan suya la Catorcena, «una fiesta alegre como toda celebración cristiana», ha subrayado Herreras. De otra parte, ha remarcado lo especial de la exposición eucarística en la que destaca una pequeña talla de un Cristo crucificado, la custodia cedida por las hermanas Jesuitinas —que procesionará el domingo 4— o la custodia sobre el Sagrario de la ermita, procedente precisamente de la desaparecida iglesia de San Facundo y cedida por la parroquia de San Martín.

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Historia de la Catorcena

Alberto Herreras ha hecho un repaso por la historia de la Catorcena. Las crónicas sitúan el origen de esta celebración hacia 1410, cuando el sacristán de la entonces parroquia de San Facundo, ahogado por las deudas que arrastraba, robó una Hostia Consagrada y la vendió para ser profanada en la calle Malconsejo. Entonces, la Sagrada Forma fue arrojada a un caldero de aceite hirviendo pero, para sorpresa de los presentes y de forma milagrosa, primero quedó suspendida en el aire, y después salió volando, produciendo una abertura en el edificio, para acabar en la iglesia del Convento de la Santa Cruz. Allí estaba celebrando la Eucaristía un fraile dominico, quien la recogió y la guardó en el Sagrario. El lugar de este suceso fue el actual convento de las hermanas Clarisas del Corpus Christi, antigua Sinagoga Mayor.

            Como desagravio, catorce de las parroquias con las que contaba la ciudad por aquel entonces acordaron celebrar un acto eucarístico que sirviera para hacer memoria de este milagroso suceso. Cada año, una parroquia se encargaría de preparar esta fiesta, alternándose entre las intra y las extramuros. «A cada parroquia le correspondía preparar esta fiesta cada catorce años, de ahí el nombre de catorcena», ha recordado Herreras.

           Desde este hecho han pasado ya 612 años. Muchas de las parroquias originales ya no existen, por lo que, ante las voces que abogaban por la desaparición de esta tradición, desde el Arciprestazgo de Segovia se planteó la posibilidad de que las nuevas parroquias acogieran las celebraciones de aquellas donde ya no hay templo o está sacralizado, como es el caso actual. Así, este año le correspondería a San Juan de los Caballeros, acogida por la Unidad Parroquial de El Cristo-Santa Teresa.

Restauración

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Sara Marín y Beatriz Rubio son las responsables de ConservarArte, la empresa encargada de la restauración del cuadro y retablo de la Misa de San Gregorio. Providencialmente, y siguiendo la tradición antigua de «tirar la casa por la ventana y hacer algo nuevo», según decía Herreras, con motivo de la Catorcena, se ha restaurado esta obra, un trabajo que han emprendido Sara y Beatriz durante dos meses y que han presentado oficialmente esta mañana.  

            Cuando comenzaron su trabajo, se encontraron con daños propios del paso del tiempo por la madera, así como la acumulación de suciedad o daños en la policromía. También advirtieron intervenciones anteriores que o no se realizaron bien o eran incorrectas, así como partes desprendidas, roturas del lienzo y «algo que preocupaba mucho», abultamientos ocasionados por la caída de material posterior que presionaba la pintura y «son el causante del mayor deterioro».

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          Una vez analizados los aspectos principales a restaurar, Beatriz y Sara protegieron la pintura para que no sufriera daños durante el proceso. Inicialmente, retiraron todos los desprendimientos posteriores para después trabajar en los elementos arquitectónicos. Asimismo, se eliminaron las anteriores intervenciones que eran incorrectas y tomaron la decisión «después de hacer una prueba» de devolver la mesa del retablo a su esplendor original quitando un tablero de DM que se había colocado encima. En cuanto a la pintura, más concretamente en las tres roturas halladas, «se habían ido desprendiendo parte de las fibras» por lo que fue necesario rellenarlas. De otra parte, y debido a la capa de goma-laca que la cubría, la obra había perdido color, que ahora se ha recuperado después del trabajo realizado, recobrando su tonalidad original y manteniendo la idoneidad del conjunto.

               Alberto Herreras ha querido completar la presentación con una serie de datos históricos de la obra, remarcando que se desonoce el autor de la obra, tampoco el del tallista que hizo el retablo, «sí el dorador, Francisco de la Presa, que había participado en los trabajos del retablo mayor de La Fuencisla. Como dato curioso, Herreras ha detallado que el altar del retablo de San Gregorio está cambiado con el de Nuestra Señora, justo enfrente. De hecho iconográficamente puede advertirse la corona papal —que correspondería a San Gregorio— bajo la imagen de Nuestra Señora. Un cambio que ocurrió con las obras de ampliación de la ermita y que a día de hoy queda como curiosidad para contar.